XLVI

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Sebastián abrió los ojos con mucho esfuerzo y, como siempre, se sintió famélico y sediento.

Miró el reloj sobre la pared para saber cuánto tiempo había transcurrido: casi doce horas desde que había ingerido la Willka. ¿Qué excusa le inventaría a Oscar por su ausencia? A pesar del éxito por haber salvado a Nosotros, sentía culpa por haber traicionado a su maestro.

Sin pensarlo mucho, se dirigió rápidamente a su habitación en donde había dejado preparado una botella con agua y alimento. Luego de saciarse, se dio una buena ducha caliente y se dirigió hacia uno de los varios salones de lectura que había en la casa para pasar desapercibido. Tomó uno de los tantos libros al azar y se recostó sobre uno de los sillones a leerlo. Mientras las hojas pasaban, los párpados iban cediendo frente al cansancio y cuando estaba cayendo dormido, una voz resonó en su cabeza.

–Gracias, humano.

–Fue un placer –contestó sin saber todavía si era real o solo se trataba de un sueño–. No los conozco hace tanto como tú, pero también aprecio mucho a Nosotros. Por suerte, todo salió bien ¿Cómo están?

–Muy bien, pero agotados. Ahora están descansando. Por ese motivo opté por contactarte yo misma sin molestarlos. Veo con orgullo que has evolucionado en este último tiempo. Ya no eres el muchacho que nos visitó la última vez, inseguro e inocente.

–Me siento diferente, es verdad, pero muy adentro mío sigo siendo el hijo de mis padres.

–Eres mi hijo –dijo fuerte y tercamente Ella–. Siempre lo has sido. Simplemente, ahora lo sientes.

Mientras hablaba con Ella, Sebastián buscaba por la habitación de dónde provenía el Enlace. Entonces escuchó: –Mira en la abertura de la pared.

Al mirar con detenimiento, observó un pequeño ser que se escabullía por una ranura en la ventana ahuyentado por unos golpes que resonaron desde la puerta de la habitación.

–Espera, ¿por qué no te presentaste de esta forma el otro día? Todavía están limpiando la alfombra de la entrada –reía el muchacho cansado.

–Siempre se aprende muchacho, aunque seas una vieja terca. Adiós.

Los golpes llamando a la puerta volvieron a sonar y con ellos la respuesta del muchacho invitando a pasar al visitante.

Cuando la puerta se abrió, apareció un Oscar con una espléndida sonrisa y una taza de té en la mano.

Sin ocultar su alegría, le dijo:

–Lo has encontrado, te felicito.

–¿De qué estás hablando?

–Tu objeto de poder, la piedra verde –decía mientras revolvía el té y daba un suave sorbo.

Como un niño que es descubierto en una travesura, Seb tomó de su bolsillo la piedra y la alzó sobre la palma de la mano, mostrándola.

El chamán abrió con asombro los ojos y se acercó para observarla detenidamente sin tocarla.

–Una simple piedra verde, quién lo diría. Después que te encontraste con los duendes, caminaste hacia donde te señalaban con sus manos y has desaparecido por unos minutos. ¿A dónde te dirigiste? ¿Con quién o qué te encontraste?

–Siempre supiste lo que iba a hacer y me has seguido, ¿Por qué me dejaste hacerlo?

–¿Por qué no? Cuando seas padre o maestro, lo sabrás. Claro que estabas bajo mi vigilancia, aunque, debo reconocerlo, es innecesario protegerte. Aún no lo sé, pero nada ni nadie se te acerca y todos te tratan con reverencia.

–¿Reverencia?

–Si, vi entes malvados acercarse y no animarse ni siquiera a rozarte.

–Yo no vi nada de eso –objetó Seb.

–Claro que no, pero lo harás. Ahora responde la pregunta que te hice.

–No sé cómo se llama, parecía un simple ser humano. Muy amable y cortés, pero marcial. Me propuso un trato.

–¿Qué trato?

–Él me diría algo que yo quiero, a cambio de algo que él quiere.

–Déjame sorprenderte: él quiere que lleves algo de aquí para allá.

–Sí –dijo sorprendido Seb sin ocultar su asombro–. ¿Cómo lo sabes?

–Algo tienes muchacho que los demás no tenemos. No sabría decirte qué, pero eres único.

Luego de hacer una pausa para beber el té, continuó: –Nunca antes he conocido a alguien que puede transportar objetos entre las realidades. No me refiero a "dobles", que son objetos iguales a los originales en cada lado, sino a objetos reales. Por eso pudiste sacar la piedra verde y la tienes en tu bolsillo. El objeto de poder siempre queda allá, del otro lado. Aquí no existe.

–¿Y de qué sirve eso?

La risa del maestro retumbó en toda la casa y, quién sabe, en toda la ciudad.

–¡Tan inocente y con un poder inmenso! –dijo alzando la voz y bajando su cabeza–. Debo reconocer que tengo algo de celos. Lo que se te ha permitido hacer, es tan único, que no existe registro alguno. Posiblemente, haya infinidad de posibilidades aún no descubiertas y que ni siquiera podemos imaginar: desde poder elegir en qué realidad vivir con tu cuerpo físico o quizá, a partir de la Otra realidad saltar a otros planos desconocidos para los humanos. Posibilidades infinitas que tendrás que ir descubriendo por ti mismo. Pero volvamos a lo que importa en este momento: ¿Qué te ha pedido? Responde –preguntó ahora Oscar seriamente.

–Lo único que puedo decirte por el momento, es que quiere que le lleve algo y él me dirá dónde está la Semilla.

–¿Él sabía del Chacha? –preguntó confundido Oscar, dejando a un lado la taza de té vacía y perdiendo la compostura que lo caracterizaba.

–Salvo algún que otro detalle, sabía casi todo de mí, de ti, de las muertes, de mis extraños compañeros y por supuesto, de la Semilla y su búsqueda.

El chamán apartó unos libros que se encontraban sobre un sofá y se sentó en él sacándose sus zapatos para que sus pies sintieran el suelo. En esa posición y luego de reflexionar por un instante en silencio, continuó.

–Es extraño. ¿Cómo puede alguien o algo enterarse cosas tan puntuales de este lado? Las cosas no funcionan así. Solo los espectros penetran a esta realidad raramente, y solo son energía intangible sin conciencia, vampiros energéticos. No tiene sentido. Salvo que esta persona viva en esta realidad. Aunque, si es así, tampoco tiene sentido tanto incordio de verte allí. Seb, ¿quién o qué es? –esta vez el tono de su voz fue tajante.

–Si te lo digo, perderemos la semilla –respondió el muchacho firmemente sin titubeos–. Tú no puedes participar. Esa fue su única condición inapelable. Debido a esto, hasta pensé en no contarte nada, pero sin tu ayuda sería imposible realizar el trato. No estoy dispuesto a correr el riesgo Oscar. A pesar de que mi habilidad y digamos "poderes" hayan aumentado, sigo sin saber la ubicación exacta y quién sabe, nunca la sepa. ¿Sabes qué? Si desaprovechamos esta oportunidad, quizá nunca la encontraremos. El objetivo no sólo de tu vida, sino de todos tus ancestros, puede alcanzarse después de milenios. Es una oportunidad única, Oscar. El mundo que tanto ansiamos nacerá. La historia te recordará por siempre.

–No me interesa la historia ni la fama, pero sí concluir la búsqueda –asintió el maestro más relajado y conciliador–. Igualmente... debo reconocer que me da escalofríos saber que terminará y lo que pueda suceder conmigo después. Lo único que sé hacer es buscarla. Pero tienes razón, es una oportunidad increíble. Dejaré mi desconfianza y dudas a un lado. Continuemos por la senda que se nos ha presentado, pero continuemos con el ojo bien abierto. Hay que estar más atentos que nunca.

–Muy bien... sabía que lo entenderías. Pero hoy estoy exhausto, quiero descansar. Mañana comenzaré con la planificación para realizar el contrato.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora