23. CELOS

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Luggina salió echando humo por lo furiosa que iba.
Llegó al estacionamiento subió al auto donde la esperaba Miguel Ángel.
— ¡Vamos Miguel Ángel! ¡vámos ya!
— Prince, ¿Que te sucedió ? ¿Lucciano se propasó contigo?
— Lo odio Mig. Detesto a ese hombre. No lo soporto. Lo voy a matar.
El enojo de Luggina era tanto que frunció sus labios y apretó sus puños tan fuertes.
— Cálmate peque, calma y dime qué te hizo. Podrá ser muy.
Luggina lo interrumpió y respondió.
— Se estaba besando con la mujercita esa.
Expresó Luggina con los dientes apretados. Miguel Ángel la miró por un momento y siguió con la mirada al frente, apretó sus dientes para no reír. Pues esa Prince que llevaba ahí no era esa de siempre, esta era una mujer explotando de rabia y celos por ver a su prometido besándose con otra.
— Prince. ¿Te puedo preguntar algo?. Luggina sin mirar respondió.
— Dime Mig.
— ¿Acaso estás celosa?
Luggina lo fulminó con la mirada Miguel Ángel levantó su mano en forma de redención .
— No dije ni pregunté nada. Tranquila.
— ¿Sabes que eres muy molesto cuando no eres inteligente?
— Talvez no sea inteligente, pero vidente si soy.
— Mig.
— Si Prince.
— Calladito eres genial.
Le sonrió, tomó su mano le dio un beso y siguieron en silencio hasta llegar a la mansión.
Pues ese día sería su mudanza. Llegó a la mansión de sus padre ya todos esperaban por ella.
Bajó del auto y caminó con mucho pesar al interior de la sala.
Y con una alegría que no sentía, entró sonriendo y saludando
— Hola familia llegué. — Miró a su madre con el ceño fruncido.
— Madre, no me mires así, me que dormida en .
Su madre la interrumpió al imaginar donde y con quién amaneció su niña.
— No quiero saber Luggina, ya me imagino donde amaneciste .
— ¿¡Ah sí!? Pues entonces por qué tienes esa cara, si sabes que amanecí en el mirador.
Pierina y Stéfano se miraron extrañado.
— ¿En el mirador? — Preguntó extrañada y acercándose a ella.
— Si madre, en el mirador, mi lugar favorito. Estaba meditando, pensando. Hoy será mi mudanza, papá, mamá, niños hoy empieza mi vida cómo adulto, se que no tengo veinte años aún pero tengo que aprender a ser independiente.
— ¡Hija! — Pierina sintió pesar por su niña. ¿ Por qué tenía que marcharse de su hogar si ella nunca lo hizo y fue una mujer independiente?
— No entiendo por qué Tienes que irte, si yo fui independiente viviendo en la casa de mi padre.
— Mamá, eran otros tiempos, ya creció tu niña, soy una mujer tengo, que aprender. - Respondió y continuó con Stéfano.
— Padre ¿No me dirás nada?
Stéfano se acercó a ella tomó sus manos y se abrazó a ella.
— Eres una mujer responsable hija, siempre serás mi niña, mi pedacito de cielo en la tierra. No tienes idea de cómo deseo que vuelvas a ser esa pequeña traviesa que tomaba en mis brazos.
Lágrimas rodaban por el rostro de Luggina y Stéfano.
Suspiró profundo limpió sus lágrimas.
— Sabes que siempre estaremos aquí ¿verdad? Siempre puedes regresar a tu hogar
— ¿Sabes que eres el mejor papá del mundo? Y que siempre buscaré tu refugio padre mío.
Se dieron un abrazo al que se unió Pierina y sus hermanos.
— Bien el almuerzo de despedida está listo en el jardín.
Dijo nana Zuria acercándose a ellos.
— Subo me cambio y bajo en un santiamén.
Todos reunidos en el jardín hablaban de cosas triviales, todos los pequeños jugaban y reían, Alessandro y su familia estaba con ellos compartiendo como siempre lo hacían.
— ¿Que pasó con Nicolle? Dante. — Pregunta Luggina a su hermano
— ¿Recuerdas cuando estábamos en el colegio?
— ¿Que tiene que ver ese tiempo con lo que pasó ahora.?
— Nunca te dijimos, pero teníamos un juego que se nos salió de las manos.
— ¿Un juego? — Preguntó Luggina sintiendo curiosidad.
Dante miró a Luggina queriéndose esquivar de las preguntas que tenía que responderle.
— ¿Cual es ese juego Dante?
— Nicolle y yo somos amigos con derechos.
Luggina lo miró y comprendió que no solo ella tenía sus secretos con sus amigos.
— ¿Y que hay con eso? Ya son adultos, y saben lo que quieren y hacen.
— El problema, es que la vi besándose con Aibek.
— ¿Con ese idiota? No lo creo ese tipo es de lo peor y no creo que Nicolle lo vea diferente. ¿Y que te dijo ella?
— Que no fue intencional. Pero no le creo.
— Y por eso invitaste a la fiesta a la odiosa esa de Violett Cassano.
— Si, fue por eso. Dante miró a la entrada del jardín y vio que Lucciano se acercaba.
Ahí está tu viejo amor. — Luggina lo fulminó con la mirada mientras Dante se carcajeaba.
Luggina miró a Lucciano, y sintió su corazón dar un vuelco y su estómago estrujar se .
" Mariposas traidoras las voy a ahogar por alborotarse con el idiota ese"
Se cuestionaba mentalmente.
"Pero se ve muy atractivo con ese traje informal."
¿Pero que carajos estoy pensando?
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sintió una mano apretar su cintura.
Luego ese roce en mis labios que le causó un estremecimiento en su cuerpo.
— Hola mi hermoso Ángel.
Luggina lo miró y puso sus ojos en blanco.
— Imbécil — Susurró entre sus labios.
— Te ves hermosa enojada.
Respondió Lucciano con esa sonrisa torcida y seductora. Lucciano entrelazó su mano con la de ella y caminaron hacia los demás. Todos veían una escena de amor.
— Lucciano bienvenido a casa. — Saludó Pierina. Luego Alessandro, Stéfano y los demás.
Pasaron el resto de la tarde entre charlas y risas hasta que llegaron los demás. Alessio y su familia y Fabrizzio también con su familia.
— Tios querido, que bien que vengan, anoche no pude darles la atendió
que se merecían, hoy suyo toda solo para ustedes.
— Que bueno mi niña, ya sabemos que hoy te mudarás, hará tu vida de mujer adulta, pero eso no significa que te descuidaremos. Recuerda, Siempre vamos a estar pendiente de ti y de lo que necesites siempre puedes contar conmigo y mi familia. Sabes que eres nuestra sobrina querida.
— Gracias tío Fabricio, espero que cuando estés en Capri, no te olvides de venir a visitarnos.
— Por supuesto que no, además cuando sean nuestras vacaciones vendremos para ir juntos en familia como hasta ahora.
El tiempo pasó y ya estaban despidiendo a Luggina que tenía muy pocas cosas personales que llevar.
 — Mi niña, tu habitación estará esperando por ti cuando desees volver sentir el calor de hogar.
—  Nana allá donde voy a vivir será mi hogar de ahora en adelante al cual ustedes están invitados.
— No entiendo porque no te quieres llevar a nana Zuria.
— Por supuesto que mi nana se va conmigo, solo que le voy a dar un mes de vacaciones para que esté libre de ese estrés que se llama Luggina, osea yo. Nana va a visitar a su familia.
Luggina subió a su carro custodiada por Miguel Ángel y seguida por Lucciano.
A medio camino Luggina paró el auto y salió de él, caminó en dirección a donde estaba Lucciano y se paró frente a él, Lucciano salió del auto y se puso frente a ella.
— ¿Que te pasa mi ángel? — Preguntó mirándola fijamente.
— ¿Sabías que eres el hombre más cínico, mentiroso, embustero, engañador y traidor? - Lucciano se echó a reír su Ángel estaba celoso, pero no entendía de quién.
— No tenía idea de que yo tuviera todos esos adjetivos negativos. También eres la primera en decirme los. ¿Sabías?
— No, y no me interesa saber los. — Ese comentario hizo disminuir un poco el coraje que sentía.. pero era solo momentáneo, el recuerdo de lo que vio en ese departamento le revolvía todo sus sentimientos.
Luggina estaba furiosa y con ella misma por sentir celos solo de recordar el beso que se dio Lucciano y Dayanara.
Se acercó y le dio golpes en el pecho era su forma de descargarse tanto coraje hacia el.
— ¿Me puede decir que carajos te pasa?¿Por qué estás tan enojada? ¿Que te hice? — Preguntó Lucciano.
Luggina no quería ser descubierta y decir que lo vio besando a otra mujer y que eso la ponía celosa.
— Me pasa, que te odio, te odio con todas sus letras mayúsculas. No te soporto y no me quiero casar contigo.
Luggina se giró para irse a su auto y es justo ahí cuando Lucciano la agarra del brazo y de un solo movimiento la tenía cargada a su hombro llevándola a su auto.
— ¡Sueltame! ¡Suéltame! — Gritaba Luggina dando patadas al aire.
Lucciano tiró las llaves a Miguel Ángel, subió a Luggina y se la llevó.
Miguel Ángel con un movimiento negativo de cabeza reía de ver los berrinches que su peque le hacía a Lucciano.
Suspiró profundo camino para subirse al auto de Luggina y llevarlo al edificio donde sería el hogar de Lugg.
— Mi Prince, y ahora sí que encontraste la horma de tus zapatos. Ya me imagino todo lo que vas a vivir Lucciano Lombardi, no tienes idea de la fierecilla que te llevas.
Subió al auto y se fueron de lugar.
Llegó al edificio y ordenó que subieran las maletas y las ordenaran.
Luego de dejar todo en orden decidió irse a su departamento donde lo esperaba Bianca.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora