18.

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Si eso hubiese pasado una semana después del día actual, su actitud me tendría confundido, incluso me atrevería a hablarle, pero pasó hoy con un día anterior a su enojo tan ferviente, y la verdad era que su mirada permanente en mí, me hacía sentir un estúpido.

Y lograba intimidarme.

Uma no dejaba de mirarme, lo hacía indiferente, pero me miraba buscando que le respondiera la mirada, y yo como débil que era, lo hacía. Tampoco es que podía evitarla tanto y como decía, si me estaría mirando de la misma manera suprimiendo lo de ayer en la noche, era obvio que me sentiría confuso, no quería evitarla, pero parecía que mi orgullo decaía.

Después de hacer el festejo con las pizzas y cervezas, fuimos a la terraza a hacer nuestro hábito más normal, mirar las estrellas mientras hablábamos de estupideces y cosas serias. Así me había enterado de un montón de cosas de la vida de mis amigos, por lo que me gustaba esa terapia a la que se animaban conmigo, no lo iban a hacer nunca individualmente, jamás me contarían sus problemas o preocupaciones y era buen momento para sentirme más conectado con ellos.

No supe si ella estaba abajo o se fue después de que los chicos le insistieron para que se quedara dado que su tía se llevó a Kasia, yo no me metí, fingí que no me importaba, pero mi mirada cuando ellos la convencían creo que la hizo aceptar, aunque después de eso no nos dejamos de mirar.

Ella empezaba, yo la seguía, me miraba, la miraba, corría la mirada, la corría yo, Uma volvía. No era un juego divertido en la situación que estábamos, en otra oportunidad me hubiese encantado seguírselo, pero esa inseguridad de algún sentimiento de bronca hacia la actitud, me molestaba, en mí y en ella.

Bajé para buscar otra cerveza, seguían hablando del partido y no sé a quién quería mentirle, dentro de mí necesitaba saber si estaba por más decepcionante que fuera ver que seguramente se fue cuando pudo. En el bar no había nadie, así que fui a la oficina de Lilo y él tipiaba algunas cosas en la computadora.

—Voy a agarrar una cerveza.

—Ni preguntes. —me dijo sin mirarme y yo cerré la puerta para ir a la cocina. Ya que no estaba por mi campo visual, sólo me quedaba rogar que estuviese en algún salón o por alguna plegaria internamente estúpida, en la cocina.

Y ahí estaba, gracias a mi plegaria hacia algún Dios, el que me haya escuchado.

Entré indiferente a buscar la cerveza en la heladera, ella lavaba los platos sucios y en un tiempo pasado le hubiese dicho que no lo hiciera, lo podíamos hacer nosotros, pero no, ahí estaba y no sé qué quería yo con eso.

Agarré y la cerveza y satisfecho con mi afirmación, me encaminé a la puerta para irme, no sé qué Dios, Jesús, María me escuchaba, pero accedieron nuevamente a mi pensamiento, que me dijera algo.

— ¿Por qué me estás evitando? —preguntó, iba a ser un tarado si no bajaba la guardia un poco, después de todo yo lo había pensado para que se cumpliera y en algún punto, era una petición.

—No te estoy evitando, estoy cumpliendo.

— ¿Cumpliendo qué? —levantó una ceja poniéndose de costado, me crucé de brazos volviendo en sí para mirarla.

— ¿No querías que no me metiera más en tu vida? Bueno, acá empecé, tal como lo pediste.

— ¿Me estás jodiendo Alec? Cumpliendo no significa evitarme, vos me estás evitando completamente.

— ¿Y qué querés qué haga? Me dijiste que no me metiera más en tu vida Uma, y si mal no entiendo eso significa alejarse.

—No te dije que te alejaras, dije que no quiero que intervengas económicamente, yo no lo necesito.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora