24. SOLO CONTRATO

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Lucciano luego de pedirle a Dayanara que se fuera, subió a su habitación y se quitó la ropa y decidió darse un baño. Se arregló para ir a la mansión Pierre, donde Alessandro y Stéfano les pidió que estuviera presente.
Todo ocurrió con tranquilidad hasta la hora de irse.
Lucciano y Luggina en un completo mal entendido del cual él no tenía idea de lo que pasaba por la cabeza de Luggina.
La subió a su auto y se la llevó sin dirección exacta.
Lucciano manejó sin importarle los berrinches de Luggina.
— Puedes hacer el favor de parar el auto ¿quien te crees que eres? ¡Quiero bajarme de este auto!
Lucciano manejaba como si no escuchara nada siguió con la mirada al frente.
— ¡Que pares el auto carajo!
Lucciano la miró y continuó.
Luggina no dándose por vencida, siguió maldiciendo.
Lucciano llegó a la casa de la playa, se bajó del auto y ayudó a Luggina.
— Por favor vamos hablar.
— Tu y yo no tenemos nada de que hablar, no tenemos una relación que arreglar, simplemente es un contrato que cumplir y así que no entiendo qué hago aquí.
— Solo quiero aclarar las dudas. No sé qué es lo que te pasa ni por qué estás tan enojada ¿Por qué me odias tanto?
— ¿Y todavía preguntas que por qué te odio tanto? ¿ Es en serio? ¿En serio me estás preguntando eso? Me engañaste con el contrato, me hiciste firmar una cláusula que yo no leí.
— Dime si tú también fuiste honesta en tu contrato en las cláusulas que yo no leí.
Luigina se quedó mirándolo, abrió y cerró la boca, no pudo pronunciar palabra pues sabía que también había hecho trampa.
— Lucciano yo no quiero casarme contigo, siempre soñé casarme por amor, mi padre me dijo siempre que no sería una moneda de cambio en los negocios, que siempre sería libre de escoger al hombre con el que desearía casarme, llegas tú y me tienes atrapada en un maldito contrato por chantaje, me chantajeas con algo que a mí me gusta, sabes que la sociedad es implacable señala por hacer lo que tú quieres, vivo señalada por hacer lo que quiero sin importarme, pero sabes muy bien que si esto se llega a saber arruinaría mi familia, no económicamente, pero sí moralmente y te agradezco que me estés ayudando pero no me quiero casar contigo.
Lucciano la miró fijamente.
— Mira niña, te casarás conmigo, quieras o no. Está bien, lo de la cláusula lo arreglaremos a cambio tú me dejarás leer tu contrato, Si tú no me dejas leer tu contrato, yo no cambio la cláusula.
— Eres un imbécil, te odio, te odio Lucciano Lombardi.
Luggina dio golpes en el pecho de Lucciano y salió corriendo.
Corrió tanto que tropezó y cayó de bruces con el tobillo torcido.
Lucciano que corrió tras de ella, logró alcanzarla, se puso a su altura y miró su pié entre rojo y violeta por la torcedura.
— Te has lastimado tu pie Luggina. Mira como lo tienes, te llevaré al médico.
Luggina lo empujó y trató de ponerse de pie y caminar pero su intento fue fallido. Nuevamente estaba en el suelo.
— ¿No sé por que eres tan terca?
— Yo terca y tú ciego. ¿Acaso no ves que no te soporto y no quiero estar cerca de ti?
— Pues tendrás que soportarme por un año, y entonces estarás libre y feliz sin mí presencia.
Luggina sintió un estrujó en su corazón. Pero si aún así, no quería admitir que muy en el fondo de su corazón, estaba molesta por lo que vió y escuchó.
— ¿No entiendo por qué yo? Si te vi, con tu no de que, muy romántico haciendo te, declaraciones de amor.
Lucciano la miró y una sonrisa se dibujó en sus labios, su corazón se aceleró solo de imaginar que esa pequeña bruja estaba celosa de Dayanara.
— No se que viste o escuchaste pero si viste algo, Todo lo malentendiste, entre Dayanara y yo, ya no hay nada que nos una, absolutamente nada. Ella es parte de mi pasado.
Luggina lo miró y vio sinceridad en sus ojos verdes.
Pero aún así no estaba dispuesta a demostrarme que le agradaba esa idea de que entre ellos no había nada.
— No me interesa lo que tengas con ella, o tuviste, lo único que quiero es que me liberes de ese contrato que me hiciste firmar.
— Del contrato no te puedo liberar pero de la cláusula así siempre y cuando me dejes leer lo que me hiciste firmar.
Luggina vio que no podía hacer nada para convencerlo. Y tomó la decisión.
— Bueno si quieres casarte, vamos a casarnos ya, para que desde ya, empiece a correr el tiempo y liberarme de ti lo más pronto, no quiero esperar más, no quiero fiesta, no quiero celebración, no quiero nada.
Lucciano la miró sorprendido.
— ¿Lo tomas o lo dejas? Es hoy o no es nunca.
Lucciano no se esperaba esa petición.
— Vamos por tus padres.
— ¡No! ¿No entendiste cuando dije que no quiero nada?
Lucciano la tomó en brazos y la llevó al auto. Subió en el y fueron directo al hospital para la revisión del tobillo.
Luggina en completo silencio se dejó llevar. Llegaron y nuevamente la tomó en sus brazos esta vez Luggina se abrazó a su cuello percibiendo el olor de su piel.
Sus alientos se mezclaban estaban, tan cerca que casi sus labios se rozaban, sus miradas eran intensas.
Muy despacio Lucciano fue acercando sus labios a los de ella sin dejar de mirarla, Luggina tragó el nudo en su garganta y ansiaba pronto ese beso que nunca llegó.
— Pronto estarás bien.
Le susurró muy cerca de sus labios.
Luggina no soportó más ese deseo y fue ella quien terminó uniendo sus labios a los de Lucciano.
Lucciano correspondió a ese tan deseado beso.
Su beso fue tan intenso Lucciano se abrió paso es su boca, deseaba ser correspondido tanto como Luggina.
Ambos desearon ese beso, y se perdieron en el.
La falta de aire los hizo separarse, y muy despacio lo hicieron, Luggina miró intensamente a Lucciano y.
Plas, el rostro de Lucciano se giró de la bofetada que recibió.
— ¿Acaso eres loca? - Preguntó Lucciano algo sorprendido.
— ¡Tu! Tú me pones de los nervios.
Lucciano caminó con ella hasta llegar a la sala de emergencias para que revisaran ese tobillo.
Mientras revisaba a Luggina, Lucciano llamó a Anna para decir que no estaría disponible para seguir con lo de ser suplente de profesor.
Regresó al interior de la sala de emergencias ya Luggina estaba con el pie enyesado.
Nuevamente en brazos del hombre que odia, es llevada al auto para llevarla a casa.
— ¿Tu departamento o el mío? — Luggina lo miró sorprendida por la pregunta.
— ¿Que estás diciendo? Por supuesto que a mi departamento, jamás me iría al tuyo.
Lucciano tomó su teléfono y marcó un número.
— Mirtha. Por favor prepárame una maleta y me la vas a llevar a la siguiente dirección que te voy a enviar.
Luggina no creía lo que escuchaba.
— ¿¡Te volviste loco!? Yo no te quiero viviendo en mi departamento, voy a llamar a mi nana para que me cuide.
— ¿Y no te da pena interrumpir las vacaciones de tu nana, solo para que venga a cumplir tus caprichos? Y teniendo quien te cuide.
Luggina lo fulminó con la mirada.
— Pues entonces me cuidará Miguel Ángel, así que por favor no te molestes en decir que me vas a cuidar, tienes compromiso en la universidad.
— Por eso no te preocupes, ya todo está solucionado, y no te da pena interrumpir el romance de tu mejor amiga con su novio.
Luggina volvió a fulminar lo con la mirada y se mordió el labio inferior.
— ¡Ves¡ No tienes a quién llamar. ¿Porqué vas a interrumpir sus planes.?
— Entonces llévame a casa de mis padres.
Lucciano la miró.
— ¿Tanto te molesta mi presencia?
Luggina sintió pesar por las palabras de Lucciano.
Tragó el nudo en su garganta. Lo que realmente sentía era miedo de quedarse a solas con ese hombre que le hacía estremecer el último átomo de su cuerpo.
— No tienes que preocuparte por mi, no está en el contrato.
— Pues claro que tiene que ver, ante todos soy tu prometido y es lógico que un novio cuide a su novia.
— No quieres perder una ¿Verdad?.
— Cuando se trata de ti. No.
Luggina no dijo nada más, y se dejó llevar llegaron al departamento ya Mirta estaba con la maleta de Lucciano para entregarla.
Lucciano llegó y cogió a Luggina para llevarla al ascensor, llegaron al piso entraron y la dejó en el sofá.
— Gracias Mirta, por favor prepara algo por que la familia está por llegar.
— ¿Les avisaste a mis padres?
— Si, ya vienen, y no te preocupes ya hice pedido de la despensa.
— Gracias, pero no tenías que molestarte.
— Eres mi novia, y serás mi esposa, tengo que cuidar de ti.
— Lucciano.
Sus palabras fueron interrumpidas.
— Ya se, se que solo somos contrato pero viene tu familia y quiero que se dé cuenta de que estamos enamorados. Recuerdas la cláusula de aparentar frente a la gente.
Luggina sintió un mal sabor de boca, tanto repetir que solo era por el contrato, que escucharlo de Lucciano no le pareció muy agradable.
— Voy a mi habitación. — Dijo levantándose del sofá. Lucciano intentó cargarla en brazos para llevarla, pero ella se lo impidió.
— ¡No! No me toques, tengo que aprender a valerme por mi misma para que pronto tu, te vayas de aquí. — Habló son mirarlo.
Como pudo caminó y se fue a su habitación, mientras Lucciano la vio irse.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora