Cap. 35

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— Yo digo que Madagascar es mejor que El Rey León . — dijo Leidy comiendo lo que había quedado aún del estofado.

— Por favor, Leima. — dijo Osorio ya harto de ese debate que se había formado entre su mejor amiga y su novio.

— Eso es demasiado ridículo, Leidy. — atacó el castaño. — El Rey León es mucho mejor: desde sus gráficos, su orquesta, la historia; la interpretación real de la vida animal. Simplemente es mejor, Dime ¿Cómo es posible que unos pingüinos puedan hacer un motín contra humanos y tomar el mando de un barco?

— Dime en que mundo un León puede ser amigo de su propia comida, un jabalí y una suricata están integrados en la cadena alimenticia de los leones.

— Es más creíble que un león sea amigo de un jabalí y de una suricata que unos pingüinos puedan si quiera manejar un barco. Además de todo lo que sucede al inicio. ¿En qué mundo un León, una cebra, un hipopótamo y una jirafa podrían tomar un tren?

Leidy entrecerró sus ojos en dirección al castaño, frunció sus labios y después bufó.

— ¡Madagascar es mejor, Joaquín!

— Eso es pura bazofia, Leidy.

— ¡Ya, basta los dos! — se quejó el oji-café. — Las dos películas son muy buenas, no está en discusión.

— Por supuesto que está en discusión, Emilio. El Rey León es mejor.

— Que te digo que no lo es. — replicó Leidy.

— No entiendo cómo Elyzabeth puede ser novia de una persona tan testaruda.

La pelinegra abrió la boca indignado. — te pasaste.

Emilio rió y antes de poder decir algo para evitar una nueva confrontación, el timbre sonó.

Emilio observó cómplice a Joaquín y éste salió disparado de la habitación.

— ¡Te gané por abandono, Bondoni! — gritó la pelinegra.

— ¿De verdad seguirás con ésto? — cuestionó incrédulo Osorio.

— Tu novio es un completo peleador, Emilio. ¿No haz visto cuántas veces me contradijo en todo lo que yo decía?

— Joaquín es honesto, siempre dará su punto de vista, en lo que sea. — encogió sus hombros.

— Cómo sea. — chasqueó la lengua. — ¿Esperabas a alguien?

— Así es.

— ¿Se puede saber quién es?

— Está por venir.

Sánchez rodó los ojos para luego chupar sus dedos que habían quedado con residuos de la comida.

En cuánto terminó de hacer aquello, la puerta se abrió y al darse la vuelta, se encontró con dos figuras, uno por supuesto, era el castaño.

Y a su lado, estaba Elyzabeth.

— Ely... — susurró sorprendida al ver a su novia allí.

— Hola, Leima.

Sánchez volteó hacía su amigo, quien sólo le sonrió y encogió sus hombros. Volvió a girar en dirección a la ojinegra y se levantó lentamente del pequeño sofá del Rincón.

— ¿Qué haces aquí, Ely?

— Joaquín me llamó, dijo-

— ¡Fué idea de Emilio! — intervino el castaño. — él dijo que debían arreglarse, así que me convenció que llamara a ricitos.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora