XLIV

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A la mañana siguiente, la anciana surgió entre las sombras como era su costumbre, comunicando a Sebastián secamente que alguien lo buscaba y que se encontraba esperándolo en el recibidor.

–¿Quién es, Marta? –preguntó sorprendido.

–Su madre –respondió con la misma expresión de una máscara veneciana y se retiró.

Con una mueca de sorpresa en su rostro, el muchacho se incorporó del piso alfombrado en donde se encontraba descansando y se dirigió al encuentro de la visitante.

La primera impresión fue de sumo asombro: era una mujer, pero de una constitución que hacía recordar a un globo lleno de agua o a gelatina. Si uno la observaba a una distancia correcta y con detenimiento, notaba cierta translucidez en sus tejidos corporales. Su cuerpo era más similar a una morfología simiesca que a un humano: era como un Neandertal pasado de kilos. La ropa que vestía, era otra cosa que llamaba la atención, no coincidía con la talla de su cuerpo y ni hablar de una combinación bizarra de estilos y colores. En pocas palabras, era algo extremadamente grotesco. Lo único que quedaba claro era que esa persona que se encontraba frente a él, no era su madre.

–Hola, soy Sebastián. ¿Quién es usted? –preguntó amablemente fijando su vista en ella.

–Soy Ella, humano... tu madre –respondió con una voz gutural, similar a un ronroneo de gato.

–¿Ella? ¿La creadora?

–¡Claro! ¡Quién más! Soy única, nunca te olvides de eso.

Sorprendido y más confundido aún, Seb le preguntó:

–¿Qué haces aquí? ¿No vivías en el abismo marítimo? –respondió Seb y, mientras la admiraba con asombro, se per-cató de que pequeñas partes de su cuerpo caían sobre el piso–. ¿Te encuentras bien?... parece que te estás derritiendo.

–Si, por el momento estoy bien. Pero este cuerpo no está en condiciones de permanecer mucho tiempo en la superficie, por eso debo apurarme. Estas cosas pasan cuando el tiempo apremia y una improvisa y las cosas no siempre salen como una quisiera. La desesperación lleva a medidas desesperadas muchacho.

Mientras hablaba, daba la sensación de que se desinflaba y luego de un gran suspiro para inflarse como un fuelle continuó:

–Este intento desesperado es por Nosotros, está en peligro. Se enlazaron conmigo repentinamente, pero cómo vino la conexión, se fue. Esperé por unos minutos un nuevo contacto, pero nunca llegó. Luego, intenté sin éxito contactarlos. Sé que algo malo está sucediendo. Por eso vine a buscarte. Eres el único que puede ayudarlos.

Ella hablaba en forma estrepitosa, cortada, suprimiendo las palabras de relleno inútiles y dejando solamente las necesarias, similar a los viejos telegramas.

–¿Cómo me encontraste? –respondió sorprendido Seb–. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Tú vives a kilómetros debajo del agua.

–En otro momento te contaré cómo logré llegar aquí, no es importante que lo sepas ahora –dijo, en forma cortante, y continuó–. Tu enlace está activo en su totalidad y es extremadamente potente. Es increíble, nunca lo hubiera imaginado. Nosotros nos enlazó a los dos en esa fracción de segundo. A raíz de ello, pude saber tu ubicación exacta –luego agregó con un tono más severo–. ¿Qué sucedió la última vez que entraste a O? Allí se produjo el secuestro.

–¿Secuestro? ¿Qué es O? No sé nada sobre un secuestro y menos sobre O.

–Puede ser que lo llames diferente, así lo llama Nosotros. Es el lugar donde ellos viven la mayoría del tiempo; mejor dicho, sus mentes viven ahí. Ellos te vieron entrar allí y me contaron de tu experiencia y de cómo sufriste. Este último enlace repentino de solo un instante solamente me mostró, o mejor dicho sentí, que nos querían decir algo y que una fuerza no los dejaba actuar. No sé realmente cuál era el cometido del mensaje, pero sé con seguridad que están en peligro y alguien o algo los está reteniendo contra su voluntad. ¿Sabes qué sucede si no vuelven a su cuerpo? Morirán... todos ellos.

RENOVATIO - La realidad puede cambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora