44 AVENTURA ESCOLAR

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— !Niños! Se comen todo, hoy es su primer día de clases y tienen que estar llenos de energía.
— ¡Sii!. — Todos gritaron al unísono.
Tres años más habían pasado, ahora estaba listos para su primera aventura escolar.
Cinco años habían pasado, cinco años en los que Luggina había tratado de olvidar el dolor del engaño y la traición de la cual ella sintió ser objeto.
— Tío Mig, ya estamos listos para nuestro día de colegio.
— ¡Perfecto! Mamá, Pío y yo los llevaremos.
Los pecos corrieron a abrazar a su tío y luego salieron como soldados en fila al auto, tipo Buceta.
Cantaban y reían felices, así fue el trayecto al jardín de infantes.
Bajaron muy ordenados, pidieron sus mochilas y loncheras y caminaron seguidos por sus tíos y madre.
— Buenos días maestra.— Saludaron .
— Niños Larusso, bienvenidos al salón de clases pasen y tomen asiento.
Los niños giraron y miraron a sus tíos y se despidieron, luego de su madre.
— Adiós mami, no te preocupes yo cuido a mis hermanos y a la princesa Janna Luiginna.
— Perfecto mi amor, eres el hombre de estos tres pequitos.
Luggina sintió estrujar su corazón era la primera vez que los dejaba con personas desconocidas.
— Tranquila mi peque, ellos saben protegerse entre sí, son un equipo, has echo un buen trabajo con ellos.
— No solamente, yo ustedes como sus tíos también tienen mucho que ver con la educación de ellos.
Miguel Ángel abrazó a Luggina para tranquilizarla, y a este abrazo se unió Pía.
— Yo soy la tía Pío, y me encanta consentir a esos Pecos.
Salieron y fueron al auto para volver cada quien a sus respectivos trabajos.
— Mi Prince. ¿Creí que dirías que solo nos quedaríamos aquí tres años? Y no es que te reprocho, como dijiste que no pasarías aquí con ellos.
Luggina suspiró y miró al cielo. No quería salir de ese paraíso que tanto le gustó.
— ¡Si, nos tenemos que ir de aquí! Será a Francia.
Miguel Ángel la miró por el retrovisor.
— ¿Francia? ¿Por qué Francia?
— No pienso volver a Italia, Miguel Ángel. No después de todo lo que descubrí de mi familia.
— Respeto tu decisión, pero tus hijos tienen derecho a saber que tienen una gran familia que seguramente no saben que ellos existen, y los estás privando de ver crecer a sus nietos y de esos nietos, ver a sus abuelos y ser consentido por ellos.
A Luggina se le cruzaron las ideas.
— Miguel Ángel por favor, como voy a presentarme a ellos después de tantos años ausente y decirles aquí estoy por que he llegado, y ellos son mis hijos.
— Lugg, escucha a tu corazón. No sé cuál es la razón por la que te alejaste de tu familia, y no te estoy pidiendo que me lo cuentes ya lo harás en tu momento y cuando te sientas preparada pero Miguel Ángel tiene razón tus hijos necesitan ser mimados por sus abuelos y esos abuelos necesitan ver a sus nietos, y recibir el amor de ellos.
A Luggina se le rompió más el corazón al escuchar esas palabras.
— ¡No puedo! No puedo volver y mirarlos a la cara, a los ojos y hacer que nada pasó. Y Lucciano, Lucciano me traicionó.
— ¿Lucciano? ¿Quién es Lucciano?
Miguel Ángel miró a Luggina y luego a Pía.
— Está bien, no pregunté nada.
— Lucciano es el padre de mis hijos y no sabe que ellos existen. Y nunca se acordó de buscarme, el tiene una agencia de investigación internacional, y si no quiso encontrarme es por que está con la mujer esa.
— Está bien puede estar con esa mujer pero tiene derecho a saber que tiene cuatro hijos.
Expresó Miguel Ángel mirándola por el retrovisor de ves en cuando.
— ¡ Ya! Por favor, ya. Miguel Ángel Tú sabes lo que yo sufrí al principio. Que a fuerzas, tuve que hacer que nada pasaba, y tratar de llevar una vida normal por mi embarazo, por mis hijos y no quiero arruinar mi tranquilidad de tener que compartirlos con Lucciano. Si aún seguimos así es por que el no a querido encontrarnos. Y seguro ya hasta se casó con....
Luggina frunció el ceño y sus labios del coraje de imaginar a Lucciano en brazos de la Dayanara.
Luggina llegó a las instalaciones de la escuela de danza y Pía a la supervisión del personal de los hoteles y cabañas.
Cada uno siguió su ritmo de trabajo hasta que llegó la hora.
Mientras el el jardín de infantes, los pequeños niños Larusso comenzaban su primer día laboral.
— ¡Hola! — Se acercó un pequeño niño rubio de ojos azules a Luiginna.
— ¡Hola! Mi nombre es Luiginna, pero me dicen Lui.
— Mi nombre es Bruno Ferrer, y me puedes decir Bru, eres muy linda tus labios parecen cerezas.
La pequeña Luiginna sonrió y sus cachetes regordetes se tiñeron de rosa intenso.
A lo lejos unos ojitos a aceitunados se achicaron mirando en esa dirección, se acercó muy despacio.
— No molestes a mi Lui. — Un celoso Eitan Alessandro, marcando territorio para proteger a su hermana.
— Es mi Lui, por qué yo la vi primero. — Se defendió Bruno din saber nada de su parentesco.
— No puedes decir que la viste primero, yo la conozco desde que se formó en la panza y tú eres un extraño recién aparecido.
Eitan Lucciano estaba en una posición protectora discutiendo con el pequeño Bruno.
— Itan, tú no tienes derecho de tratar así a mi amigo. — Dijo una casi enojada Luiginna.
— ¡Te está molestando!. — Sentenció Eitan Lucciano
— No la estoy molestando. Nos estamos conociendo. — Se defendió Bruno.
— Nos vamos Lui. — Eitan Lucciano trató de llevarla de la .amo u una muy enojada niña se paró con sus manos en la cintura.
— ¡No! Tú me tienes que hacer caso a mi, no yo a ti.- Sentenció Luiginna.
— Tu no lo puedes escoger a él. — Pronunció Eitan Lucciano.
— ¡Si! Si puede. ¿Verdad que te irás conmigo Lui? — Preguntó Bruno.
— !No! — Responde una gritona Luiginna
— ¿No?- Pregunto un dudoso Bruno.
— ¿Eres sordo? Dije que no me voy contigo. Pero si podemos ser amigos.
— No te entiendo Lui. — A Bruno le rompieron el corazón con esa respuesta.
— ¿Acaso eres ciego?
— ¿Lo prefieres a él? — Bruno dudaba.
— Toda la vida los voy a preferir, a él, y a ellos dos.
Expresó señalando tras él. Bruno se giró y miró al pequeño Eliel Alessandro y Darién Stéfano, miró a Luiginna y su alma cayó al piso con semejante respuesta y confirmación.
— Itan, Eli y Dari, serán siempre mis preferidos, por encima de quien sea los ojos de Bruno se cristalizaron y respondió.
— Eres una niña coqueta Lui, ya no me gustas. — Dijo un celoso Bruno
— Me pregunto si eso me importa.
— Vamos chicos mamá y los tíos nos espera. — Respondió una sarcástica Luiginna.
Luiginna sonrió y corrió a la salida del jardín de infantes.
Mientras Eitan Lucciano con sus deditos índice y medio señalaba sus ojos y los de Bruno en señal de que lo estaría vigilando.
El pequeño Bruno los vio irse sin entender nada.
— Mis amores. ¿Como les fue el primer día de clases?
— ¡Bien! — Respondieron al unísono.
— Tía Pío, un niño molestó a Lui.
— Eres un chismoso Darién.
— Es verdad tía Pío, Luiginna consiguió un novio.
— No es mi novio, Eliel deja de inventar.
— Bueno mis amores ustedes están muy chicos para pensar en chicas y chico.
Subieron a la buceta y Pía los llevó a casa.
El trayecto fue en discusión entre Luiginna y Darién.
Eitan Lucciano simplemente observa todo, sin pronunciar palabras.
— Bueno mis pecos ya están en casa, a lavarse las manos y a comer.
Los días pasaron, y cada uno se acostumbró a sus cosas diarias.
Esa era la rutina, de cada uno de ellos.
Luggina siempre estaba en las tardes para ayudar en las tareas. Y Pía ayudaba a Miguel Ángel.
Entre juegos y tareas, risas y cosquillas, Eitan Lucciano dejó a su madre noqueada con la pregunta que no se esperaba de él.
— Mamá. ¿Cuando conoceremos a papá? En el jardín de infantes vi a todos los niños con su papá y mamá. Solo nosotros fuimos con mamá tía y tío.
Luggina sintió un puñetazo tanto en el estómago y más lo sintió en su corazón. Contuvo las lágrimas y tragó el nudo que se formó en su garganta.
Miró al cielo y pestañeo tratando de que sus ojos se tratarán las lágrimas que estaban a punto de correr. Y se aclaró la garganta.
— Mis amores, ustedes están muy chicos para entender.
Luggina se quedó en silencio y recordó esas palabras que ahora ella les decía a sus hijos. Eran las mismas que sus padres le decían. Stéfano y Alessandro siempre le repetían esas palabras, los miró y comprendió que sus pequeños eran tan o más inteligentes que ella a esa edad, ella comprendía muchas cosas y los adultos no sabían lidiar con eso.
— Mis amores, yo sé que ustedes son muy inteligentes y lo que les diré lo van a comprender.
— Te escuchamos madre.
Esos pecos dejaron de jugar y se sentaron a su alrededor y muy atentos.
— No se cómo empezar.
— Por el principio madre, será más fácil. — Expresó Darién Stéfano.
— El principio es muy doloroso para mí.
— ¡Mamá! Si es doloroso y te hará llorar no lo digas. — Manifestó Eliel Alessandro.
— Madre, no queremos saber de las cosas que te causa dolor eso ya nos los explicará cuando seamos grandes. Solo dinos por qué papá no nos quiere.
A Luggina se le salieron las lágrimas, y fuerte sollozos.
— No mi amor, nunca digas eso tú padre los amaría más que a nada en este mundo.
— ¿Entonces por qué no está aquí?¿Por qué no lo conocemos?
— Amores, cuando se presentaron esos problemas tan grandes que me vi obligada a irme lejos, y solo el tío Miguel Ángel se fue conmigo para acompañarme, y ya muy lejos descubrí que ustedes venían en camino. Su padre no saben que existen. ¡Perdón! Perdón por alejarlos de él.
Luggina lloró, desahogó un poco esa presión que tenía en su pecho por separar a sus hijos de su padre. Y continuó.
— Les prometo que los llevaré con el diré, a Miguel Ángel que...
— ¡Madre! Madre ya, no llores, tú tienes tus razones para ocultarnos de papá, y si a este tiempo tú no lo contactaste, por nosotros, eso significa que el también tiene que ver en ese doloroso pasado del que huiste. ¿Verdad?
Luggina miró a su hijo mayor Eitan Lucciano era muy inteligente y entendió.
— Prometo que buscaré a su padre y los llevaré con él.
— ¡No! No madre, si el destino quiere nos reunirá y si no, tendremos siempre al tío Miguel Ángel y a la tía Pío. — Manifestó Eitan Lucciano y sus hermanos aceptaron.
Luggina abrazó a sus retoños, les dio besos pero sus lágrimas no dejaron de caer por su rostro.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora