LIII

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–¡Claro! ¡El hombre misterioso te contacto por tu habilidad para sobrevivir al ataque de los espectros! ¡Yo mismo lo he visto! –gritó Oscar abriendo los brazos después que Seb le comentó las nuevas noticias–. No por tu habilidad de transportar cosas. Quien sabe, eso lo desconoce. Además, ahora que lo pienso, tú transportaste la piedra luego de hablar con él. ¡Qué tontos que fuimos! El problema, ahora, es cómo utilizamos esta nueva información –y luego de una pausa agregó–. ¿Por qué él no te lo habrá dicho? Igualmente, debemos utilizarlos porque es lo único que tenemos.

Inmediatamente, se sentó sobre la alfombra que cubría el piso y se quedó en silencio. Así se mantuvo unos minutos hasta que retomó la conversación.

–A mi entender, la única posibilidad es usarte de señuelo y atraer a los espectros de este lado, aprovechando tu cualidad de resistir a sus ataques.

–Es verdad que, por lo que dicen, tengo esa cualidad, pero también es cierto que sufro mucho en ese proceso –respondió el joven apesadumbrado reviviendo la cruel experiencia–. Teniendo en cuenta que lo logremos de alguna forma... ¿Cómo enviamos la encomienda al otro lado?

–Tendrás que aguantar Seb –aseveró Oscar firmemente– Por el momento no sabría responderte cómo aprovecharemos esto, pero es un nuevo comienzo. Debemos encontrar una respuesta. Déjame investigar más sobre el tema. Necesito más tiempo. Mañana, a más tardar, encontraré una so-lución. Debemos seguir investigando hasta que hayamos explotado totalmente nuestros recursos. Por tu cuenta busca e investiga y presta especial atención a tu intuición. Posiblemente tu inconsciente nos de la respuesta.

Oscar realmente era un hábil y tenaz investigador. Su poder de concentración era enorme y podía pasar horas sin distraerse, aprovechando cada minuto. Una vez, Sebastián le había preguntado cómo lo hacía, ya que él al rato de estar concentrado en una actividad debía descansar o cambiar de labor para distraerse. Su mente se agotaba fácilmente. –Ya lo podrás hacer –le respondió–. Todo se aprende.

Al día siguiente, nuevamente maestro y aprendiz se reunieron.

–Después de pensarlo y buscar información por horas y horas, he llegado a una conclusión: es imposible y, si no lo es, no lo sé ni lo sabré –se lamentaba Oscar mientras tomaba un té de hierbas tibio sin que se lo viera muy preocupado–. Lamento decirlo, pero desisto, acepto mi derrota. Espero que algo o alguien se apiade de nosotros y nos de la respuesta. ¿Por qué no vuelves y hablas con él al respecto?

–Realmente, no creo que sepa cómo hacerlo, si no me lo hubiera explicado. Uno de los beneficiados en todo este embrollo es él. Como sabes, no puedo contarte más al respecto, pero debes saber que está desesperado. El tiempo corre en su contra. Por eso estoy seguro de que, si él supiera cómo hacerlo, me lo habría dicho. Yo, en su lugar, lo hubiera hecho para concluir el trato lo antes posible y poder obtener los beneficios.

–Estás en lo cierto, más si su situación es tan crítica. Sé que di mi palabra, pero si supiera más sobre este tema podría ayudarnos. ¿No puedes contarme algún detalle más?

–Te he dicho lo que puedo contarte y no creo que los datos que te faltan y que te oculto, puedan beneficiarnos.

–¿Qué sucedería si me lo comentas? –inquirió Oscar con su paz habitual.

–No sé cómo reaccionarías. Por eso, antepongo nuestro objetivo primordial y apelo a que dejes tus dudas de lado.

–Mantendré con estoicismo mi semblante. Creo en ti.

–Gracias.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora