Cap. 60

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Días después, Joaquín estaba cómo nuevo. El reposo y la dieta - la cuál no estuvo muy de acuerdo - ayudaron muchísimo con su recuperación; también ayudó el hecho de que Emilio cada vez que salía del trabajo se quedaba junto a él, del trabajo a casa de los Bondoni y viceversa; con la excusa que el castaño había impuesto, la cuál conllevaba a que debían acostumbrarse a dormir juntos para cuándo se mudaran.

Y hablando justamente del tema, se encontraban de camino hacía una de las opciones que Osorio hubo encontrado para poder tomarlo cómo su hogar; sin embargo, debía pasar por la aprobación de Bondoni antes.

— ¿No queda muy lejos de aquí, entonces? Mamá podrá venir a verme todos los días que quiera... Oh, y Niurka también. — dijo el menor mientras observaba los alrededores por la ventanilla.

— Está en un intermedio entre nuestras casas, ellas podrán venir cuándo quieran y estoy seguro que así lo harán. — respondió el rizado al volante.

Había avisado a bienes y raíces por lo que una de las empleadas estaba en la espera de su llegada.

El castaño se giró en dirección a su novio e hizo una mueca.

— ¿Y si ésta no es de mí agrado?

— Buscaremos otra, cariño. No debes preocuparte por eso, quiero que te sientas cómodo a mí lado y no pararemos hasta encontrar nuestro hogar. — respondió tranquilamente. — Ya estamos llegando.

Los ámbar inspeccionaron todo el lugar mientras el oji-café se encargaba de aparcar.

La casa tenía un patio extenso; un pequeño rosal se hallaba a un costado mientras que el otro estaba conformado por diversas flores. Un caminito de piedras guiaba al porche y este tenía dos sofás; uno de cada costado de la entrada.

Justo allí, se encontraba una mujer parada, quien no dudó en acercarse unos pocos metros a la joven pareja.

— ¿Listo, vida mía? — cuestionó el rizado parándose a su lado.

El castaño, quién se quedó en silencio unos segundos, aprovechó los mismos para ver detalladamente todo.
— Estoy listo, Emi. — respondió para posteriormente dar el primer paso.

Osorio lo siguió hasta que ambos estuvieron frente a la mujer.

— Buenas tardes, señores Osorio. — saludó la de cabello plateado. Bondoni hizo una mueca de confusión, pero no dijo nada. — Soy Bárbara Robbins y me encargaré de mostrarle cada espacio de ésta hermosa casa.

— Me parece perfecto. — dijo un muy sonriente rizado.

— ¿Cuántas habitaciones tiene ésta casa? ¿Las cañerías son viejas? ¿Los cables han sido arreglados? ¿Hace cuánto ha sido edificada ésta casa? ¿Cuántas personas han vivido aquí? — preguntó de repente el castaño antes de entrar.

La mujer observó a ambos un poco perpleja, pero no dudó en sonreír.

— Esas son muy buenas preguntas. Bueno, en cuánto a la primera pregunta, podré mostrarle todo, señor Osorio. — respondió abriendo la puerta.

El piso de porcelanato símil de madera le daba el toque que a Emilio le encantaba; el color en las paredes era de un rojo escarlata; los dos ventanales en la sala estaban tapados por dos cortinas negras; un juego de sofás blancos, dos pequeños y uno familiar, rodeando una linda mesita. A un costado se encontraba una pequeña biblioteca. Una chimenea, y unos muebles terminaban conformando la misma.

— ¿Les gusta la sala? — habló la mujer, dejando que ambos inspeccionaran cada rincón.

— Para mí es hermosa, ¿Tú qué piensas, amor mío? — se dirigió al castaño.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora