50. DE VUELTA

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Luggina abrió los ojos y poco a poco fue recuperando se.
— Doctor, por favor haga pasar a mi esposo.
El galeno salió hasta la puesta y se dirigió a Miguel Ángel.
— La señora solicita a su esposo.
Lucciano automáticamente de un solo estaba parado en la puerta.
— Soy yo doctor.
La mirada del galeno era de uno al otro sin entender.
Miguel Ángel se acercó y el ginecólogo lo hizo pasar.
—Señor Larusso, pase por favor .
Pía se acercaba con Lui y cuando lo vio un grito llamó su atención.
— ¡Papito! ¡Papito viniste a verme! Déjame tía Pío, quiero estar con mi papá.
Lucciano tragó el nudo en su garganta y se acercó a coger en brazos a su princesa.
— Mi princesita hermosa.
Expresó Lucciano con un sentimiento de ternura, y sin dejar de mirar a Pía.
Pía estaba nerviosa, se sentía descubierta miró a todos lados mientras se aclaraba la garganta.
— ¿Que tal el trabajo de limpieza, Pía?
Pía sintió un fuerte temblor en su cuerpo, Lucciano la había descubierto.
— No se de qué me habla señor. Es la primera vez que lo veo.
Lucciano achicó los ojos como escudriñando en sus gestos.
— Ahora todo tiene sentido, Miguel Ángel te envíó a vigilar me, y luego ocurrió lo del secuestro, tu dejaste la medalla en mi departamento y enviaste el vídeo.
— Señor Lombardi, yo.
— No te preocupes, se que ella no quería que vuelva. Pero las circunstancias la trajeron de vuelta a mi.
Lucciano miró a su hija y dio y abrazo tan fuerte.
— Papá jamás se volverá a ir, lo prometo, ahora seremos una familia. Te quedarás un momento con Pía, voy hablar con mami.
Lucciano dejó a Lui con Pía, y fue  al consultorio.

Miguel Ángel pasó y caminó hacia donde estaba Luggina.
— ¡Mi Prince! 
— Miguel Ángel, llegó el momento que tanto evité.
— Perdóname mi Prince, estaba desesperado viendo a mi princesita sufrir esas reacciones de la quimioterapia, fui yo quien buscó a Lucciano para que no se vaya, los pecos necesitan a su padre, ellos me ven como su tío.
— Eres su tío, Miguel Ángel. Y eso nadie lo puede cambiar.
— Por eso me vi obligado a detener a Lucciano.
— ¿Nuevamente se iba? — Preguntó Luggina con un nudo en su garganta.
— Si, él cree que tú y yo...
Los toques en la puerta interrumpio, Lucciano hizo acto de presencia.
Miró a Luggina fijamente, quería correr y abrazar a su bruja, pero verlos y pensar que huyeron, tenía que saber las razones poderosas para hacer lo que hicieron.
— Necesito una explicación, más de ti que de Miguel Ángel. Comprendo las razones de tu dolor hacia tu familia, entiendo que pensaste que te engañé con Dayanara. ¿Pero eso era una razón para castigar nos  así? Con tanto dolor, tus padres sufren, Alessandro casi muere, yo casi morí por que te creí muerta, ustedes fueron oficial mente declarados muertos.
— Lucciano ¿Que estás diciendo?
Miguel Ángel no daba crédito a lo que escuchaba mientras Luggina estaba en shock.
— ¿Como que ustedes creyeron que estamos muertos? - Interrogó Miguel Ángel.
— ¡Espera! ¿El yate ECLIPSE se hundió verdad?
— Si, y creímos que en esa exploción ustedes murieron.
— Casi morí del dolor de perderte, prefería verte con tu amante a no verte jamás.
— ¡Amante! ¿Que estás diciendo?
Luggina y Lucciano estaban frente a frente después de casi seis años, entre ellos había un mar de confusiones por aclarar.
— Yo me alejé, no quería verlos más después de descubrir que soy producto de una violación, Lucciano, me sentí asqueada de mi existencia, no tienes idea de cuánto me costó mirarme al espejo y saber que no fui producto de un amor, si no de una noche de lujuria malsana.
— Estás equivocada Luggina, las cosas no son como las vistes en ese momento.
— Te pregunté y no me lo dijiste....
— Los dejo para que aclaren sus cosas.
— No Miguel Ángel, por favor no te vayas.
Luggina lo detuvo.
— Tenemos que volver a Italia, por favor arregla todo lo del viaje para hoy.
— Queda en tus manos,  Lucciano.
Miguel Ángel salió de la habitación para organizar todo.
Luggina miró a Lucciano, tenerlo ahí frente a ella fue algo que evitó.
— Bruja, sentí morir todo este tiempo sin ti. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué te fuiste llevándote  a mis hijos?
— Lucciano, nunca imaginé que terminaran creyendo que estábamos muertos, solo quería alejarme, pero verte en esas fotos en esa cama con esa mujer fue otro duro golpe para mí, y lo del embarazo Miguel Ángel y yo sospechamos pero con tanto no lo comprobé, si no estando en el crucero.
— Me robaste tantos años de mis hijos. Jamás te traicioné.
Lucciano acunó el rostro de Luggina entre sus manos.
— Te amo y ni un solo momento dejé de hacerlo. Y perdón por mentir con respecto a traicionar te
Luggina sintió un vuelco en su corazón.
— ¿Lo hiciste? — Preguntó dudosa.
— Si, te traicioné con una loca que me secuestró, me ató a una cama y abusó de mi, todo el tiempo que me tuvo en cautiverio.
Luggina sonrió y se llevó las manos a su vientre.
— No quería interferir en tu vida de pareja con Dayanara. Solo quería un hijo para salvar a mi pe quitas.
— Me hubieras buscado, pero bueno ya todo pasó, nuestra hija está completa mente sana y no voy a perderme este hermoso momento de verte con una barriguita.
Lucciano unió sus labios a los de Luggina, era ese beso lleno de amor, ese amor que nunca dejaron de sentir el uno por el otro a pesar del tiempo y malos entendidos.
Pía y Luiginna entraron al consultorio.
— ¡Papito! ¿Ya no te irás verdad que no?
— Nunca más me iré mi hija hermosa, vamos a casa.
La entregó a Pía y tomó a Luggina en brazos para llevarla al auto.
El galeno se acercó a ellos entregando las notas de las medicinas. Miró a Luggina en brazos de otro hombre, y sonrió haciendo movimiento de negación.
Miguel Ángel ya tenía todo listo para volver,
— Vamos a volver esta noche. - Confirmó.
Luggina sintió una extraña sensación de tener nuevamente frente a ellos a su familia. Como estar frente a ellos y no sentirse culpable de causar tanto dolor.
— Llegó la hora, espero pronto estar frente a mis padres.— Expresó Luggina con ansiedad.
— No tienes idea de cómo sufrimos todos estos años por tu ausencia y más creyendo te muerta.
— No fue mi intensión, solo deseaba desaparecer y las circunstancias me fueron alejando de la idea de volver.
Salieron para volver a la residencia donde estaban esperando Eitan Lucciano Eliel Alessandro y Darién Stéfano, junto a sus nana.
Lucciano los vio y su corazón se aceleró, verse en esas tres mini versiones de él era su mayor felicidad.
Lucciano cargó a Luggina y la dejó en el sofá.
Eitan Lucciano lo miró fijamente, y luego a Miguel Ángel, este con una sonrisa y una señal lo tranquilizó. Eitan se acercó a Lucciano sin quitar la mirada.
— Vivimos mucho tiempo buscándote en tío Mig. Y nos acostumbramos a él como figura paterna, mis hermanos y yo estamos feliz de tener a tío Mig, a tía Pío y a mamá, pero siempre nos hiciste falta, papá.
Lágrimas salían de los ojos no solo de Luggina, si no de Pía y Lucciano, este se puso a su altura y los cuatro se abrazaron a él.
— Nunca más nos dejes papá.
— Nunca más me alejaré de ustedes mis amores, ustedes cinco y su otro hermanito que viene en camino, son mi vida entera, se preparan por qué nos vamos a conocer a los abuelos, las abuelas y los tíos.
— ¿Tenemos todo eso? — Preguntó un emocionado Darién Stéfano.
Miguel Ángel tragó un nudo formado en su garganta, se arrepentía de no haber insistido en volver antes.
Ver la felicidad de sus pecos no tenía presio. 
Después de tres horas de viaje, Luggina y Miguel Ángel estaban de regreso en ese lugar que estaba de luto por su supuesta muerte.
Volver después de casi seis años, y estar frente a su familia era algo muy difícil de digerir hasta no saber bien las cosas vividas por sus padres, en ese pasado que la alejó por muchos años de ellos.
Subieron a las camionetas que esperaban en el aeropuerto.
Lucciano los llevó a la mansión Lombardi, Luiggi ya los esperaba ansioso por conocer a sus nietos.
Los carros se estacionaron uno a uno y de uno primero bajó Lucciano, que ayudó a Luggina.
Una rebelde lágrima rodó por las mejillas de Luiggi.
— Mi Belo, Abuelo Luiggi, como te extrañé abuelo, perdón por causarte tanto dolor.
— Mi niña hermosa, le pedí a Dios que donde estuvieras te cuidara, y mira que me escuchó.
Miró a Miguel Ángel y se acercó a él.
— Gracias por cuidar de ellos, siempre supe que eras un buen guarda espalda.
— Solo hice mi trabajo y obedecí órdenes, pero nunca fue nuestra intensión causar tanto dolor.
— Tranquilo hijo, lo bueno es que ya están de regreso.
Miguel Ángel sonrío y caminó al auto donde estaban los cuadros pecos.
— Bien mis pequitos vamos para que conozcan al abuelo uno.
— ¿Abuelo uno? - Preguntaron al unísono.
— Si, tienen dos más, ya ustedes sabrán que número darles. ¿Vamos?
Todos bajaron como soldado en fila.
Luigi los miró y fue a su encuentro, se puso a su altura.
— Mis nietos, mis nietos son muy hermosos.  — Expresó con mucha emoción, miró a Lucciano y a Luggina.
— Gracias mis hijos, gracias por hacerme el abuelo más feliz del mundo.
Miró nuevamente a los niños.
— Tenemos muchos Abuelos y tú serás el número uno. —  Expresó Luiginna.
— Mi nombre es Eitan Lucciano, abuelo.
— El mío es Eliel Alessandro, ya quería tener a mi abuelo.
— Mi nombre es Darién Stéfano. ¿Nos contarás historias abuelo?
— Claro que si mis niños, todas las que quieran.
— Haber, yo seré la consentida de mi abuelo, así como soy la consentida de mi papá y tío Mig. ¿Verdad que si abuelo?
— Si mi hermosa niña, serás mi consentida.
— Dice tío Mig que mi nombre es mitad de papi y mitad de mami. Luiginna, pero veo que en realidad llevo tu nombre.
Luiggi rió y compartió con sus nietos.
Pía y Miguel Ángel fueron a sus respectivas habitaciones, 

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora