XXI

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En el Heimathaus se encontraban todo tipo de cosas, actuales y antiguas, presentes u olvidadas. Desde una pintura de un artista local contemporáneo hasta los utensilios utilizados en la extracción del carbón de la región, pasando por herramientas de la edad de bronce.

Después de unos largos minutos de recorrerlo, no encontraron referencia alguna sobre la Semilla. Ni siquiera una simple fotografía o mención.

Aprovechando su conocimiento en este tipo de búsquedas y su puesto universitario, Víctor pidió hablar con el curador del museo.

Minutos más tarde, se encontraban en la oficina del responsable y encargado de la muestra permanente, un tipo muy pulcro y tradicional, y tremendamente aburrido. Su oficina olía a encierro.

Luego de presentarse y utilizando una oratoria académica, Víctor explicó su interés histórico y académico sobre el supuesto cubo, poniendo como excusa un trabajo científico que quería llevar a cabo.

El curador, con expresión de dejadez, contó que había escuchado algo sobre el Wolfegg. Les explicó, que a lo largo de los años había venido algún que otro curioso preguntando por él. Pero aclaró que nunca había visto un rastro sobre el cubo en el establecimiento.

–Quién sabe es todo mentira –agregó–. O, tal vez, sí existió y estaba en el museo, pero fue arrojado por error a la basura, regalado, vendido o, por qué no, robado. Todo es posible. No sería la primera ni la última vez que algo así sucede. Hace unos meses robaron un pedazo de madera de un mueble, por ejemplo. ¿Para qué alguien querría eso? Solo puede ser maldad o picardía de niños, o adolescentes, que quieren sobresalir en su grupo –mientras hablaba ordenaba unos papeles, como queriendo dar por finalizada la conversación.

–Ustedes deben tener un registro histórico de los artículos que entran o salen del museo. Si existió y entró a este edificio, debe estar asentado en alguna parte. Nos gustaría inspeccionarlos. ¿Cuándo podríamos hacerlo? –preguntó el profesor con seguridad, sin quitar la vista de su interlocutor para presionarlo.

–Por supuesto, está todo debidamente registrado, para hacerlo sería necesario presentar una autorización de su Universidad que lo avale. Hay protocolos que debemos cumplir para estos procedimientos. Burocracia, usted sabe de lo que hablo.

–Por supuesto, normas son normas. ¿Esta semana le parece bien que comencemos? –apuró al curador.

–Totalmente, serán bienvenidos cuando regresen –dijo el curador extendiendo la mano para saludarlos y así acabar también con la entrevista.

Luego de salir del museo, se dirigieron a una cervecería cercana, donde pidieron dos pintas de una lager finamente amarga y stelze. ¡Prost! –dijo el historiador levantando la jarra y mirando a los ojos a su amigo.

Luego de dar un largo sorbo refrescante, el joven preguntó:

–¿Cómo vas a obtener el permiso de la universidad? Supuestamente estás pasando por un problema personal y no puedes trabajar.

–Aunque lo solicitara, tardarían días o semanas hasta que lo aprobaran. Si la burocracia en general es lenta y tediosa, la académica puede llegar a ser letalmente flemática. Tampoco quiero que se enteren de nuestra búsqueda mis colegas. Ni que hagan preguntas que no me interesa responder. Bushido. Damos todo por el todo. Falsificaré un pedido y listo –explicó sin darle mucha importancia a lo que decía, mientras le daba un buen trago a la bebida helada y espumante–. ¿Cómo sería el mundo sin la cerveza? –preguntó mientras admiraba la ambrosía –. Triste, muy triste y quizá la...

–Víctor, podrías meterte en serios problemas –interrumpió preocupado el muchacho–. No lo hagas... lo solucionaremos de otra forma. Pensemos otra alternativa.

–Ya lo tengo decidido –decía saboreando la bebida con una sonrisa misteriosa–. Se vuelve a despertar en mí el Víctor que ya daba por muerto –y luego de dejar el vaso sobre la mesa y tomando a Seb por los hombros continuó–. ¿Entiendes lo que te digo? Gracias a ti y a esto, vuelvo a vivir. Y daría todo por seguir así. ¿Qué es lo peor que me puede suceder, perder el trabajo?

Dicho esto, levantó el vaso y gritó nuevamente a viva voz ¡Prost!

Al terminar la cerveza y el sabroso stelze, los dos amigos volvieron a su hogar. El estómago lleno junto a un día largo e intenso pasaban la factura y una cálida y suave cama se hacía desear. Mañana sería un día diferente, ya no serían historiadores, ahora se pondrían en el papel de falsificadores.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora