III

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–¿Cuál fue mi último Otro divertido? –se cuestionaba Ella mientras se estremecía por el roce de una roca que le daba cosquillas–. ¿El Eco...? Sí, fue él, emergió antes de los grandes glaciares en el momento previo a que todo empezara a congelarse. Lo creé sin muchas expectativas. Hasta su creación tenía otro propósito, pero su personalidad fue creciendo y se hizo sublime. ¡Cómo me divertía con sus pensamientos! ¡Era tan ocurrente! Lástima que subsistiera tan poco tiempo él y su progenie –decía nostálgica y apenada–. Los tendría que haber generado más resistentes al congelamiento. ¿Pero quién sabía que iba a hacer tanto frío en tan poco tiempo? –se lamentaba mientras se rascaba contra las piedras.

Luego de unos segundos de silencio en la mente amorfa mezclada en mil toneladas de cuerpo viscoso, la madre seguía con su monólogo.

–También siempre estuvo Nosotros, sí que supieron adaptarse al gélido clima y a todo lo que vino después. Claro, eran más viejos... más sabios. Lástima que ahora sean muy aburridos –y luego de una pausa continuó–. Fueron una buena creación, de eso no cabe duda, y lo siguen siendo, aunque hoy en día no queda mucho de aquel Nosotros por mí creado. ¿Por qué los había hecho...? Ah sí, para desenmarañar el laberinto interminable de cavernas fuera del agua. El conocimiento por el conocimiento es uno de mis lemas favoritos... –y luego de un largo silencio reflexivo siguió–. Ahora que lo pienso... ¿Por qué será tan difícil engendrar criaturas joviales y chistosas? Con el resto de las cualidades puedo hacer a millares.

Decepcionada, se dirigió hasta uno de los lugares donde se contactaba con los pequeños seres subterráneos. Había decenas de esos sitios en el oscuro fondo marítimo, pero a la creadora le gustaba uno en especial que contenía holgadamente a su cuerpo voluptuoso y así podía estirarse y acurrucarse libremente contra las rocas, sin hablar del placer que le daba la vertiente de agua caliente que surgía de uno de sus laterales.

–Nosotros, ustedes que son sabios, ¿por qué me resulta tan difícil crear criaturas divertidas y graciosas? –preguntaba mientras el chorro caliente mejoraba su ánimo al golpearle su viscoso y transparente cuerpo.

–Tú no eres muy divertida ni muy graciosa. ¿Tus criaturas no poseen parte de tu esencia? –respondió Nosotros tan sereno y sincero como era su costumbre.

Inmediatamente, con un vibrar descomunal en el éter, se escuchó una voz amenazante:

–¡Ten cuidado con lo que dices, puedo crear un Otro devorador de Nosotros y será tu fin!

–¿Entiendes lo que te digo? –respondió Nosotros sin sobresaltarse.

–Para mí era un buen chiste, algo muy gracioso... con toques de ironía y un poco de humor ácido. ¡Ni hablar de mi terrorífico cambio de voz! –dijo vocalizando con la voz más grave y áspera–. Además, me divertí mucho al decirlo y no me vengas con eso de asumir cosas, que sé que a ti te encanta.

–No te engañes –aseveró Nosotros y agregó–. Sin embargo, siempre se puede mejorar si es lo que deseas.

–Es verdad, es verdad, debo sincerarme, no soy nada divertida, ¿A quién quiero engañar? –se lamentaba casi en forma imperceptible, tratando de que Nosotros no la escuchara.

–Los que son divertidos son los humanos –dejaron caer el comentario las criaturas de las cavernas como si no quisieran, para ver si su madre se entusiasmaba–. Quizá puedan ser unos buenos maestros.

–¿Quién? –exclamó Ella picando el anzuelo.

–Tú los creaste hace mucho, ¿Te acuerdas? El hombre y la mujer. No estabas muy contenta con el resultado.

Luego de un largo silencio y recurrir a su memoria, respondió.

–Ahora los recuerdo... Hace algún tiempo que no sé nada de ellos.

–Evolucionaron y perdieron el enlace. Fue por esta razón que están desconectados de ti y de los demás Otros. Quién sabe por qué. Son muy egocéntricos y soberbios, en eso se parecen a ti.

–A veces me pongo un poco demandante con mis nuevas creaciones –decía reflexiva Ella y haciendo como que no había escuchado el último comentario, continuó–. Deposito mucha expectativa en cada uno de mis hijos, quién sabe esta fue la razón de su alejamiento. Demasiada exigencia.

–¿Qué fue lo último que recuerdas de los humanos? –preguntó Nosotros.

–Déjame hacer memoria, no fue hace tanto. Se peleaban mucho, sin motivos reales de supervivencia. Hasta habían creado instrumentos para hacerlo. ¿Te parecen graciosos? Eran un poco tontos y brutos. Si hay algo que no me gusta incluir en mis Otros, es la violencia per-se, sin una utilidad. Algo falló en ellos.

–Han cambiado mucho, no en eso de matarse sin causa, cada vez lo hacen mejor. Pero a tu gusto, seguro los encontrarás inteligentes y por sobre todo graciosos y chistosos.

–¿De verdad? ¡Me estás mintiendo! –exclamó Ella fuertemente, provocando una saturación en el éter psíquico. Al cabo de unos segundos de espera y al no recibir respuesta alguna, continuó–. ¡Si ustedes no mienten! ¡Fue una broma! ¿Se dieron cuenta? ¿No les causó gracia? Fue muy ocurrente.

–No –aseveraron concisa y secamente las pequeñas criaturas subterráneas.

–Pensándolo bien... quién sabe ustedes no son los graciosos y no aprecian los buenos chistes. Tendría que buscar otro público para ver cómo reaccionan. Lástima que no hay mucho disponible por estos días.

–Si quieres, podemos contactar un humano –retomó Nosotros la conversación–. Ya lo hemos hecho en el pasado. Pero no es una tarea fácil en la actualidad. Tiene que quedar uno al alcance de nuestro enlace y a su vez, que este tenga uno incipiente como desecho de su evolución. Casi todos los humanos lo han perdido por completo.

–Aceptaré el ofrecimiento, y ya lo saben, soy paciente. Para siempre es mucho tiempo, pero el tiempo está de mi parte.

–Lo sabemos, en tu percepción del tiempo, esta espera será irrisoria –observó Nosotros mientras se retiraban a un lugar elevado de la caverna buscando una temperatura más agradable–. Te avisaremos cuando tengamos novedades.

Desde su creación, en las profundas y oscuras cavernas, Nosotros, enlazados con sus mentes se comunicaban con Ella a través del enlace. En el comienzo, lo hacían para notificarle que descubrimientos realizaban mientras se adentraban más y más en las oscuras grietas de la Tierra. Pero con el paso de los milenios y luego de haber informado regular y rutinariamente la topografía subterránea, ambos perdieron el interés al respecto y se comunicaban por el solo placer de la conversación.

Sin embargo, desde hacía tiempo, lo hacían cada vez con menos regularidad, Ella no le encontraba ya el entusiasmo. En verdad, Ella ya no le encontraba el entusiasmo a nada y, sinceramente, Nosotros ya no compartía muchos intereses con su madre. A pesar de esto y después de todo, era su creadora y siempre apreciaban y disfrutaban estar a su lado.

Al cortar el enlace y volver a sus labores, Ella estaba con-tenta, algo novedoso y diferente se habría paso en el horizonte. Una simple pero posible esperanza de motivar sus días aparecía. Si el ofrecimiento de los pequeños seres tenía éxito, se reencontraría con un Otro olvidado, nunca le había sucedido algo así y la idea de saber qué había sido de unas de sus creaciones perdidas, la fascinó y atrapó.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora