XXXVI

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Un viernes por la mañana, después del noveno día de comenzar su "limpieza", Seb se levantó, se dio una reconfortante ducha y se dirigió al estudio donde se encontraba Oscar: –Estoy preparado –le dijo.

Afirmando con la cabeza, Oscar contestó; –A las seis de la tarde golpea aquella puerta –señalando la puerta contigua de color verde–. Allí comenzará y acabará. Ven cómodamente vestido y descalzo. Báñate antes y no uses perfume alguno. Siempre confía en mí.

Esas horas de espera transcurrieron aisladas del tiempo del mundo, etéreas y somnolientas. A las seis en punto, Sebastián, a falta de aldaba golpeó con su puño tres veces la puerta y, al abrirse, vio ante él un oasis en el interior de la mansión que nunca antes había visto.

La habitación era bastante más grande que la del resto de la casa y estaba decorada por alfombras, infinidad de almohadones de diferentes tamaños, colores y diseños y sus paredes estaban revestidas por materiales suaves y esponjosos. Una de ellas era totalmente de un vidrio de gran espesor y daba a otro jardín interno repleto de plantas y flores. El ambiente tenía un leve, casi imperceptible, aroma a azahar y, al penetrar en él, una suave brisa acarició su rostro proveniente del vergel dándole la bienvenida. Realmente el lugar brindaba una relajación visual, táctil, olfativa y sonora absoluta. Todo allí estaba pensado para que los sentidos bajen su guardia y dejen paso a la mente plena.

De espaldas al luminoso jardín, Oscar, que se encontraba sentado sobre unos grandes almohadones negros como la obsidiana, lo invitó a sentarse frente a él sobre un almohadón del mismo color con un ademan de sus manos.

El maestro estaba descalzo y vestido cómodamente con ropa deportiva de algodón blanca sin inscripción alguna.

Luego de que Seb se sentara y acomodara sobre los cojines, el maestro lo miró fijamente a los ojos y con una sutil sonrisa le alcanzó un tazón de madera con un brebaje extremadamente amargo.

–Bebe tres sorbos –le dijo. Seb bebió y, entonces, todo comenzó.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora