Cap. 49

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El viaje fué más corto de lo que imaginó, no tenía una sola idea de a dónde estaba llevándolo, pero temía preguntar.

Aparcó frente a una casa color Borgoña y apagó el motor.
— Bájate. — musitó Osorio abriendo la puerta de su lado y bajando luego.

El pelinegro lo imitó y con dificultad comenzó a seguirlo.
Osorio se encargó de tocar el timbre y luego de unos segundos, escucharon unos pasos acercarse y posteriormente la puerta se abrió, un peligris de ojos avellanas los observó a cada uno y luego al oji-café.

— ¿Y éste quién es? — preguntó el chico frente a ellos.

— Necesito que lo cures, Diego.

El nombrado elevó una ceja, pero de cualquier manera asintió y se hizo a un lado para dejarlos pasar.

— Por lo menos puedes decirme, ¿Qué rayos le ocurrió para que termine así? — cuestionó guiándolos por un pasillo hasta que llegaron a una cocina. — Siéntate en la silla, iré por mí botiquín.

El peligris desapareció por el mismo pasillo dejando a ambos chicos sólos.

Tragó saliva y usó la manga de su polera para limpiar su vista.

— ¿Porqué me haz traído aquí?

— ¿No es obvio? Para que te curen. — dijo frustrado.

Asintió. — Sí lo escuché, pero ¿Porqué lo haces?

— Tampoco soy un bárbaro para dejarte tirado en la calle, Delco. — soltó buscando algo en su bolsillo. — Mantente quieto ahí, debo hacer una llamada.

Dicho ésto, se fué por el pasillo cruzándose con el dueño de la casa, quién venía con un botiquín.

— Bueno, nene. Es hora de curarte, lávate la cara ahí. — señaló el fregadero. — aquí tienes una toalla limpia.

— Gracias. — respondió e hizo lo ordenado. Una vez que se lavó la cara y la secó, volvió a su lugar.

El tal Diego ya tenía una gasa en sus manos y lo mojó con lo que supuso, agua oxigenada ó alcohol, cualquiera de esas dos opciones, le dolerían.

— Te han dado una buena paliza, ¿Quién ha sido? ¿Qué te ocurrió? — cuestionó acercándose al pelinegro y comenzado a pasarle la gasa.

Ethan soltó un bajo quejido, pero se mantuvo quieto.

— Fué Emilio.

El peligris se detuvo. — ¿Emilio te dió ésta paliza? — dijo incrédulo, el contrario asintió. — ¿Y después te trajo a que te cure? — rió. — vaya, mí primo es un bravucón con sentimientos.

Ethan soltó una risa. — creo que es la primera persona en romperme la cara y luego preocuparse por cómo quedé.

— Emilio no es una mala persona, sólo que es muy impulsivo y luego su corazón de pollo le gana.

— Me merecía ésta golpiza, no te preocupes.

Los ojos avellanas claros observaron los del pelinegro.

— Estoy seguro de ello. Emilio no actuaría de esa manera sin una gorda razón. ¿Qué fué lo que hiciste?

— ¿Eres médico? — cuestionó intentando cambiar de tema.

— No, soy enfermero. — le sonrió. — no eres muy bueno queriendo evadir un tema, ¿Lo sabes? — preguntó presionando la gasa sobre su labio roto haciéndolo lloriquear.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora