46. SÉ MADRE

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Una semana después.
Pía estaba como empleada de limpieza del edificio donde estaban las oficinas de la agencia de investigación internacional.
Pía se encargó de investigar los horarios de Salida de Lucciano y confirmó sin entender el por que, cada noche caminaba por la playa y lanzaba un lirio blanco al mar.

Cinco años habían pasado para Lucciano y Luggina. Cada quien vivió su dolor en esos cinco años de forma diferente.
Lucciano sufriendo cada día mirando al mar. Y Luggina creyendo en lo que esas fotos le dieron entender, Lucciano traicionando la, con Dayanara.
— ¡Laura!
— Señor. ¿Desea algo más?
— Cancela todo lo del resto de la tarde y no me pases a nadie.
— Está bien señor.
Lucciano se encerró en la oficina y empezó a beber.
Seguía haciéndolo sin llegar a embriagarse.
Horas después salió como de costumbre subió a su auto y fue a la playa. Caminó por largo rato y como un ritual en su vida, lanzó el lirio al mar.
Pía lo siguió o muy de cerca ya estaba todo preparado para el secuestro.
— ¡Ay! ¡Ayyy! Ay, mi tobillo me rompí mi tobillo.
— Lucciano corrió guiándose por los gritos.
— ¿Que le sucede señorita?
Fue lo último que pronunció y su mundo se tornó oscuro.
Miguel Ángel salió detrás de los peñascos y dio un fuerte golpe en su cabeza. Ya Lucciano inconciente le  inyectaron tranquilizante para que no despierte.
Luggina estaba con los nervios a flor de piel. Tener nuevamente al padre de sus hijos frente a ella era algo que no tenía planeado, pero por cosas de la vida ahí estaba esperando.
— Mamá, Lui estará bien. ¿Verdad?
Interrogó Eitan Lucciano.
—  Claro que si, mi niño. Ustedes cuatro crecerán juntos. Se los juro si está en mis manos cumplir esa promesa lo haré.
El timbre de su celular sonó y vio el nombre de Miguel Ángel.
— Misión cumplida, peque.
Luggina suspiró profundo y abrazó a sus pequeños.
Los pecos durmieron  Miguel Ángel y Pía pasaron la Lucciano al sótano de la casa donde Luggina lo acondicionó como un salón de ensayos de danzas.
Lucciano fue acostado en una enorme cama y atado a ella con los ojos vendados.
Luggina lo miró por largo rato y recordó cada momento vivido, cada aventura compartida. Sus lágrimas rodaban por sus mejillas, y el recuerdo de las fotos también llegó a su mente.
Lucciano empezó a removerse en la cama y el corazón de Luggina dió un vuelco en su pecho. Y salió de aquella habitación
— Mig, te juro que jamás pensé en volver a ver a Lucciano.
— Hay algo muy extraño en el comportamiento de Lucciano, toda esta semana fue a la playa a tirar un lirio blanco al mar. — Habló Miguel Ángel y Luggina se sorprendió
— ¿Un lirio blanco al mar? Es extraño.
— ¿Cuando empezarás con el abuso que piensas cometer? — Pregunta Miguel Ángel con sorna, y Luggina lo fulminó con la mirada, mientras Mig sonreía.
— Primero iré al médico a confirmar cuando son mis días fértiles para estar segura, necesito embarazarme lo más pronto posible.
— Bien mañana te llevaré a un médico, necesito ver a mi pequita jugar y correr con sus hermanos.
— Es lo que más deseo yo, ver a mi niña jugar y con su cabello largo como lo tenía antes me duele el alma verla con esa pañoleta en su cabeza.
La pequeña Luiginna había perdido su cabello a causa de las quimioterapias, Luggina estaba abrazada a Miguel Ángel llorando por su impotencia de no poder arrancar de su hija ese mal.
Sus sollozos fueron silenciados por una voz con tono apagado.
— ¿Por que estás abrazando a mami? Mami no es tuya, mami es de papi.
Miguel Ángel se puso a su altura y la cargó.
— Claro que tu mami es de papi, eso lo sé muy bien y ¿Sabes por qué?
— Mm, no lo sé tío Mig.
— Por que mami siempre esperará que papi vuelva. ¿ Deseas ver a papi?
Luggina trató de callar a Miguel Ángel, pero las lágrimas le ganaron y terminó callando.
— Mig, por favor no.
— Se madre Luggina, se madre y deja ese orgullo de mujer herida. Imagina que no necesites embarazarte, y si sean compatibles, vamos a perder nueve meses Luggina, nueve meses es mucho tiempo.
— Miguel Ángel...
— Se que deseaste ser tú y ellos nada más, pero la vida no es así Luggina, la vida no te está dando esa opción de ser tú y ellos contra el mundo, la vida quiere que ellos tengan a su padre. Por qué no quieres entender lo que te está pasando, lo qué le está pasando a la pequeña Luiginna. Ella necesita de su padre ya, ahora, no después de nueve meses.
Luggina salió de esa habitación y bajó al sótano. Prendió música se colocó una peluca negra y una máscara, empezó a bailar con sus movimientos sensuales, se acercó a Lucciano que estaba atado a la cama en una posición entre sentado y acostado. Se acercó quitó la venda de sus ojos y se encontró unos con reflejos tristes y sin brillos.
Sus miradas se profundizaron y muy despacio Luggina unió sus labios a los de él, en un sueve roce a través de la tela que lo tenía amordazado, su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo.
"¡Dios! Esta más sexy con esos cabellos platinado, hay tristeza en sus ojos " - Pensó.

Lucciano
Despertó con un fuerte dolor de cabeza, y lo último que recordó fue que una mujer gritó pidiendo ayuda.
—¡Carajo! Estoy secuestrado, pero ¿Por qué? No lo entiendo.
Amordazado pasó un buen tiempo sin saber dónde estaba.
No tenía idea de quién lo secuestró, escucha abrir la puerta y encender la música a todo volumen, esa canción era Perfect de Ed Sheran.
Luggina empezó a acariciar lo, sin pronunciar palabras, besó su cuello, subió al lóbulo de su oreja mordió suavemente, buscó sus labios y sintió un leve rechazo pero ella acunó su rostro entre sus manos y profundizó ese beso tan anhelado por años.
Lucciano respondió y se abrió paso a su cavidad, sus lenguas se reconocieron y se juntaron en esa danza erótica que encendía sus cuerpos, Luggina quitó su vestido y se posó a horcajadas encima de él, restregando se sobre su dureza, se inclinó y rozó sus pechos sobre los labios de Lucciano, este capturó uno de ellos y lo succionó tan fuerte que un gemido salió de sus labios.
— ¡Aaaagh! — Luggina se tragó el nombre que estuvo a punto de salir en ese gemido.
Nuevamente buscó sus labios, mientras que con sus manos abría el pantalón y lo bajaba como podía.
Luggina desnudó por completo a Lucciano y nuevamente se posesionó encima de él, mordió suavemente su cuello y lo besó con tan grande deseo de ser poseída por el.
Su entrepierna estaba palpitando por ser llena de ese hombre que siempre le desató el más pequeño de sus átomos en deseo.
— Lugg, ¡Aaa! mi bruja. — Susurró entre gemidos, Luggina continuó y se posesionó en su entrada y muy despacio se fue hundiendo en el.
Lucciano quería negarse, no sentir ese deseo tan ardiente que sentía no podía verla pero sentía y percibía el aroma de su piel, no podía tocarla pero sentía esa tersura y suavidad en cada roce que le daba esa desconocida.
Probó uno de sus pezones por un momento creyó que era ese con el que siempre se deleitó.
" No, no eres tu" — Se dijo mentalmente.
Sintió ese pezón más grande, y esos pechos un poco mas flácidos.
Luggina continuó restregando se, y adentrándose más profundo estaba tan estrecha como lo era antes.
Estando todo dentro de ella tiró su cabeza atrás, sentía un placer tan desbordante recorrer su cuerpo y empezó a cabalgar lo.
Sus movimientos eran sincronizados, Lucciano terminó cayendo atrapado en esa vorágine de deseo por esa desconocida que lo tenía prisionero y como su juguete sexual.
Luggina besaba y mordía los labios de Lucciano y este correspondía a cada caricia, atado de manos pero sus labios hacían muy bien su trabajo.
La canción se repetía una y otra vez
Photograph de Ed Sheran.
Era como un himno a esa entrega que deseaba no se acabara nunca.
Sus cuerpos sudados y sus respiraciones agitadas eran señal de que estaban próximos al fuerte orgasmo que recorrió sus cuerpos.
Luggina se corrió y seguida de Lucciano que se vació dentro de ella. Luggina pegó su frente en el pecho de Lucciano y podía escuchar los latidos de su corazón, tenían la respiración agitada, y Luggina poco a poco fue cayendo a un lado, se deslizó lejos del tacto de Lucciano, y se quedó quieta, deseo de todo corazón, quedar embarazada, en esa frustrante entrega ¿Que si lo disfrutó? ¡No! Claro que no disfrutó esa entrega por que fue forzada, planeada para un propósito, no había pasión ni una entrega total de parte de ambos.
Por qué mientras lo hacían cada uno estaban metido en sus pensamientos.
Luggina deseando quedar embarazada, y Lucciano creyendo y deseando que esa desconocida fuera Luggina.
Muy despacio se levantó se vistió y salió de la habitación, para irse a la suya.
Se duchó y se fue a la habitación de Lui.
— Mamita. ¿Será que pronto veré a mi papito? Tío Mig dijo eso, y yo le creo.
A Luggina se le estrujó el corazón al escuchar a su pequita reclamar a su padre.
— Si mi amor pronto lo vas a conocer
Luggina. Volvió a recordar las palabras de Miguel Ángel.

— Se madre Luggina, se madre y deja ese orgullo de mujer herida. Imagina que no necesites embarazarte, y si sean compatibles, vamos a perder nueve meses Luggina, nueve meses es mucho tiempo.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora