LVI

5 1 0
                                    

En la habitación, aprendiz y maestro se reunieron nuevamente. Se saludaron amistosamente, mientras una brisa proveniente del jardín acariciaba el rostro de ambos invitándolos a la tranquilidad.

Oscar ya se encontraba sentado en los oscuros cojines y, a su lado, el cuenco lleno esperaba. Como un ritual ya cotidiano, Oscar invitó a sentarse en frente de él al muchacho y le dio de beber el líquido que lo llevaría al otro lado.

Cuando Seb sorbió la bebida de sabor extraño, recordó todo lo que había pasado desde su decisión de tomarse esas vacaciones escapando de la ciudad y del recuerdo de una mujer. ¿Habría un destino o solo fueron momentos fortuitos que se encadenaron hasta estallar? Qué increíble y mágico, y también peligroso, había resultado todo. Le dieron muchas ganas de hablar con su tío y contárselo todo, pero todavía sabía que no era posible. La prioridad era terminar el trabajo por el que lo habían contactado. Toda acción por fuera de ese plan podría derivar en el fracaso y, lo que más quería en este momento de su vida, era que eso no ocurriera.

Por su cabeza, entonces, dieron vueltas imágenes y vivencias del muchacho del pasado. Su vida ahora transcurría entre viajes a O, amigos extraños y un dios por descubrir. –¿Qué estarán haciendo mis viejos amigos en este momento? –reflexionó–. ¿Comentando el resultado del último encuentro deportivo, conociendo alguna chica o quizá planeando una reunión entre ellos? ¿Si alguna vez se volvería a encontrar con ellos, sería lo mismo o ya no se entenderían?

A medida que los minutos transcurrían, los signos que presagiaban el pasaje comenzaban a sucederse. Ya los conocía bien y aflojó las riendas de su mente para que tomaran el control absoluto. En minutos se encontraría con Nosotros y se iniciaría el primer día del fin. Si todo resultaba como lo esperaba, luego de hablar con el humano, transportaría su cuerpo hacia O y tendrían posesión de la tan preciada Semilla. Después, todo sería más sencillo: Nosotros la activaría y se la llevaría a Ella, luego la madre la germinaría en su interior como un Principio y el renacer del mundo comenzaría.

Como había sucedido las últimas veces, millones de colores lo recibieron en O, sin contar las decenas de seres que lo saludaban cortésmente.

Instintivamente, cada tanto tocaba en el bolsillo derecho del pantalón su objeto de poder. Su permanencia y su suave tacto le resultaban reconfortantes y le transmitían seguridad. Gran parte de su confianza y serenidad dependían de esa simple piedra verde. ¿Cuánto tiempo debería transcurrir para no depender de ella como le había dicho su maestro?

Sabía que le faltaba un largo camino para llegar a ser un gran chamán. Sobre todo, cuando las dudas y miedos ocupaban su mente. Aunque... ¿quería serlo realmente?

–Basta de divagar –pensó frenando sus pensamientos, y comenzó a sentir a Nosotros, como él le había indicado. En cuestión de segundos, los pequeños seres peludos aparecieron a su lado.

–Bienvenido, muchacho –dijeron sin mover un músculo de su rostro.

–Hola, un gusto ver rostros amigos. Antes de comenzar tengo una duda, ¿intentaron ustedes migrar sus cuerpos para este lado?

–Si, sería nuestro anhelo. Pero no pudimos. Quizá nuestra esencia pertenece a los dos mundos. Aceptamos lo que somos, pero eso no quiere decir que no sigamos buscando lo que creemos. Lo importante es disfrutar del camino con los errores y aciertos.

–Entiendo. Como ahora. Aceptamos lo que tenemos y lo que podemos hacer, pero seguimos caminando felices, aun-que sabemos que podemos llorar. Una pregunta, veo que aquí también podemos enlazarnos, ¿funciona con otros seres?

–Aquí no funciona el Enlace como lo conocemos en nuestra realidad primaria, por lo tanto, no se pueden enlazar se-res entre las dos realidades. Cuando intentamos comunicar-nos contigo y con Ella, originamos el Enlace desde las cavernas, no desde aquí. ¿Cómo nos comunicamos aquí? No lo sabemos realmente, solo sucede de alguna forma. Los seres parlantes hablan, pero pueden comunicarse con los psicoparlantes y viceversa. No hay limitaciones de ningún tipo. También te encontrarás seres que se comunican solamente con gestos y otros que no se comunican directamente. Si pueden o no hacerlo, no lo sabemos.

–Bueno, a lo nuestro –exclamó Sebastián frotándose las manos, como preparándose para un trabajo que demanda un gran esfuerzo–. Comuníquenme con él, por favor. El tiempo apremia.

Los cientos de pequeños seres en forma coordinada, como si se tratara de un baile robótico, señalaron nuevamente a una pequeña cabaña sin ventanas y con una sola puerta en el frente, donde solo unos segundos antes no había nada.

El muchacho, sin vacilar y con paso firme, se dirigió a la cabaña y llamó golpeando la puerta vetusta que parecía derrumbarse a cada golpe de la mano, desprendiendo polvo y astillas.

Con un sonido escalofriante, digno de una película de terror, la puerta se abrió lentamente dejando escapar un vaho singular que el aprendiz nunca había percibido. Dentro de ella y sentado sobre la silla, el ocupante invitaba al mucha-cho a entrar con un gesto de su mano.

–¿Qué haces por aquí? –preguntó.

–He encontrado la forma de traer tu cuerpo. Solamente vine para sellar el trato. ¿Cómo sé que no me estás engañando? Tú mismo has dicho que tú ética es diferente a la de los demás y a la mía.

–Es verdad –respondió riendo–. Veo que tienes memoria y no eres ningún tonto. Es sencillo, yo confío en tu ética. Te concederé lo que buscas y luego tú traerás mi cuerpo. ¿Estás de acuerdo?

Después de tantas especulaciones y dudas, estaba sorprendido y vio con claridad su situación. El director realmente sabía lo que hacía, todo el control estaba bajo su mando. Si Seb no cumplía el trato, tenía mil formas de extorsionarlo, como lo había hecho con Nosotros. Esta opción nunca la había considerado y, con ella, la certeza de la inutilidad de anticipar las acciones o consecuencias posibles de un acto.

–¿Y si no logro traerte?

–No debes fallar, lo sabes. Serás el único responsable de las consecuencias posteriores. Sabes que puedo hacer muchas cosas y podrían salir lastimados muchos seres. ¿Algo más?

–No –contestó apesadumbrado sabiendo los riesgos.

En ese instante y sin titubear, el director se levantó ágil-mente de la silla de madera ajada y sigilosamente murmuró unas palabras al oído izquierdo de Seb. Luego, se irguió frente a él y le dijo:

–Nuestro encuentro ha terminado. Adiós.

Acto seguido, la cabaña y su ocupante desaparecieron dejando al muchacho rodeado de Nosotros, quienes lo observaban.

Al mirar a sus amigos a los ojos, sintió la responsabilidad que caía sobre sus hombros. No había margen de error, todo debería ser planeado meticulosamente y repasado una y otra vez, como un show previo al estreno. ¿Y si Marta y el padre de Oscar estaban equivocados?

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora