Cap. 11

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No pudo siquiera hablar, ni formular absolutamente nada más después de escuchar las palabras de la mujer, cortó la llamada. Su cuerpo comenzó a moverse sólo, levantándose y tomando lo primero que sus manos tocaban; sentía cómo si sus oídos se hubiesen tapado y sólo un pequeño y agudo pitido se escuchase; era cómo si todo se moviera en cámara lenta, pero realmente estaba moviéndose apresuradamente, no le dió tiempo a su madre para preguntar qué ocurría cuándo dando un fuerte portazo salió de su casa; posteriormente subiéndose a su auto y encendiendo el motor, conduciendo hacía la residencia Bondoni.

No le importó sobrepasar la velocidad, ni respetar los semáforos, mucho menos los bocinazos que fueron enviados en su dirección. Sólo le importaba una cosa.

Una sola cosa.

Una sola persona.

No le importó tomarse el tiempo para apagar el motor, simplemente en cuánto llegó se lanzó hacía el patio delantero, sus pies moviéndose con rapidez, corriendo.

No se tomó el tiempo para tocar el timbre, sus nudillos golpearon con fuerza y velocidad la puerta de la entrada, sin parar, hasta que la misma fue abierta.

— ¿Qué pasó? ¿Que le pasó? ¿Que-

— ¡Emilio! — la mujer chilló lanzándose al menor y abrazándolo con fuerza, su pequeño cuerpo temblando mientras los espasmos del llanto la atacaban arduamente. — m-mi b-bebé

— ¿Salieron a buscarlo? ¿Hace cuánto pasó? ¿Porqué no me llamaron antes?

— U-Uberto salió a buscarlo, he llamado a la policía, vienen en camino. — sorbió su nariz. — mí chiquito ni siquiera conoce éste lugar, no ha salido frecuentemente, mucho menos sólo.

— ¡Dios, Elizabeth! ¿Qué le sucedió? Joaquín nunca haría algo así. — musitó desesperado.

— Tuvo una crisis, é-él-

— ¡Mierda! ¡Saldré a buscarlo! — dijo soltándose del agarre de la mujer y caminando girando para volver a su auto.

— ¡Por favor! ¡Emilio! ¡La policía vendrá aquí y nos ayudarán a buscarlo! — intentó retenerlo.

— ¡Voy a buscarlo! — contraatacó liberándose de las manos de Elizabeth para luego correr hacía su auto y subirse en él.

Sus manos temblaban, sentía el miedo recorrer todo su cuerpo, la angustia que sentía ya lo había hecho quebrarse en llanto, pero no iba a detenerse por nada.

Él encontraría a Joaquín.

La ventanilla estaba baja y sacó su cabeza por ella mientras recorría las calles.

— ¡Joaquín! ¡Joaquín! — gritaba, el frío se colaba por sus huesos, pero le importaba una mierda todo en ese momento. — ¡Joaquín! — gritó con más fuerza. — ¡Mierda! — dió un golpe al centro del volante.

Decidiendo que necesitaba más gente que lo ayudase, sacó su celular del bolsillo y con dedos temblorosos buscó el contacto de su mejor amiga hasta que dió con él. Tuvo que llamar dos veces antes de tener una respuesta.

Emilio, ¿Sabes que jodid-

— ¡Joaquín se perdió! ¡Escapó de su casa! — dijo conmocionado, estaba a nada de volver a largarse a llorar nuevamente. Un sonido algo brusco se escuchó desde la otra línea, cómo cosas moviéndose.

¿En dónde estás?

Salí a buscarlo, estoy entre las calles Leeds y Yorkshire.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora