LXVI

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El éter volvió a ser quebrado en la oscura inmensidad de las entrañas de la tierra por una simple pregunta originada en las cavernas:

–¿Cómo te sientes?

–¿Cómo he de sentirme? Igual que las últimas cien eras –respondió sin sobresaltos Ella.

–Cuando la Semilla atravesaba el agua sentimos indecisión en ti.

–Es verdad... no puedo negarlo. Al saber que venían con ella hacía mí... dudé en recibirla. Debo confesar que pensé en huir hacia lo más profundo del abismo –la voz de la gigante se sentía apenada, sincera–. Temía perder lo que tanto anhelo, mi seguridad. Pero en ese momento recordé que soy más que eso. Acepté mi responsabilidad y el compromiso asumido, y las dudas, a pesar de los riesgos, se desvanecieron.

–Lo sabemos –dijeron Nosotros amablemente–. Ahora sí eres realmente una madre. Luego de una pausa continuó:

–¿Percibes algo diferente con la Semilla en tu interior?

–Nada novedoso, por cierto. Es exactamente igual que cualquier Principio.

–¿En cuánto tiempo piensas que nacerá?

–No más de dos días. Se podría decir que la velocidad de su desarrollo es lo único diferente. ¿Será poco evolucionado? –divagaba–. O, quién sabe, posee un metabolismo de crecimiento desconocido para mí. Todo es posible. Eso sí, es evidente que quiere emerger lo antes posible.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora