XX

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Con toda la información bajada en su computadora y sabiendo lo que debía encontrar, Seb podía empezar a trazar el plan a seguir. Ahora tenía un punto de partida, el juego había comenzado. Recostado en su cama, repasaba una y otra vez la poca información que poseía.

–Bien, bien, por lo menos ahora sé qué es... "Wolfegg o cubo de Salzburgo" o también, en algunos sitios lo llaman "hierro". Si hay una forma que no representa la Semilla es de cubo –pensaba–. ¿A quién se le habrá ocurrido este nombre?

Luego, dio un salto de la cama y mientras caminaba por la habitación, comenzó a recitar en voz alta tratando de en-tender mejor el relato de lo que había descubierto.

–Una de las tantas incongruencias de la historia de este objeto es que, posiblemente, se encuentre en Londres, o eso se cree. Y, si está allí, tampoco se dice dónde y lo más importante es... ¿qué hago yo aquí? –se preguntó con una cara chistosa–. Pero dejemos este dato de lado y sigamos. Su primera aparición fue originada por la donación a un museo en Austria. Luego se dice que desapareció por unos años y volvió a aparecer con moldes y, por ende, duplicado o en réplicas que se encuentran o encontraban en un museo en Linz. Clásica historia de objetos misteriosos y perdidos que llenan internet, como siempre, proveniente de fuentes poco confiables o incomprobables. Hasta las pocas fotos que suelen servir de registro son siempre las mismas. Esto se está poniendo complicado –afirmó con las manos apoyadas en la cintura–. Por lo menos, tengo algo. Como me gustaría poder compartirlo con el resto del equipo. Mejor dormir así se aclaran las ideas, mañana será otro día y espero que hoy no vuelvan las pesadillas.

Al día siguiente, Sebastián recién levantado y como un sabueso hambriento, le siguió el rastro a un aroma que le hacía recordar a la casa de su abuela y lo llevó hasta la cocina.

–¡Por fin te has levantado! ¿Eres el bello durmiente? –bromeaba Víctor–. Siéntate que preparé pan casero para el desayuno. Una costumbre mía para el comienzo del fin de semana. ¿Algún plan para hoy sábado? Tengo una idea en mente si estás libre.

–En verdad no tengo nada planeado, estoy en tus manos. ¿Qué tienes pensado? –preguntaba el muchacho aún dormido.

–Una escapada en auto; a una hora de aquí si hay poco tráfico. ¿Te sigue gustando la naturaleza?

–Más que nunca.

–Excelente. Visitaremos las cuevas de Eisriesenwelt. Es algo maravilloso. Sinceramente pocas veces vi algo con tanta belleza. Uno siente que es devorado por un gigante. ¿Las conoces?

Seb no sabía si se trataba de una broma o una casualidad. ¿Víctor era un ayudante misterioso y oculto o el mundo estaba conspirando para ayudarle?

–No las conozco y me encantaría hacerlo. ¿Cómo se te ocurrió lo de las cuevas?

–Me levanté pensando en ellas. Hace años que no las visito y se me ocurrió que podía ser un buen plan. Son imponentes, te lo aseguro... Ah... también hablas dormido, repetías una y otra vez: "Necesito ir a una cueva... necesito ir a una cueva" –explicó haciendo una imitación de Seb dormido y con baba cayendo de su boca.

Entre risas, cargaron una canasta con viandas en el automóvil y una hora después se encontraban en el destino.

Las cavernas eran imponentes, el profesor estaba en lo cierto. El contraste de roca y hielo, sumado a la inmensidad del espacio y el silencio, lo llevaron a soñar en cómo sería la vida de los humanos en épocas lejanas. Su mente volaba.

Como si su compañero le hubiera leído los pensamientos, le preguntó en voz baja para no molestar a los demás visitantes.

–¿Tu podrías haber vivido en una cueva así? –dijo el profesor mientras recorría el habitáculo enorme con sus ojos.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora