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HISTORIA EDITADA BAJO OTRO NOMBRE. SERÁ PUBLICADA PAULATINAMENTE. MÁS INFO EN MI IG: MABIB_98

Stefano se bajó primero y rodeó al auto hasta mi puerta mientras yo agarraba mis cosas, pude observar mi casa por el vidrio polarizado y cuando la abrió para mí, respiré hondo una vez más para enfrentar la vuelta.

—Gracias. —le palmeé el hombro cuando bajé y asintió con una sonrisa. Los dos estábamos felices de volver a encontrarnos y el abrazo en el aeropuerto me hizo sentir más en casa que nunca, él era parte de lo que más ansiaba ver cuando volvía a pesar de estar en permanente contacto, era la primera persona a la que le contaba que volvía y a quién quería encontrar siempre en cuanto bajaba del avión.

Miré hacia la casa de mis papás y la fachada estaba igual a cómo la recordaba de la última vez, incluso seguían teniendo algunas costumbres un tanto anticuadas cuando a personal de servicio se refería, y al ver acercarse a los nuevos empleados, supe que sería estresante lidiar con las formalidades que innecesariamente se mantenían.

—Señor Klein soy Jorge Dulcan, jefe de servicio, bienvenido.

—Hola Jorge, gracias.

—Él es Manuel Romero y va a ser su ayudante y asesor en todo lo que necesite, puede llamarlo cuando lo desee. —me presentó a un chico a su lado, vestía de traje como él pero lo llevaba con más estilo, era mucho más joven y aunque su puesto era confuso, ofrecí mi mano en su saludo.

—Bienvenido.

—Gracias.

—Voy a empezar llevando su equipaje a su cuarto, si lo desea.

—Ah sí, ahora te ayudo. —le dije y quise seguirlo, pero Jorge se adelantó para retenerme, yo lo miré confundido ante su tacto tan persistente.

—No, no señor Klein, él lo va a hacer, usted sígame a mí que todavía tengo que hablarle de algunas cosas.

—Bueno pero el señor Klein no es necesario, sólo Alec por favor, y gracias Manuel. —le dije y éste asintió con una sonrisa exaltada, parecía emocionado y eso me causaba gracia.

—Bien sígame.

—Y tutéeme, por favor.

—Bueno eso va a ser un poco difícil considerando las formalidades, pero lo voy a intentar. —dijo y lo agradecí, antes de avanzar con él saludé a Steff que se preparaba para subir al auto.

—Tengo que hacer unos viajes pero avisame cuando quieras ir para allá, yo te busco.

—Dale yo te aviso, nos vemos más tarde. —le dije y cargando mi mochila, me dispuse a caminar con Jorge que se mantenía a mi lado. —gracias por intentarlo, porque de verdad que yo no necesito formalidades.

—Está bien.

Las escaleras de entrada nunca fueron un problema para mí, de hecho me gustaba subir y bajar corriendo cuando me ejercitaba en la casa, pero desde que me sacaron el yeso de la pierna y no terminé la rehabilitación, me dolía hacerlo por mí mismo, aunque prefería quejarme internamente antes de volver a usar las muletas.

Entré a la sala principal y miré todo con detenimiento, estaba tal cual lo recordaba y probablemente estuvo siempre de intacto ya que era un lugar destinado a ser sólo recibidor, al punto que de chico no me dejaban ni acercarme a jugar. Lo cierto era que nadie necesitaba vivir en una casa tan grande donde los lujos abundaban más que las personas que ocupaban los espacios, esa frialdad no me gustaba y desde que mi papá ascendió en la política como el intendente, la casa no era más que una fachada ostentosa.

Para suerte de mi libertad, vivir con mi tío en Barcelona me facilitaba la tranquilidad de pasar por la sala e incluso usar el sillón para tirarme a ver una película, algo que era impensado en donde me encontraba.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora