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–Buen día, veo que has madrugado –interrumpió Oscar mientras se dirigía a buscar algo para beber.

–Me desvelé temprano pensando en los Torturadores y no pude conciliar más el sueño.

Dicho esto, le alcanzó la libreta negra como si fuera un cartero entregando una carta cualquiera.

–Estaba escondida en tu propia casa, entre los libros de la biblioteca, aquí al lado –explicó Seb con una sonrisa.

–Es la letra de mi padre ¿Cómo la hallaste? –preguntó el chamán asombrado mientras ojeaba las hojas amarillentas con suma delicadeza.

–Se podría decir que tengo un ángel de la guarda que me indicó dónde encontrarla. O quizá fue mi intuición como dijiste.

–¡Realmente increíble! Vayamos hacia mi estudio y pongamos manos a la obra.

–Tranquilo, tú no has desayunado. Come algo y después diseñaremos el plan.

–Se me cierra el estómago cuando estoy eufórico –expresó Oscar alegremente–. No moriré de hambre. Con un buen café al estilo armenio de Marta será más que suficiente. Vamos.

Después de varias horas en el estudio y con más de un café encima, el plan tomó forma. Solo faltaba ajustar un detalle.

–Oscar, sabes que no puedes intervenir directamente al enviar el objeto al otro lado. Tampoco nos podemos arriesgar a que yo lo haga solo, pues estaré muy débil y, si fallo, todo habrá sido en vano. Necesitamos que alguien me asista.

–Por supuesto que lo he pensado y sé que estamos complicados en ese tema. En parte no entiendo tu decisión de no hacerme partícipe, pero, por supuesto, sigo firme en mi promesa de no inmiscuirme.

–Acuérdate del objetivo de todo esto. Entiendo tus ganas, pero son las reglas. ¿No hay otros chamanes que puedan ayudarnos?

–No cercanos a mí y de confianza absoluta. No podemos permitir ninguna intromisión indeseable. Todo está en juego en este momento. Si fallamos, posiblemente no tendremos otra oportunidad similar a esta.

En ese momento, entró Marta para retirar los restos del desayuno. Oscar le hizo una señal de que esperara, tomó un pocillo limpio, se sirvió café, lo bebió y, cuando terminó el último sorbo, lo giró colocándolo boca abajo en su plato.

–Toma –le dijo a Marta mientras le alcanzaba el plato y el pocillo–. ¿Quién nos ayudará?

El ama de llaves miró a Oscar y sin titubear tomó el plato y dio vuelta el pocillo nuevamente para poder observar dentro de él. Se acercó a la luz de la ventana para estudiarlo y guardó silencio por unos segundos.

–Una mujer anciana. Y lo importante es que se ve éxito –comentó segura.

–Serás tú entonces quien nos ayude –asintió Oscar con certeza–. Volverás a tus funciones de asistente, como en la época de mi padre. Deja la vajilla y siéntate, te explicaremos lo que debes hacer.

Ese día cenaron como si fuera una festividad especial. Realmente había motivos para celebrar. Si el plan tenía éxito, después de miles de años, tendrían posesión del ansiado tesoro.

Sin embargo, en el momento en que alzaban las copas con alegría, una duda oscureció la mente del muchacho: ¿Sería confiable el director? ¿Cumpliría su parte?

–Antes de hacer el envío, quiero entrar de nuevo y encontrarme con el humano en el otro lado. No sé si será posible encontrarlo, pero quiero asegurarme de que cumpla su promesa.

–Muy bien, mañana entrarás de nuevo. Ahora, disfrutemos. Mañana será otro día.

Cuando terminó la cena, Seb se dirigió a su habitación. Recostado en la cama, reflexionaba sobre los acontecimientos del día. Pensó en cómo surgían soluciones inesperadas en momentos en que uno se sentía exhausto y perdido... sin salida. Quién hubiera dicho, que casi en el momento de darse por vencido, aparecería, como por arte de magia, la respuesta al acertijo. Creo que estas cosas se disfrutan el doble –se decía–. Me imagino que...

–Hola, Sebastián –interrumpió una voz en el centro de su mente–. Veo que han encontrado la solución. Nosotros te acompañará mañana cuando entres.

–Noto que ya no los bloqueo. No sé cómo lo hice –respondió Seb–. Todavía me resulta extraño que me sondeen –reía–. Ni siquiera tuve tiempo de pedirles el favor de ayudarme.

–No fue educado haberlo hecho, te pedimos disculpas. Como Ella y después de muchas generaciones, estamos ansiosos. Algo que pensamos que habíamos erradicado vuelve a darnos batalla después de tanto tiempo.

–Están disculpados ¿Y Ella? No la siento.

–No se encuentra cerca. Queríamos saber si podíamos ayudarte en algo y nos encontramos que ya tenías la solución. Cuando terminemos de ajustar los detalles, se lo comunicaré a Ella. Se pondría furiosa si lo hiciéramos a sus espaldas, pero por el momento, no es necesario.

–Mañana entraré a O para hablar con el humano que los secuestró. Quiero asegurarme de que cumpla su parte del trato ¿Pueden contactarlo y hacer que hable con él? Desconozco cómo encontrarlo y sé que está muy bien oculto, por eso sobrevivió tantos años allí, ¿no?

–Sí, sabemos cómo hallarlo, eso no es un impedimento para Nosotros, a pesar de su deseo de no ser encontrado.

–¿Nosotros lo conocía de antes?

–Lo conocemos muy poco y, por lo que otros seres nos contaron sobre él, llegó de este lado y quedó varado allí. Ningún habitante o visitante de O lo conoce realmente. Es una persona muy tenaz que con el transcurso del tiempo se transformó en un ser fuerte y por sobre todo, astuto. Pero prefiere el aislamiento. Aprendió magia para permanecer oculto de los demás, así nadie puede molestarlo. Pero Nosotros puede verlo y mostrárselo al que lo solicite.

–¿Cómo aprendió magia allí? Me imagino que no habrá una escuela.

–En verdad no es magia. Utilizamos esa palabra para que puedas relacionarlo con algo de tu realidad. Allí el concepto material de las cosas es diferente. A un hombre pueden dejarlo solo en un bosque sin saber cómo utilizar los recursos a su favor, pero, si es inteligente y sagaz, podrá aprender y sobrevivir. Es una de las grandes cualidades del ser humano. Allí pasa lo mismo, pero con otras bases.

–Entiendo a que se refieren. Sé que se puede manipular la energía que forma O –dijo Seb y, luego de una pausa, continuó–. Mañana al entrar... ¿cómo hago para encontrarme con ustedes?

–Cuando estés ahí, búscanos sintiéndonos. Esta vez no estaremos bajo el encantamiento del mago. Nos encontrarás fácilmente. Lleva tu piedra, ella te ayudará.

–Por supuesto. Hasta mañana entonces.

Terminada la plática con sus amigos, Seb continuó pensando sobre el director. Es una persona muy inteligente, sin dudas, y tenaz, como dijo Nosotros. Debo concentrarme y estar preparado para no cometer errores. Como él mismo dijo, tiene otro concepto sobre la ética. En parte lo comprendo –pensó–. Tantos años viviendo en el otro lado aisladamente debe cambiar a cualquiera. ¿Quién podría acusarlo de querer sobrevivir en un mundo extraño? Es un náufrago en una isla desierta que no comprende del todo.

El aprendiz trató de recordar cada detalle del encuentro que tuvo con Herr Ring, repasando mentalmente una y otra vez la secuencia desde el contacto con Nosotros hasta su salida de la pequeña cabaña. ¿Se olvidaba de algún peligro?

La conversación había sido muy corta, casi insignificante. Hasta la cabaña era de lo más sencillo: sin ventanas y con una sola silla en su interior. Igualmente, estaba claro que este segundo encuentro podría no ocurrir en este refugio y en las mismas condiciones.

Finalmente, después de dejar deambular un largo rato a su mente en busca de algún detalle perdido, aceptó el hecho de que no podía anticipar todas las posibles variables del futuro encuentro y recordó una frase dicha por su abuela que repitió en voz alta:" Sucederá lo que deba suceder". Acto seguido, optó por relajarse estirando su cuerpo sobre la cama, dejándose caer en un sueño profundo.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora