56. EXTRA

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Miguel Ángel miró a Bianca hablar con Luggina, la vio sonreír.
" Se la ve feliz y debe serlo, tienen hijos, y se olvidó de mi" pensó Miguel Ángel.
Bianca se acercó a sin ser vista por ellos.
— Cuando estemos casado, todo será diferente.
Bianca no podía creer lo que escuchó, Miguel Ángel y Pía se casarían.
— Escuché que se casarán, les deseo un feliz matrimonio.
Esas palabras le rompieron el corazón en mil pedazos, su cuerpo temblaba pero supo salir de ahí como si nada le afectara.
— Gracias Bianca. — Miguel Ángel miró a Bianca y sintió ganas de abrazarla y decir que la seguía amando. Pero verla tan serena y hablar con esa tranquilidad le confirmó que no lo amaba.
Pía vio el dolor que Miguel Ángel no pudo en los ojos de Bianca.
— Miguel Ángel, ve por ella, no la dejes ir. — Le sugirió Pía, viendo como Bianca se alejaba. 
— Ella se fue, fue su decisión y la respetaré.
Pía abrazó a Miguel Ángel, y justo ahí Bianca miró hacia atrás u vio la escena. Sus lágrimas rodaron por sus mejillas, caminó hasta llegar al auto subió y se fue al aeropuerto.
— Lo perdí en el momento en que acepté casarme con ese imbécil de Felipe Calderón, ahora él se casará con esa mujer, Dios tengo que olvidar. ¿Pero como? Si mis hijas son su versión femenina en miniatura.
Bianca se recriminaba así misma.
Bianca llegó al aeropuerto pasó los controles y subió a su avión, para jamás volver a Italia.
Luggina se acercó a Miguel Ángel y Pía, y cuestionó la decisión de la boda por contrato entre ellos.
— No puedo obedecer. — Miguel Ángel trató de negarse a la orden de Luggina.
— Pues lo harás. — Luggina le contradijo.
— Lo siento, peque...
Luggina acunó su rostro entre sus manos y casi le gritó.
— ¡Por un carajo! Miguel Ángel. ¿Perderás la oportunidad de ver crecer a tus hijas? ¿Eso quieres?
A Miguel Ángel se le paralizó el mundo, miró a Pía y luego a su peque.
— ¿Que estás diciendo Luggina?
— Eso que escuchaste.
— Estas loca mi peques ¿Es broma verdad?
— ¿Y me crees capaz de bromear con algo tan serio?

Miguel Ángel miró a Luggina y vio sinceridad en su mirada.
— Ve, ve mi amigo, ve tras el amor de tu vida.

Miguel Ángel salió de la recepción en busca de su destino.
Manejó como si cientos de demonios lo persiguieran.
Llegó al aeropuerto y corrió por los pasillos para detener a Bianca, los guardias corrían tras el para detenerlo, pero aún así, solo vio el avión despegar .
Dio un golpe al ventanal y salió de ahí.
Llamó a Luggina para solicitar un jets.
— Peque, llegué tarde, necesito un jets.
— Mig, no tienes que pedir permiso, toma lo que necesites y ve pronto.
Miguel Ángel llamó y organizó el viaje y en menos de tres horas ya estaba en su auto camino a la mansión Calderón.
Pasó las grandes puertas, estacionó el auto y caminó a grandes pasos al interior de la sala de Star.
Lo que vio le hirvió la sangre, Bianca en el suelo y con el labio inferior sangrando.
Miguel Ángel dió golpes a Felipe haciendo que este casi se desmayara.
— ¡Basta! ¡Basta Miguel Ángel! Déjalo, lo vas a matar. — Bianca se levantó como pudo para detener a Miguel Ángel.
— Mira lo que este cobarde te hizo. Te maltrata ¡Bianca! No me digas que esta es tu vida y la de mis hijas.
A Bianca se le formó un nudo en su garganta, al escuchar esas palabras.
— Fui a buscarte, pero escuché que te vas a casar con Pía, y preferí irme.
Miguel Ángel acunó su rostro entre sus manos.
— Jamás te dejaría en esta situación y más con mis hijas. ¿Por qué nunca me lo dijiste?
Bianca no dejaba de llorar, su corazón se estrujó al escuchar ese reclamo.
— Me amenazaron con hacerte daño, me mostraban cada cosa que hacían tú y Luggina, así dijeron que si no me casaba con Felipe, solo tenían que dar la orden.
Ya después los declararon muertos y con eso acabé de morir, solo viví por mis hijas, nuestras hijas.
— ¿Donde están? En el auto, ya me iba de este infierno, lejos con ellas.
— Ya no tendrás que ir a ningún lado, vamos te vienes conmigo ahora tu y mis hijas no van a estar desprotegida de ahora en adelante.
— No quiero interferir en tu vida de casado Miguel Ángel.
— No lo harás porque solo era un matrimonio por conveniencia un problema ahí que tiene con Adrián Alonso. Ella me liberó de esa palabra que le había dado y estoy aquí para ti y para mis hijas.
Miguel Ángel y Bianca salieron de la mansión y fueron al parqueadero donde estaba el chófer esperando por  ella.
— Señora escuché los gritos y salí con las niñas, discúlpeme por sacarlas sin avisar.
— Esta bien Esteban, no se preocupe y gracias.
Bianca se acercó al auto y las gemelas abrieron la puerta.
— ¡Mamá! Mamita. ¿Ese hombre malo te gritó otra vez?
Maria Ángel salió a los brazos de su madre.
— Tranquila mi amor ya pasó, ahora nos vamos. — Miró a María José y la invitó a salir.
— Ven mi amor, ya todo terminó, ahora nos vamos de aquí.
Miguel Ángel las observó, y su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo. Se acercó a sus mujeres, y se puso a su altura.
— Tranquilas, yo las protegeré de ahora en adelante.
Las pequeñas miraron a Miguel Ángel, María José y María Ángel se tomaron de sus manitas.
— ¿No dejarás que ese hombre malo nos lleve a un orfanato, y nos separe de mami?
— Nunca más, mis amores, nunca más volverán a sufrir.
Maria Ángel se abrazó al cuello de su padre, sin saber que lo era.
Miguel Ángel correspondió a ese tan anhelado abrazo.
— Gracias por cuidar de nosotras y de mami. Ese hombre malo siempre nos gritó.
Bianca miró a Miguel Ángel y luego a sus hijas. Era el momento de hablar.
Salieron de ese lugar y fueron directo al aeropuerto privado para volver a Italia.
— Aún no Bianca, vamos a casa.
El vuelo fue sin contratiempo y tres horas después ya estaban de vuelta en Roma.
— Vamos a nuestro departamento hasta que compre una casa con un parque incluido.
Miguel Ángel y Bianca unieron sus labios en un roce lleno de deseo,
Llegaron al departamento y Bianca miró cada detalle, a pesar de los años aún seguía como ella lo había decorado.
Caminó lentamente por todo el lugar, se giró y caminó en dirección a Miguel Ángel.
— Perdóname por irme, perdón por alejarte de tus hijas.
Un dedo impidió que salieran más palabras de esos labios temblorosos, unió los suyos y fue un beso tan deseado por mucho tiempo.
Miguel Ángel se abrió paso para sentir su sabor que nunca olvidó.
— Nunca dejé de amarte Bianca, siempre fuiste y serás tú, el único amor de mi vida, tú y mis princesas, gracias por ese regalo tan hermoso.
Bianca caminó y lo llevó de la mano a la terraza donde ya estaban María Ángel y María José jugando.
— Mis amores vengan que les contaré una historia.
Las gemelas corrieron a su lado.
Y se sentaron cada una en las piernas de sus padres.
— ¿Será una historia de princesa?
— Si, una de unas hermosas princesa que fueron criadas por un ogro y que luego....
— ¡Un príncipe papá las rescataa! — Gritan emocionadas las dos.
— Si, así es. — Respondió un sonriente Miguel Angel.
— Entonces ya conocemos esa historia papá, tú eres nuestro príncipe, mamá siempre nos dijo que ese hombre malo no era nuestro padre, y que algún día tú nos rescataría.
Miguel Ángel miró a Bianca y sintió un vuelco al corazón. Su Bia jamás permitió que sus hijas llamarán papá a otro hombre.
— Siempre fuiste y serás tú el amor de nuestras vidas mi Mig.
— ¡Te amo! — Pronunció casi gritando Bianca al momento que Miguel Ángel la tomaba por la cintura y daba vueltas con ella.
— Gracias mi vida, no sabes lo que significa que siempre me tuviste presente en la vida de mis hijas.
— No lo podía permitir, el siempre supo que yo no lo amaba, él sabía que yo me había ido embarazada de ti, y aún así me obligó a casarme con él, yo te juro que nunca, nunca permití, que me tocara, que me pusiera un dedo encima.
— Y si ocurrió esas cosas, del pasado no me interesa nada,  lo que importa es lo que sentimos Y tenemos toda una vida por vivir.
— Sé que te hizo creer que me acosté con él, él me lo dijo. Me lo contó con lujos y detalle.
— Perdóname por haber creído eso en aquella ocasión.
— Ya nos pedimos Perdón, dejemos el pasado atras, vivamos con nuestras hijas, y los hijos que todavía me falta por tener, porque quiero muchos.
Miguel Ángel abrazó más a Bianca y sus pequeñas se unieron a ese abrazo lleno de amor.
Caminaron al interior del departamento, prepararon la cena, y luego todos juntos, limpiaron, subieron a la habitación para contarles historias a sus hijas y dormir las.
Bianca parada desde la puerta veía a Miguel Ángel cubrir a sus hijas con una manta,  era la familia que siempre deseó tener junto al hombre que amaba.
— Te amo.
Se dijeron al unísono y unieron sus labios en un apasionado beso.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora