18 ENCUENTRO DE ALMAS

290 20 0
                                    

Luggina cerró los ojos hundiéndose en el más profundo de los sueños.
Al igual que Lucciano, estaba profundamente dormido.
Era un encuentro de almas.
Sintió como salió de su cuerpo, se levantó de su cama y se miró ahí acostada.
Lucciano vivió la misma experiencia, sintió salir de su cuerpo y mirarse dormir.
Salió de la habitación, bajó al jardín lleno de flores, el aire era perfumado por ellas, a lo lejos un resplandor blanco y brillante se acercaba, no distingue bien, era parecido a un ángel, pero la miró bien.

—¡Pequeña bruja! Te estaba esperando. — Expresó Lucciano con una sonrisa

— Vine a tu encuentro, siempre vendré a nuestro encuentro. — Contestó Luggina estirando su mano en dirección para tomar la de él.

—Y yo siempre te voy a esperar aunque pase el tiempo, siempre esperaré por ti. — Dijo tomando su mano y colocando un mechón dorado detrás de su oreja.
Caminaron tomados de las manos por el jardín que de pronto fue un lugar desconocido, llegaron a un lugar donde había un castillo abandonado. Abrieron las puertas, y entraron.

— Es un lugar perfecto para nuestro encuentro. — Dijo Lucciano recorriendo el lugar
—¿Y como será nuestro encuentro de hoy?  — Preguntó muy curiosa. Lucciano la guía a una de las habitaciones.
— Hoy nuestro encuentro será como los de siempre, muy intenso. — Respondió Lucciano con tono de picardía
— Eso me encanta. — Dijo Luggina de igual forma
— Hoy seré yo quien te ordene y tú obedecerás.
—  ¿Seré tu esclava? — Pregunta.
 —¡No! Serás mi sumisa. Y me dirás AMO.
— Si amo. Como usted ordene.

— ¡Bien! Tienes derecho a decir cuando parar si no lo soportas, y lo dirás con la palabra Ángel.

— Si amo, y no voy a necesitar pronunciar esa palabra, estoy a su completa disposición, soy toda tuya.

— Perfecto, empecemos entonces.

Lucciano empezó a caminar a su alrededor. Con las manos metidas en los bolsillos, ordenó
— Cierra los ojos y muy despacio quítate El camisón.
—  Si Amo.
Luggina empezó muy despacio a soltar el nudo de su camisón y fue dejándolo caer muy despacio por su espalda.
Completa mente descubierta ante sus ojos Lucciano la miró de arriba abajo.
— Inca Te y coloca tus manos atrás, no abras los ojos.
— No lo haré amo.
Lucciano caminó hacia ella quitó su corbata, se pudo a su altura ató sus manos con ella, luego caminó y de un clóset sacó un collar, lo colocó en su cuello.
— ¡Mírame! Levántate y camina conmigo. Imagina que eres una obediente perra, a quien llevo de paseo.
Luggina se puso de pié y caminó tras de Lucciano, quería retroceder pero lo miró a los ojos y vio en ellos la oscuridad y las pupilas dilatadas por el deseo. Caminó a paso lento, pero lo siguió hasta el gran ventanal. Ató sus manos por encima de su cabeza, separó sus piernas y las ató una cada lado muy abiertas.
— Voy a vendar tus ojos.
Luggina suspiró profundo y lo miró fijamente a los ojos.
— Amo, soy toda suya, estoy a su merced. Puede hacer conmigo lo que desee.
Lucciano suspiró muy cerca de su cuello dejando mordidas suaves y llegó hasta el lóbulo de su oreja
—  Eso era justamente lo que tú Swett daddy deseaba escuchar de su sumisa.
Lucciano la observó toda, era hermosa, su piel blanca a la luz del sol brillaba como un ángel, su cabello rubio eran como destellos de oro,
Levantó su mano y con el dedo pulgar acarició esos labios carnosos y de rojo natural, entre abiertos, delineó cada uno de ellos arrastró con su dedo el labio inferior.
Luggina pasó su lengua húmeda por el como siempre lo hacía, Lucciano dejaba su sabor prendido en su labio.
— Esa forma de saborear te, y humedecer tus labios me excita mucho. Deseo que pases tu lengua por tu labio superior.
Luggina se saboreó, humedeció sus labios con la lengua muy despacio.
Lucciano delineó su cuerpo con una fusta, y dio un latigazo en sus nalgas.
— ¡Mmmmmm!. — Se escuchó un gemido mientras Luggina mordía su labio inferior.
— No puedes gemir, mi sumisa, daddy desea que seas fuerte.
Apretó sus pezones tan fuertes que Luggina soportó tanto, que el dolor lo sintió placentero.
Lucciano colocó en cada pezón pinzas, Luggina mordió su labio tan fuerte que marcó sus dientes en él.
Luggina se removía ahí atada, Lucciano acarició cada parte de su cuerpo, con sus labios, con su lengua y sus manos, deslizó uno de sus dedos en ese coño muy húmedo, jugó en esos pliegues deslizantes introdujo un dedo muy profundo, mientras besaba su cuello, Luggina tiró su cabeza hacia atrás mientras Lucciano besaba y mordía suavemente su pecho, cogió una de las pinzas del pezón y muy despacio la fue estirando, ese dolor placentero era algo parecido a una mordida, la terminó de quitar y en su lugar se posó en ese dolorido pezón fueron los labios de Lucciano, lo mordió y lo succionó mientras quitaba la otra pinza, hizo lo mismo que al otro seno, lo succionó tan fuerte que Luggina soportó ese dulce dolor, tomó uno luego el otro, y fue bajando muy despacio, mientras besaba su vientre, soltó uno de sus pies, luego soltó el otro, subió nuevamente sin dejar de acariciar ese cuerpo suave, que sentía estremecer.
Soltó sus manos la subió a horcajadas sobre su cintura, y la llevó a una mesa, abrió sus piernas y fue dejando besos por ellas  asta llegar a ese coño destilando de esa escencia de la pasión que sentían, jugó en esos mojados pliegues con su lengua, la penetraba con uno de sus dedos mientras succionaba ese hinchado clitoris.
Luggina se retorcía del placer que sentía.
— ¡Aaah! señor, no pare por favor, deseo sentirme llena de usted.
Luggina seguía con las manos atadas y tiradas por arriba de su cabeza y con los ojos vendados.
Lucciano dejó ese dulce del que se deleitaba y muy despacio sacó sus dedos del interior de ese mojado coño.
Se quitó la camisa, luego el pantalón, su miembro muy duro como una roca lo cogió en su mano y lo masturbó por un momento, mientras apretaba un pezón endurecido, se apuntó en esa resbaladiza entrega y de una sola estocada la penetró, Luggina arqueó la espalda al sentirse llena de Lucciano, un fuerte gemido salió de su garganta.
Las embestidas de Lucciano eran más fuertes y profundas el sudor bajaba por su frente y sus cabellos húmedos tirados en su frente le daba un aspecto sensual y juvenil.
Seguía penetrando la tan fuerte y sus manos estaban apretando esos turgente s pechos.
Luggina sintió su cuerpo tensarse, sus piernas temblaban y las sentía debilitadas una fuerte sensación recorrió su cuerpo y sintió sus convulsiones, su cuerpo se estremeció mientras Lucciano la seguía en ese orgasmo tan fuerte que les hizo temblar cada fibra de su ser.
Lucciano cayó sobre el cuerpo tembloroso de Luggina, sus respiraciones eran agitadas, Lucciano soltó las manos de Luggina la tomó en sus brazos y la llevó a la cama, la depositó en ella y se acostó a su lado.
Luggina quitó la venda de sus ojos y lo miró fijamente.
—  Gracias por la experiencia amo. Espero haber estado a su altura.
—  Eres perfecta mi sumisa, me encantas. Y nunca serás libre de mi.
— ¡Nunca mi amo! Nunca seré libre de usted. No deseo ser libre de usted.
Lucciano unió sus labios a los de su sumisa, era un profundo beso que le dio a Luggina era tan real que sintió esa sensación en sus labios. Abrió los ojos, miró a lado de su cama, pero esta estaba vacía, era otro sueño.
— ¡Maldita sea! Pequeña bruja. Otra vez metida en mis sueños.
Lucciano se levantó de la cama y se metió al baño a ducharse.

*****
Luggina sintió ese beso tan Suave y real a la vez también había tenido el mismo sueño que Lucciano.
— ¡Joder¡ ¡joder! ¿Por qué carajos te metes en mis sueños.? ¡Y tú su alma libre! ¿Tu fuiste capaz de salir al encuentro con ese idiota,?
Se cuestionaba mirándose al espejo en el baño, se metió a ducharse antes de que nana Zuria llegara y la viera en el mar de sudor en el que despertó.
Luggina salió del baño como siempre su rutina de secar su cabello, se miró al espejo y sonrió con picardia, era ya costumbre que en sus sueños, Lucciano Lombardi hiciera lo que le diera la real gana con ella.
Fue a su enorme armario lleno de todo tipo de ropa zapatos que no le alcanzaría esta vida para usarlos.
Eligió una falda corta a cuadros negra y una blusa tipo camisa roja, botas altas y su mochila.
Se miró al espejo tomó sus cosas y bajó como cada mañana lo hacía.
— ¡Buenos días! familia hermosa.
— Hija hoy nos vamos todos al hotel para el evento de esta noche.
Luggina miró a su madre luego a Stéfano. Y por último a sus hermanos.
Cogió la mano de su abuelo, y antes de sentarse habló.
—  Familia, les comunico que después de la fiesta de cumpleaños me mudaré a uno de mis departamento.
Pierina nuevamente se sintió derrotada ante su hija.
— Luggina Antonella, tu.—Pierina se quedó con la palabra a medias.
— ¡Madre! No empieces, ya soy mayor de edad desde hace un año y sigo con ustedes, pero eso ya no va más, necesito mi privacidad.
— Hija la casa es enorme puedes vivir en el ala este donde nadie te molestará
Stéfano ya sabía que ese día llegaría, solo deseaba que su niña no se fuera de casa.
— ¡Papito Hermoso¡ Yo te amo y lo sabes, los amo a todos, pero tengo que dejar el nido.
— Hija eres libre de escojer donde vivir. — Dijo Renato poniéndose de pie junto a ella.
— ¡Pero papá! Tú en lugar de ayudar le das alas. — Le reprochó Pierina a Renato.
— Amor, nuestra hija ya es una mujer adulta, aunque para nosotros siempre sea nuestra bebé.
Llegó la hora de que el pichón eche plumas y levante el vuelo a buscar su propio destino.
Luggina abrazó a su padre luego a su abuelo y por último Pierina se unió a ese abrazo, luego sus hermanos.
— Siempre serás mi bebé. — Le dijo Stefano mientras la miraba.
— Lo sé papito hermoso.— Expresó con voz melosa.
El desayuno fue como cada día, entre risas y ocurrencias de las pequeñas gemelas Gianna y Giannina ya de nueve años.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora