XXXIV

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Con el paso de los días, Sebastián, interrumpido por idas y venidas al baño gracias al efecto de los brebajes, trató de relacionar todos los acontecimientos que habían sucedido en su vida, desde su primera conexión con Ella y Nosotros hasta ese momento. Volvió a sentir el esplendor de conocimiento otorgado por Ella, pasando por el dolor por la muerte de Víctor, hasta llegar al encuentro con el viejo chamán y Oscar.

Al repasar varias veces estos sucesos, se percató de que, al contrario de su parecer, siempre dependió de otros desde que llegó a Austria. Primero fue Víctor quien tomaba las decisiones y ahora era Oscar.

Se sintió un poco defraudado consigo mismo pero alegre por haberlo descubierto. A partir de ahora, preferiría equivocarse por sus propias decisiones y no por las de otros. Si lo hacía a su manera, aunque se equivocara, no se arrepentiría de nada.

Así fueron pasando los días, con calma y sin ninguna comunicación con el mundo exterior. Con el dueño de casa los encuentros se producían en forma espaciada y austera. El tiempo transcurría sin mucha prisa y la serenidad fue reemplazando la tormenta que había nublado la mente de Seb desde su partida hacia Europa y atormentándola completamente desde la muerte de su amigo.

La ansiedad también se fue retirando y el muchacho comprendió que, en esta búsqueda, el tiempo y el éxito eran relativos, entendiendo lo que alguna vez le había dicho Nosotros con otras palabras.

Hoy uno de los protagonistas era él, pero el espectáculo tenía muchos protagonistas y se venía desarrollando desde hacía muchos siglos. ¿Habrían existido otros hombres o seres antes que los chamanes o él mismo, que también buscaron sin éxito la semilla? ¿Quién lo sabría? El tiempo lo borra todo.

Lo que sí sabía era que, en el espectáculo que se estaba desarrollando en el presente, él, un muchacho cualquiera, era uno de sus protagonistas.

Un protagonista que, si moría, sería reemplazado por alguien o algo más dentro de unos días... o milenios. El huevo seguiría esperando... siempre espera.

Esta claridad generó en Sebastián más confianza y alivianó el peso que él mismo se había puesto sobre sus hombros. Haría todo lo posible, pero si no lograba el objetivo, podría estar seguro de que un sucesor aparecería tarde o temprano en escena y tomaría su antorcha.


RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora