Cap. 38

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La noche había caído y la habitación era iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana, mientras ambos chicos permanecían acostados uno al lado del otro siendo reflejados por la misma, ya que daba justo a sus rostros.

El silencio era cómodo, estaban disfrutando de la grata compañía contraria, sus manos estaban entrelazadas y permanecían con sus ojos cerrados.

El silencio duró unos minutos más, hasta que el menor habló.

— Cuándo tengamos hijos, ¿Cómo te gustaría llamarlos y cuántos quieres que tengamos? — cuestionó en voz baja.

Osorio abrió los ojos, girando su cabeza para ver el rostro perfectamente reflejado de su novio, creyendo firmemente que Joaquín era un ser superior a todos los mundanos por su extrema belleza, no pudo agradecer más a su creador por haberle enviado a tan precioso ángel para él.

— ¿Quieres tener hijos conmigo, mí amor? — preguntó feliz.

El menor asintió. — por supuesto que quiero, tres hijos, dos perros y un gato.

Osorio rió dulcemente.— eso me encantaría, bebé. — dijo  alegre por la respuesta de su pareja. — me gustaría tener una niña y dos niños, los llamaría Connie, Lewis y Daniels. — respondió la pregunta hecha por el castaño. — ¿Te gustan?

— Me fascinaron. Sé que los dos nombres de nuestros hijos serán por nuestros segundos nombres, pero ¿Porqué Connie?

— Así se llamaba mí abuela, Connie Marie Marcos. — dijo acariciando el dorso de la mano ajena con su pulgar.

Joaquín acercó su cabeza al hombro de Osorio, reposándola sobre él luego.

— Es un hermoso nombre, bebé.

— Lo es, cariño. ¿Y a tí cómo te gustaría llamarlos?

— Podría elegir los segundos nombres. — dijo el menor. — Lewis Matthew y Daniels uhm... — frunció el ceño, poniéndose de costado para ver completamente a su novio. — no encuentro otro nombre que combine más que el mío.

— ¿Joaquín Daniels junior? — el rizado sonrió. — creo que podríamos llamarlo de esa manera.

— Por el momento, cuándo piense en otro nombre te lo diré.

Emilio asintió y buscó el calor corporal del castaño, acurrucándose más a él. Se quedaron en silencio nuevamente, sus ojos cerrados, las respiraciones relajadas y el sueño poco a poco apoderándose de sus sistemas.

Fué entonces cuándo el menor murmuró, cayendo lentamente en los brazos de Morfeo.

— ¿Emilio?

Osorio no abrió sus ojos, sólo habló igual de bajo que el castaño, también perdiéndose en la neblina del sueño.

— ¿Sí, mi amor?

Y entonces... Joaquín susurró, bajo, pero audible, tan puro, inocente y dejando que su corazón expresara lo más anhelado.

— Cásate conmigo.










¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora