Cap. 50

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El tiempo pasaba y ese pequeño, pero cruel y doloroso momento en el que su relación había sufrido esa crisis, parecía jamás haber ocurrido.

Entre los dos, quién siempre había sido el más cariñoso, demostrativo y afectivo por lógica había sido Osorio; no podía ocultar ni un momento el profundo amor que sentía por su pareja hasta el punto en el que el castaño debía decirle que todo tenía su límite, que debían ir paso a paso. Por supuesto, el oji-café había acatado cada orden de su novio al pié de la letra.

Pero lo que nunca hubiera imaginado fué que el castaño, después de aquella pelea, se hubiese mostrado más pegado al rizado de lo que se esperaba. Los señores Bondoni no podían creer el hecho de que su hijo se haya vuelto cariñoso a tal punto de permitirse ser él quién fuese a expresar su amor por el mayor; obviamente, era bien sabido que el castaño estaba profundamente enamorado, pero no era una persona que demostrara su cariño en demasía.

No al menos en público.

Joaquín había decidido por su cuenta, que hoy tendría su primera cita con su novio en un lugar que no fuese su casa ó la casa del contrario.

Así que les había dicho a sus padres que quería invitar a su novio a cenar en un restaurante y tener una noche especial, dónde podrían pasear, ya que los días cálidos habían comenzado a ser habitual en la ciudad.

Sus padres estuvieron algo dudosos. Sin embargo, no dijeron absolutamente nada negativo al ver la emoción que su primogénito tenía.

Bondoni le informó a Osorio que hoy sería especial y que por ello debían verse recién en la noche, cuándo éste pasara por el menor.

Entonces cada uno aprovechó el tiempo para estar con sus amigas. Y desde luego, allí se encontraban los dos menores, en la casa del castaño, probando el postre nuevo que la ojinegra aprendió gracias a su suegra.

— ¿Y estás seguro que quieres ir a un restaurante dónde habrán más personas comiendo? — preguntó la ojinegra terminando de degustar lo último de su plato.

Bondoni hizo una mueca.

— No lo sé, pero no puedo darle a Emilio sólo citas en mí casa ó en la suya, ricitos. Cumpliremos 8 meses de novios. — puso sus manitos en su regazo después de dejar el plato sobre la mesa de café.

— A Emilio no le molesta estar en tu casa ó en la suya cuándo tienen citas. De hecho, todos los días tienen citas, Joaquín. — ladeó la cabeza.

Frunció el ceño haciendo una mueca con sus labios luego.

— El punto es que quiero hacer algo especial para él. Tú y Leidy van a citas nocturnas en las que salen al exterior, Emilio y yo jamás hemos tenido una salida, ¿Entiendes? — dijo sacando un mechón de cabello que tapaba sus ojos. Su look había sido cambiado totalmente. Su cabello naturalmente creció y decidió que le gustaba así, su terapeuta le había recomendado a su peluquero que ya tenía experiencia en trabajar para personas de su condición y no tenía problemas en hacer su trabajo al modo que Bondoni se lo pedía. Por lo que el señor Gillbert sólo debió hacerle unos retoques.— he leído en internet que la rutina y la monotonía eran las razones típicas del comienzo de una relación aburrida y monótona, hasta puede llegar al nivel de una ruptura. Yo quiero que Emilio siga sintiéndose a gusto conmigo.

— ¿En dónde lees esas cosas, ojitos lindos? — cuestionó confundida la ojinegra.

— En una página que se llama comohacerfelizamiamorcito.com — respondió poniéndose de pié y tomando los dos platos usados.

— ¿Y piensas que eso funciona también para nosotros?

— Relaciones son relaciones, ricitos. Además, me han funcionado los consejos. — objetó encaminándose a la cocina para poder lavar los usado.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora