41. CINCO AÑOS ATRÁS

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Luggina y Miguel Ángel abordaron el yate ECLIPSE, quería alejarse de todo y de todos, poner en orden sus ideas, su mente era un cáos y no podía pensar con claridad.
—¿Cuanto tiempo nos quedaremos Peque? Es para hacer un abastecimiento de agua y alimentos.

—No lo sé, Mig. Lo único que sé es que no quiero regresar, no quiero ver a nadie. — Luggina estaba muy deprimida y su tono de voz se lo vi firmaba a Miguel Ángel.
— Peque, yo haré lo que tú me pidas, no quiero verte deprimida, está no es la Luggina que vi crecer, quiero a esa hiper activa, risueña con los que ama y fría para quien no la conoce.
— Esa se murió Mig, ya no existe.
— No digas eso mi Prince, debes tener fuerzas para superar todo esto. Y cuando ya estés  lista podrás enfrentar esa verdad que te cuesta tanto aceptar.
Luggina lo miró, tenía que decirle lo que escuchó.
— Miguel Ángel, soy producto de una violación. — Miguel Ángel se quedó de piedra al escuchar esas palabras.
— ¿Que estás diciendo Luggina?
— Lo que escuchaste Mig. Alessandro violó a mi madre, y yo soy el resultado de esa perversión.
— ¡No! Eso no puede ser, si así fuera... — Miguel Ángel miró a Luggina, y no podía entender.
— Peque. ¿ Estás segura de lo que escuchaste?
— ¡Si, Miguel Ángel! Lo escuché de su boca cuando le decía a mi Nono, y lo peor es que todos saben, y viven como si nada pasó, me dan vergüenza, me dan asco.
Luggina rompió en llanto y Miguel Ángel trató de tranquilizarla
— Peque, no se qué decirte, no se, y me siento un imbécil al no poder decir o hacer algo para que salgas de todo esto.
— Solo mantén me lejos de ellos, y de Lucciano, el también me traicionó.
Permanecieron por mucho tiempo así abrazados hasta que Luggina sin darse cuenta se quedó dormida, Miguel Ángel la llevó al camarote y la dejó ahí.
Salió miró su celular ya tenían cuatro días en el yate, marcó un número y pidió suministro.
Así los días pasaron, y Luggina seguía en depresión.

Una semana después.

El celular de Miguel Ángel sonó y salió a responder.
— ¡Perfecto! ¿Y que tanto tiempo durará el recorrido?
— ¿Medio año? ¡Vaya que sí le fue bien al crucero!
Luggina se acercaba a Miguel Ángel y escucho parte de la conversación.
— ¿Crucero? ¿Qué pasa con el crucero Miguel Ángel?
— Tranquila mi peque. ¿Recuerdas el crucero que me dijiste que comprara?
— Si, lo recuerdo. ¿Y que sucede?
— Pues va a salir en su primer viaje alrededor del mundo, tardará medio año en dar la vuelta.
Luggina miró a Miguel Ángel y una idea cruzó por su mente.
— ¿Donde lo podemos abordar?
Expresó sin más.
— ¿Que pretenden mi Prince?
— Desaparecer. Por ese tiempo. Y quiero que hundas este yate.
— ¿Que? ¿Por qué? Si es el regalo de tu abuela.
— Lo sé Miguel Ángel, pero me trae muy malos recuerdos de una mentira que viví aquí. Así que por favor hazlo desaparecer .
— Está bien mi peque, se complican tus  órdenes, pero primero tenemos que abordar el crucero, tenemos que volver a Puerto.
— Lo podemos hacer en un Jet-skis, y deja algo encendido para que el yate explote y se hunda en este mar.
Miguel Ángel no le cuestionó ni una sola de las órdenes que ella le dió.
Era mejor obedecer sus locuras a correr el riesgo de que le ordenara dejarla sola.
Bajó el Jet-skis, mientras Miguel Ángel dejaba una vela encendida  en un tanque de combustible.
Miguel Ángel y Luggina llegaron a puerto, fueron a las oficinas del capitán para entrar por la puerta de la tripulación, después de una hora el crucero zarpó, Miguel Ángel y Luggina se despidieron de Italia por todo ese tiempo que estarían en el mar.
Ya en alta mar, Luggina fue a su área privada que tenía exclusivamente para ella.
Caminó por el lugar, sintiendo se mal, cada día estaba con menos apetito, y dormía mucho.
— Peque traje al médico para que te revise.
Luggina lo miró con desagrado, estaba metida en la cama casi todo el día.
— No te pedí un doctor, Miguel Ángel. Te pedí que me dejaras sola.
— Mira niña, puedes pedir lo que desees y lo cumplo, pero que te deje sola, no, eso no lo haré.
— Mig solo deseo dormir. No más.
— Doctor, por favor pase y revive a la señora.
El médico pasó y comenzó a revisar y hacer las preguntas de rigor.
Envió muestras para realizar los exámenes.
El doctor salió de la habitación diciendo que volvería con los resultados.
— Miguel Ángel, por favor, no quiero ver a nadie, estoy bien.
— Cuando los exámenes digan eso te obedezco.

Una hora después el médico regresó con los resultados de los exámenes.
— Bien señora Antonella, lo que usted tienes es un proceso hormonal que en su estado es normal.
Luggina lo miró con indiferencia, y luego a Miguel Ángel.
— ¡Ves! Te lo dije, no tengo nada.
— No tiene nada malo, señora pero aún así tiene que alimentarse bien, dormir bien para que su bebé nazca sano.
Luggina abrió y cerró la boca, su impresión era mucha, pues después de todo lo malo algo bueno tenía para seguir.
Miguel Ángel se acercó y la abrazó, y ella correspondió.
— Mi peque, no sabes lo feliz que me pone saber.....
El médico mal interpretó la escena y los felicitó.
— Los felicito, serán padres, y tenemos que hacer una ecografía para saber con exactitud el tiempo.
Luggina estaba en shock, sin planearlo se fue llevándose al hijo de Lucciano con ella, se llevó las manos al vientre, miró a Miguel Ángel y susurró.
— Mi hijo, nuestro hijo, Lucciano y nunca sabrás de él, será solo mío.
El médico dejó la orden de la ecografía, la medicina y vitaminas que tenía que estar tomando las.
El doctor salió del camarote y Miguel Ángel se acercó a ella.
— Peque, seré tío, yo los cuidaré mientras dure tu viaje. Estoy feliz mi niña será madre.
— Gracias Mig, no sabes lo importante que es para mí saber eso. Sabes no me lo esperaba, pero esto cambia las cosas, mi vida va a dar un giro radical, no soy yo, es mi hijo también necesito poner en orden mis ideas, ahora no como hija, me toca actuar como madre, tengo que pensar primero en mi hijo, en su bienestar y después en mi.
— ¿Vamos a volver? — Preguntó Miguel Ángel.
— Miguel Ángel, de verdad, siéntate y escúchame. Yo, te despido de tu trabajo como mi guardaespaldas, eres libre de volver si lo deseas, yo no lo voy hacer, ni ahora ni nunca. Cuando el crucero llegue a Bora Bora, me quedaré ahí, y tú regresarás, seguirás con tu vida y nunca les digas dónde estoy.
Miguel Ángel la miró muy atento y vio su desisión en cada palabra dicha.
— Pequeña, cuando llegué a trabajar para ti, me hice una promesa, la promesa de que siempre te iba a cuidar, juré protegerte con mi vida, porque es parte de mi trabajo, y del amor que te tengo, que hemos cultivado todos estos años, aunque tú me destituyas de mi trabajo, seguiré a tu lado, como lo que tú quieras, como tu hermano, como un acompañante, como el nano de tu bebé, pero no te voy a dejar sola nunca, ¿Me escuchaste? Nunca.
Luggina se lanzó a sus brazos y sus lágrimas rodaron, estaba muy sentimental y hormonal.
Miguel Ángel correspondió a su abrazo trató de tranquilizarla.
— Prometo ser el mejor tío del mundo mundial. — Expresó con gracias y logró sacarle una sonrisa a su pequeña.
— Gracias Mig, estoy segura de eso, serás el mejor tío del mundo mundial de mi hijo.
— ¡Oh hija!.
 — Oh hija,
— Te imaginas una mini versión tuya, lo terremoto que sería. — Luggina rió al escuchar y al imaginarse a su pequeña, y lágrimas volvieron a caer cuando a su mente llegó la idea de un niño muy parecido a Lucciano. Con su piel trigueña cabellos castaños claro y ojos verdes.
— Y si es un mini Lucciano.
— Será muy inteligente como sus Padres.
Miguel Ángel acunó su rostro entre sus manos y limpió sus lágrimas con el pulgar.
— Ya mi peque, estar llora y llora no le hace bien a Luiginna.
— ¿Luiginna? ¿Y ese nombre?
— No sabemos si es niño o niña. Así que lleva medio nombre de la mamá y medio del papá. Lucciano Lui, Luggina Ginna.
Luggina rió a carcajadas y Miguel Ángel la atrajo a él.
— ¿Sabes? Teníamos planes con Bianca, tener dos hijos, pero ella quería cinco.
Le dije que tendríamos los que ella quisiera, pero a la hora de marcharse, no le importaron nuestros planes, no le importó nuestro futuro, nuestro amor ni nada, simplemente un día amaneció, y dijo que se marchaba, no la pude detener.
A Luggina se le estrujó el corazón de ver a Miguel Ángel muy triste por Bianca, ni ella, ni el fueron felices.
Ahora estaban ahí a bordo de un crucero yendo a dar la vuelta al mundo. Juntos en un futuro que no planearon, y que compartirían.
— Nuestras heridas van a sanar hermano mayor. Ya verás que después de un tiempo tu olvidarás y encontrarás a alguien que te ame tanto como lo harás tú.
— Eso espero mi Prince, eso espero, tanto para ti, como para mí. No podemos ir por la vida arrastrando vendas para curar heridas viejas.
— Así es Mig, algún día nuestros corazones y almas sanarán.
Unieron sus manos entrelazando sus dedos y dándose un apretón sintiendo la esperanza en ese acto.
Miguel Ángel fue a su camarote sin antes recordarle.
— Mañana iremos a conocer a mi sobrina.
— O sobrino. — Expresó Luggina feliz por el momento de sentir que dentro de ella crecía una vida.

Un amor sin máscara, mi Daddy (3er Libro De La Saga Cielo Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora