25. QUÉDATE

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Lucciano recibió a la familia Pierre y Berlusconi que llegaron al mismo tiempo.
—  ¿Lucciano cómo estás? ¿Que le sucedió a mi hija?.
Preguntó Pierina.
Todos esperaron respuestas.
— Estábamos en la playa y se torció el tobillo, nada grave.
Lucciano caminó para subir a la habitación de Luggina, pero nunca se imaginó encontrarla así.
Luggina estaba de espaldas solo en bragas, pues estaba lista para meterse al baño, no había reparado en el tiempo transcurrido.
De pronto escuchó abrirse la puerta, se gira de una, y cae de bruces.
Lucciano corrió y la alcanzó para que no se golpeara
— ¡Te tengo! — Luggina estaba encima de él, sin ropa, sintiendo las manos de Lucciano sobre su espalda, su piel ardía y sus ojos estaban conectados en esa mirada magnética.
— ¡Suéltame! — Titubeó Luggina tragando grueso.
Lucciano subió su mano muy despacio  por esa espalda tersa, sin dejar de mirarla, y agarró su nuca y la guió hasta su boca, uniendo sus labios en un profundo beso.
Lucciano saboreo cada beso que le dio
La falta de aire  los hizo separarse.
— Por favor, no,no lo vuelvas a hacer.
Pidió Luggina tartamudeando.
— Lo siento, me dejé llevar, por esos labios tentadores. Tus padres están en la sala, por eso subí para llevarte con ellos, por favor arréglate y te llevo con ellos.
Lucciano se giró quedando ella a debajo. Luggina seguía perdida en esos ojos,  al igual que él. Muy despacio nuevamente bajó  y unieron sus labios en otro apasionado beso. Luggina enredó sus dedos entre su cabello.
— Luggina, Lugg, me vuelves loco. — Susurró entre sus labios.
— Lucciano, Lucc, quieres hacer el favor de dejarme vestir, tengo que ver a mis padres.
Lucciano se giró, se puso de pie, al momento que Luggina llevó sus manos a cubrir sus pechos.
Lucciano cubrió su desnudez con una sábana y la alzó para llevarla y sentarse en el filo de la cama junto con ella.
— Buscaré algo para que te pongas.
Luggina no pronunció palabras lo miró buscar y acercarse a ella con un vestido, lo dejó cerca y salió.
Se quedó parado sobre la puerta, tratando de poner en orden sus pensamientos, por qué eran totalmente caóticos.
— Luggina, Luggina. Me vuelves loco.
Suspiró profundo y dio golpes en la puerta.
— ¡Adelante! —  Respondió empuñó sus manos y trató de caminar.para salir de la habitación sola. Sabía que era Lucciano que estaba fuera.
— Te llevo — Trató de levantar la nuevamente .
—  ¡No! No, yo puedo sola. por favor.
— No seas terca mujer. — La levantó y se dispuso a bajar las escaleras con ella en brazos.
Estaba bajando las escaleras y todos las miradas se posaron en ellos, Luggina sintió su rostro caliente de lo roja que se puso.
— Te dije que yo podía sola. — Le susurró con una sonrisa y entre dientes.
— Recuerdas lo que dice el contrato, ante la gente, tú me amas.
— Eres un imbécil¿Sabías?
— ¡No!Pero eres la primera en recordarme lo siempre.
Llegaron a la sala y la sentó en el sofá.
— La reina en su trono.
Dijo Lucciano dándole un beso en la comisura de sus labios.
Todas saludaron y hablaros de todo un poco.
Mirta les preparó el almuerzo en la terraza donde todos fueron, y Luggina era transportada en los brazos de Lucciano.
El día pasó, Mirta regresó al departamento de Lucciano y todos se marcharon.
— ¿No piensas irte tu también? Preguntó Luggina mirando a la nada
— No, me quedaré contigo.
— No tienes por que, el contrato no dice que en privado tengas que ser amable. Por favor, deseo que te vayas de mi departamento
— No lo haré, y no me importa lo que el contrato diga. Te cuidaré.
Lucciano nuevamente la tomó en brazos y la ayudó para subirla a la habitación. Luggina  miró todo lo que el hacía. Preparó el baño y luego buscó ropa de cama.
— ¿Crees que me vas a llevar al baño?
— Pues claro que sí, total ya te conozco toda, no veo que tengas que ocultar de mi. ¡Y ya sé. Soy un imbécil! Siempre me lo dices.
Luggina mordió su labio. Y Lucciano se acercó levantó su mano y con el dedo pulgar acarició ese labio mordido por ella.
— Cuando muerdes ese labio, me imagino que lo hago yo, te ves tan sensual haciendo ese gesto.
Luggina cerró los ojos mientras su labio era acariciado por él.
Entre abrió sus labios, como esperando un beso ardiente que ya estaba acostumbrada a recibir.
Lucciano se levantó y  la ayudó a llegar al baño. Ella sintió un mal sabor de boca al ver que no hizo amago de besar la.
"Es solo un contrato, nunca debo olvidar eso."
Se cuestionó mentalmente.
Luggina se quedó en el baño mientras Lucciano se fue a su habitación. Quitó su ropa y se metió al baño también.
— Espero no terminar loco estos días aquí, ella es tan impredecible.
Se dijo para así mismo.
— Solo espero no terminar loca, estos días es un arrogante y una tentación muy grande, no puedo estar cerca de él, no cuando solo es un contrato que nos une. ¡Aaah! lo Odio.
Como pudo salió del baño se vistió con un conjunto muy corto y se colocó un camisón transparente, cogió las muletas, y salió a la terraza de su habitación, miró al cielo estrellado suspiró profundo se recostó en un sofá y no vio transcurrir el tiempo se había quedado dormida.
Lucciano entró a la habitación, miró que en la cama y no estaba, golpeó la puerta del baño sin recibir respuesta, miró el ventanal de la terraza, y salió, se acercó muy despacio y la miró, ella recostada en el sofá con el camisón entreabierto dejando ver todas sus piernas descubierta.
La tomó en brazos y la llevó a la cama.
— Lucciano Lucciano. — Pronunció en un susurro muy bajo.
El corazón de Lucciano se aceleró al escucharla pronunciar su nombre.
— Siii, duerme pequeña y sigue soñando que solo en tus sueños, creo que soy dulce para ti.
Lucciano la dejó muy despacio en la cama la cubrió y por un largo rato la observó.
— Eres una mujer muy hermosa, y estoy loco por hacerte mía, y que me pertenezcas,
Suspiró profundo y salió de la habitación.
Los días pasaron, en los que Luggina recibió a sus amigas y amigos. Seguía viendo que entre Dante y Nicolle había un ambiente muy tenso.
Una semana pasó y estaba nuevamente en el hospital retirando el yeso de su pierna.
— Ya eres libre de que te vayas de mi departamento. No quiero verte más ahí.
Lucciano la miró sin pronunciar palabras.
De regreso al departamento fue en completo silencio.
Llegaron al edificio.
Subieron y Lucciano fue directo a la habitación. Arregló sus cosas en la maleta y bajó las escaleras.
Mientras Luggina tenía música a medio volumen, cantaba y bailaba. Before you go. Lewis Capaldi.
Lucciano la miró bailar por un momento en que ella no se percató de su presencia.
" Le encanta bailar, y lo hace con tanta pasión." Pensó
Suspiró y se acercó a ella en lo que dio vuelta  quedó muy cerca de él.
— Lucciano, me, me asustaste. ¿Y esa maleta?
— Pues ya me voy. Voy a cumplir con tu petición, la que has hecho desde un principio.
Luggina abrió y cerró la boca. Y cuando pudo hilar sus ideas habló.
— Me parece bien, tu tiene tus ocupaciones y no tienes por qué interrumpirlas por mi culpa. Yo estaré bien lo que queda de mi recuperación, no te preocupes. Miguel Ángel se encargará de mí, como siempre lo ha hecho.
— Sabes que me voy porque me lo pides, se que aquí mi presencia te molesta.
Lucciano se acercó a ella, y le susurró a su oído.
— Pero muy, muy dentro de ti estas deseando que me quede. ¿Verdad?
Luggina lo miró y sonrió. Se acercó a sus labios casi rosando los.
— Muy, muy dentro de mi, estoy deseando, que te. — Pasó la punta de su lengua por esos labios que deseaba que devore los suyos, y continuó.
— Que te vayas lejos, no te quiero en mi casa.
Dio la vuelta para irse pero el agarre de Lucciano la detuvo.
Acercó sus labios a los de ella casi a besar la, que por un momento ella lo pensó.
— Está bien, me voy no, creas que me agradó estar aquí, con una niña caprichosa y malcriada, que se cree una mujer.
Luggina levantó la mano y dio una bofetada a Lucciano.
El la miró, la agarró por la nuca y la acercó a sus labios dándole el beso que ella tanto deseaba.
Luggina trató de zafarse pero no pudo y terminó cediendo y respondiendo a ese beso que quemaban sus entrañas.
Enredó sus manos en el cuello, mientras Lucciano deslizaba sus manos por debajo de su blusa acariciando su espalda.
— ¿En verdad deseas que me vaya? — Preguntó entre besos y susurros .
— ¿En verdad crees que deseo que te vayas?
— ¡Pídelo!
— ¡Quédate! Deseo que te quedes. — Unieron sus labios nuevamente en un apasionado beso, caminó con ella sin separarse de sus labios hasta el sofá, donde cayeron muy suavemente.
Lucciano dejó esos labios y bajó por su cuello abriendo de a poco la blusa.
La abrió completa mente, y se quedó viendo esas dos cúspides blancas con sus puntas rosadas, con su dedo delineó cada uno de esos pechos, hizo un círculo al rededor de cada pezón, mientras Luggina no quitaba la mirada de esos ojos oscuros por el deseo, dio otro beso y nuevamente bajó a esos pechos, pasó la lengua por esos pequeños botones, los probó, sintiendo la calidez en su boca y escuchando un gemido saliendo de los labios de Luggina.
— ¡Mmmm!. Lucciano.
Lucciano siguió succionando cada uno de esos pechos, mientras una mano se deslizaba por su vientre.
Luggina, jamás había experimentado algo así, esa sensaciones eran algo nuevo para ella, sentía su corazón latir tan fuerte que se podía escuchar ella misma,  sentía ese fuego quemar por dentro, mientras su boca era explorada en ese beso dulce como lo sentía.
De pronto su cuerpo se estremeció sintiendo esa mano explorar su intimidad.
De un solo se levantó.
— Lucciano, ¡No! Yo no, yo. Nunca.
Lucciano entendió lo que Luggina trató de decirle. El sonrió y la abrazó.
— Tranquila, si no estás preparada lo entiendo, no insistiré. Pero en lo que si quiero insistir es en qué me dejes cuidarte.
Luggina lo miró y sonrió. ¿Que le estaba sucediendo con ese hombre?
¿Había bajado la guardia ante el?
— Lucciano yo sí deseo que te quedes. Pero no quiero que tengas problemas con tu novia, y es algo que no entiendo, como es que ella deja que cuides a otra mujer.
— ¡Tú eres y serás mi mujer! La única.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora