11.

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—Me imagino que no volviste a jugar ¿no? —me preguntó el kinesiólogo y negué enérgico para que me creyera, de verdad que no lo hice ya que entendía lo perjudicial que podía ser cualquier mal esfuerzo para mi recuperación.

— ¿Cuántas sesiones faltan?

—Lo normal serían quince, pero quieren que te haga más, mejor prevenir que lamentar.

— ¿Ya está? —pregunté cuando me empezó a doler estirar la pierna, él asintió y al final me soltó de esa cinta. —Muchas gracias.

—No vuelvas a jugar Alec, por favor. —me pidió dándome un papel firmado para enviarle a mi mánager. No dije nada, era tentador pero no jugaría más. —nos vemos la próxima sesión.

—Sí, gracias por venir.

— ¿Qué vas a hacer, hermanito? —preguntó Barbie desde la puerta del gimnasio, miró a mi kinesiólogo haciendo una radiografía de él y aunque no precisamente era un hermano celoso, no veía la necesidad de mirar de esa forma al hombre, estaba en pareja según se identificaba con su anillo, terreno al que no iba a permitir entrar a mi hermana. —chau.

—Chau Alec, chau. —le dijo él saliendo por su costado, yo lo saludé y en cuanto ella entró, la miré con obviedad pero se encogió de hombros sin mucha importancia.

—Voy a hacer un poco de gimnasia, ¿querés que hagamos una rutina juntos?

—Ya hice, ¿después vamos al shopping? —sugirió y me negué como si hubiese dicho una locura.

—No puedo, estoy terminando de pintar el club, ¿querés ir?

—No, pero gracias por pasar tiempo con tu hermana.

—De nada. —la saludé con la mano cuando se fue y la escuché bufar, pero no iba a retenerme a hacer shopping con ella mientras la seguridad nos seguía, tenía cosas mucho más importantes en las que ocuparme.

Después de hacer una rutina en el gimnasio, me bañé y le pedí a Steff que me llevara al barrio, pasaron dos días de la guerra de pintura con Uma, todavía me hacía sonreír pensar en ese momento, más allá de la diversión que tuvimos el hecho de hacerla sentir incómoda cuando me saqué la remera fue gracioso. Pasar el momento con ella era agradable, los días que estuvimos juntos y tomando más confianza, me hacían darme cuenta que cada vez me gustaba más, me gustaba mucho compartir el tiempo y reírnos de cualquier cosa, era como una rutina a la cual me quería acostumbrar.

Sin embargo, cuando llegué en el horario que supuse que ella iba a estar, me decepcionó no encontrarla, en su lugar Val y Leo pintaban lo que íbamos a pintar nosotros. La razón fue que cuidaba a sus hermanos, como todos los fines de semana que se notaba más su ausencia, aún así ayudé a los chicos para poder hacer más rápido.

El club estaba quedando como nuevo, la inauguración sería el sábado y siendo jueves quedaban pocos días, por lo que terminamos de imprimir los folletos de invitación y quedaba repartirlos, yo quería hacerlo pero según los chicos no era una buena idea. De todos modos insistí, faltaba que las paredes se secaran y no había otra cosa para hacer, por lo que fui a bañarme a la casa de Gaby y antes de la cena, nos pusimos a repartir los folletos.

El barrio no era tan grande, por lo que nos dividimos las manzanas y a mí me tocó junto a Steff y Gaby que procuraron mantenerme seguro mientras caminábamos por las calles, dándome la posibilidad de divisar a fondo las condiciones en la que estaba todo.

Para ellos era normal pasar entre las zanjas y basura, pero a mí me daba bronca que mi papá no fuera capaz de destinar fondos para arreglar algo tan simple, como también lo era estar sin luz, agua o cosas esenciales, y si supuestamente era el sector más ayudado por mi insistencia , realmente no quería imaginarme los demás.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora