36. UN MAL ENTENDIDO

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Lucciano sonrió al verla ahí indefensa y a disposición suya, fue al  pequeño mini bar cogió unos cubos de hielo y se acercó a ella, la miró fijamente a los ojos.
— Cierra  los ojos y siente me, deslizó muy despacio el hielo por sus labios. Lo fue bajando por su cuello, Luggina se estremeció no por el frío del hielo, era la excitación que estaba en su interior quemando del deseo que Lucciano despertaba en ella. Un
Ese cubito de hielo llegó a sus pezones, Lucciano hizo círculos en la areola y esos botones se endurecieron por la sensación del frío.
Lucciano pasó su lengua, los acarició y luego los succionó así duros y fríos.
— ¡Mmm! Deliciosos. — Susurró entre ellos, Luggina gimió al sentir esa boca caliente sobre sus pechos, arqueó su espalda, quería más.
Lucciano siguió deslizando ese cubo de hielo por el vientre y así lo fue bajando poco a poco hasta ese botón duro, acarició y masajeó delicadamente, Luggina se removía ahí en su lugar, deseaba presionar sus piernas pero no lograba hacerlo.
Lucciano la miraba embelesado.
— ¿Que deseas niña mala? Pídelo con tus palabras y lo tendrás.
Pronunció Lucciano con su voz magnética y ronca.
Luggina gemía, y entre susurros, pidió.
— Daddy, daddy, no aguanto más, daddy tómame ya.
— ¿Deseas sentirme dentro de ti?
— !Sii! Lo deseo y mucho.
Lucciano siguió con su recorrido hasta llegar a sus pies.
Estaban realizando uno de sus sueños.
Lucciano caminó al mini bar cogió una botella de champagne la abrió y muy despacio empezó a regar la encima de ella, Luggina estaba tan caliente que sentía muy refrescante y excitante ser recorrida por ese líquido frío.
— Voy a beberla servida en tu cuerpo.
Regó un poco más en su vientre, y empezó a dar pequeños besos y a succionar su piel, a lamer cada parte de su cuerpo, Luggina estaba tan excitada, su respiración era agitada, se removía y arqueaba su espalda y se retorcía más.
— Lucciano, Lucciano. Por favor.
Lucciano vació un poco más del frío líquido en sus pechos, y bebió de ellos, los lamió, mordió suavemente, los succionó como un hambriento.
— ¡Mmm! Lucciano, ya no aguanto más.
Lucciano siguió jugando en sus pezones mientras uno de sus dedos lo hacía en su entrepierna.
Luggina movía sus caderas, su cuerpo se tensó, sintió una especie de corriente recorrerlo.
- ¡Aaaah! Lucciano.
Lucciano acarició más fuerte ese botón duro, mientras su boca devoraba sus pechos.
Luggina arqueó su espalda, levantó sus caderas y la mano de Lucciano fue bañada por un manantial brotado de su fuente favorita.
Lucciano quitó el resto de su ropa y se posesionó entre sus piernas y jugó con su duro mástil en esa entrada a su paraíso.
Luggina se estremeció al sentir esa tibieza rozar la, movió sus caderas para ir a su encuentro y Lucciano la penetró fuerte y profundo de una sola estocada.
— ¡Aaaagh! Lucciano. — Un gemido tan fuerte salió de los labios de Luggina, pronunciando su nombre.
Lucciano siguió entrando y saliendo, mientras Luggina salía a su encuentro.
El apoyó sus manos a cada lado de ella y volvió a tomar sus pechos, continuó embistiendo la tan fuertes , que sus respiraciones eran agitadas, Luggina sintió nuevamente tensar su cuerpo y esa sensación recorrer lo todo.
— ¡Aaah! Lucciano, dale más no pares, no pares.
El continuó sus movimientos hasta sentir estremecer el cuerpo de su mujer bajo de él, y sentir ser bañado nuevamente por ese néctar de la pasión.
Continuó embistiendo la hasta que el sintió que no podía más y se corrió nuevamente en ella.
Sintió como era succionado por ese coño caliente, que lo dejaba seco, y sin aliento, apoyó su frente mojada a la de ella y poco a poco salió de su interior.
Sus respiraciones se fueron normalizando poco a poco.
Lucciano soltó las manos y los pies de Luggina, y la llevó a su pecho, acarició sus cabellos, y mientras ella se dormía, din que él se diera cuenta.
A Lucciano nuevamente llegaron los recuerdos de esas palabras.
— No quiero que un secreto nos separe mi brujita.
Susurró pensando que Luggina lo escuchaba, al no tener repuesta la miró y vio lo dormida que estaba.
Lucciano sonrió y de a poco se quedó dormido.
El ya se había despertado y vió lo dormida que seguía Luggina, fue a ducharse y más tarde bajó a prepararle el desayuno, notó que últimamente dormía mucho y comía poco.
Llevó el desayuno y lo dejó en la mesa de noche, dejó una nota y salió a su oficina.
Luggina sintió la puerta cerrarse y se despertó, miró el desayuno y sonrió, leyó la nota y se dispuso a probar muy poca comida.
Su teléfono sonó, y vio que era Miguel Ángel quien la llamaba.
— Ya te estoy esperando mi peque.
— Enseguida bajo.
Luggina dejó todo se metió al baño y se duchó lo más rápido que pudo.
Se cambió y bajó para irse con Miguel Ángel a su departamento, tenía que saber que información tenía Stéfano en ese archivo.
Subió al auto y salieron de ahi.
— ¿Cómo te has sentido mi peque, cómo sigues con tus malestares?
— ¿Trato de aguantarlo para que Luciano no me vea así en ese estado, pero no dejo de dormir demasiado me da mucho sueño.
— Hoy vamos al hospital para que te hagas una prueba, y sales de dudas. No quiero arriesgarme a que tengas otra cosa y empeores.
— Cómo ordene señor.
Le respondió una sonriente Luggina.
Llegaron al edificio Miguel Ángel bajó primero para abrir la puerta y ayudar a que ella baje.
Luggina sintió mareo y náuseas, que Miguel Ángel la sostuvo de la cintura y esperar a que se recupere, Luggina descansó su cabeza en el pecho de Miguel Ángel, y este la abrazó.
La cargó nuevamente en brazos y la llevó al ascensor.
Llegaron al piso y Luggina devolvió todo nuevamente, manchando su ropa al igual que la de Miguel Ángel.
La llevó directo al baño de la habitación que usó primero Bianca, la dejó que se cambiara y el fue a la suya hacer lo mismo.
Luggina tomó una camisa de Miguel Ángel para ponerse hasta que su ropa esté seca.
Luego ella salió con una camisa por de bajo y un camisón de Bianca puesto encima.
Y mientras empezó con la investigación del segundo archivo que faltaba.
A medida que leía la información sus ojos se cristalizaron.
— A mi padre Alessandro lo dieron por muerto y estuvo en coma el mismo tiempo que mamá.
— ¿Miguel Ángel, qué fue lo que ocurrió aquella vez? ¿Tan grave es que no me han podido contar?
Miguel Ángel miró a Luggina y sintió pesar verla como cada día se quebraba por ese confuso secreto que había en el pasado de su familia.
— Peque tú eres fuerte, y descubras lo que descubras aquí en estos archivos, tienes que afrontarlo, tú eres fuerte yo vi crecer a una mujer fuerte.
— No sé que me falta por descubrir Miguel Ángel, pero ya siento que no será nada bueno. Y esto me va a debilitar.
Siguieron pasando el informe de los exámenes médicos y encontraron resultados positivos de una droga.
— ¡Miguel Ángel! Mi padre al igual que mi madre fueron drogados. No quiero pensar y no quiero imaginarme lo que ocurrió,  no quiero ni pensarlo, tengo miedo Miguel Ángel.
— Tranquila mi peque. Yo estaré siempre contigo. Siempre a tu lado recuerda, no estás sola en esto.
Siguieron y encontraron los resultados de la prueba de ADN, entre ella y Alessandro.
— Soy una Berlusconi de sangre.
— Ves mi peque. Eres una hija de los Berlusconi.
Luggina lo miró y sintió un apretón en su pecho.
 — ¡Si soy la hija de Alessandro! No entiendo ¿Soy hija de Alessandro y mi mamá estando embarazada de él, se iba a casar con ese tal Donatello?
Cuestionó Luggina muy confundida. Y continuó
— ¿Sabes? Que de niña solo me acostumbré a decirle tío papito, y después descubrí que era su hija biológica. Pero nunca lo confirmé hasta ahora, crecí y no le tomé importancia, simplemente me sentía afortunada de tener a dos papás pero un día de pronto en mi mente creció ese pensamiento.
— ¿Cómo era posible eso? No lo entiendo Miguel Ángel, no veo a mi mamá acostándose con uno para casarse con otro.
— Esa duda solo él te la puede aclarar, o tú mamá.
— ¿Y mi papá Stefano? No entiendo cómo él pudo aceptar algo así, ¿Tan grande es el amor que le tiene a mamá que aceptó una mujer embarazada de uno y a punto de casarse con otro?
— No sabemos cómo son las cosas peque, tienes que hablar con Alessandro, solo él puede decirte que pasó, Stefano te explicará lo que el tiene en su expediente y Alessandro en este.
— Este es el primero que quiero saber, y luego iré con mi padre Stéfano.
El timbre sonó y Miguel Ángel fue quien abrió.
Lucciano lo miró con la camisa desabrochada el cabello húmedo y miró por encima del hombro y vio a Luggina con el camisón.
Lucciano sintió su mundo romperse en mil pedazos por mal interpretar lo que terminaba de presenciar.
— ¡Nunca lo creí de ti, Luggina! Creí que eras diferente, distinta y eres igual que todas.
— ¿Pero qué estás diciendo Lucciano? ¿Porqué estás diciendo todo eso? Todo tiene una razón de ser, todo tiene una explicación nada es lo que parece, ni lo que te estás imaginando, Lucciano..
Lucciano se dió vueltas y salió de ahí sin querer escuchar una explicación, y sintiéndose el más completo imbécil de todos.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora