Cap. 44

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Rodeó una parte de la edificación ya apartado del lugar dónde anteriormente se encontraba con Ethan y comenzó a caminar de un lado a otro.

— No, no, no, no..., Relájate, Joaquín... Relájate, ésto no es verdad, ésto no ha pasado... — se decía a sí mismo golpeando sus sienes levemente con sus puños. — recuerda lo que la doctora Cameron ha dicho... Debes controlarte, Joaquín... Contrólate... Contrólate... Emilio te ama... Tú lo amas, él me ama, yo lo amo, él me ama, yo lo amo.

El profesor Arenas se hallaba caminando hacía el salón correspondiente a su clase cuándo escuchó unos lloriqueos provenir en dirección a la ala robótica, frunció el ceño y se encaminó hasta allí cuándo vió a uno de sus alumnos teniendo un momento de crisis. No dudó en acercarse hasta él.

— ¿Señor Bondoni? ¿Está bien? — cuestionó tratando de sonar tranquilo, pues recordó que dicho alumno tenía el espectro y no quería aumentar su crisis.

— Él quiere hacerme sentir mal... Es malo, no es mí amigo, un amigo no diría esas cosas ¡Es malo! — dijo Bondoni señalando con su índice a la nada y negando.

El mayor se acercó unos pasos más haciendo que por reflejo el contrario retroceda, levantó sus manos en señal de paz y trató de sonreír.

— ¿Quiere contarme lo que te sucedió? Debe calmarse, señor Bondoni, no le hará nada bien ponerse en éste estado.

— ¡Él es malo, profesor! ¡Es malo! ¡Me dijo cosas malas! ¡Emilio me ama! ¿Qué tiene eso de malo?

— Al contrario, es una maravilla ser amado por alguien, señor Bondoni. — respondió. — ¿Puede seguirme, por favor?

El castaño ladeó la cabeza antes de verlo evitando todo tipo de contacto visual.

— ¿A d-dónde?

— Sígame, por favor.

Dicho ésto, el hombre comenzó a caminar, Joaquín lo observó haciendo una mueca y negó mientras apretaba el tirante de su bolso, pero terminó siguiéndolo.

Se adentraron al instituto y se encaminaron por varios sectores hasta que llegaron a la sala de profesores en dónde, para su suerte estaba vacía.

Arenas dejó su maletín en uno de los sofá y se sentó invitando al menor a que lo imitara.

El de ojitos ámbar hizo lo mismo y se sentó derecho jugando con sus dedos mientras repetía cosas inaudibles para el mayor.

Éste se aclaró la garganta mirándolo para después hablar:

— ¿Que ó quién lo ha puesto en éste estado?

— Ethan Delco, dijo que era mí amigo. — comenzó. — él dijo cosas hirientes hacía mí, me cree tonto y no lo soy ¡No lo soy! — repitió levantándose de su lugar y comenzando a caminar de un lado a otro nuevamente. — no soy tonto, sé cómo son las cosas, soy autista, pero no soy un ignorante.

Asintió en acuerdo. — concuerdo totalmente con usted, señor Bondoni. — dijo juntando sus manos. — ¿Sobre qué quiso hacerlo sentir mal?

Bondoni observó al mayor y luego comenzó a negar.

— Él dice que no estoy seguro de amar a mí novio; que él tuvo otros y que yo no. Él dice que no estoy seguro de que mí Emilio sea el amor de mí vida. — apretaba sus manitos con fuerza.

— Primeramente déjeme decirle algo, señor Bondoni. — se puso de pié acercándose al menor. — si usted cree que la persona con quién está en una relación, es su persona única en el mundo, está en su mayor derecho y está totalmente acertado; segundo, usted más que nadie sabe lo que siente por él, no debería sentirse inseguro en ese aspecto. — encogió sus hombros. — su novio ha tenido relaciones anteriores, ¿Y eso qué? No todas las personas somos iguales, cada una tiene su historia, ¿Tiene algo de malo? Absolutamente no. — Bondoni se giró hacía el mayor, escuchándolo atentamente. — estoy muy seguro que ese chico que le dijo aquello jamás se ha enamorado de nadie, porque una vez que conoces a la persona indicada en tu vida, tu corazón y tu alma lo reconocen y eso no puede cambiarse.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora