17.

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Me refregué los ojos una vez más y respiré hondo, no iba a ni siquiera quejarme ni pensar en que me dolía la cabeza, me lo merecía y todo lo que viniera después.

Coti me miró mal pero tenía un café preparado para mí, le sonreí en forma de convicción y rodó los ojos, se fue dejándome la taza en la mesa con un vaso de agua y una pastilla. No supe en qué momento de la noche, en borracho seguramente, le dije a los chicos que me iba a ir a Barcelona, no lo recordaba ni creía hacerlo, me dolía tanto la cabeza que no quería ni pensar cuándo fue, sólo sabía que el rumor ya estaba esparcido.

—No deberías haber venido, es sábado y estás hecho un desastre. —se burló Lilo, yo me encogí de hombros, me desperté hacía menos de una hora siendo las cinco de la tarde, y no encontraba otra cosa para hacer, además mis amigos tenían partido y quería verlos.

—Estaba aburrido.

A pesar de mi dolor infernal de cabeza, tenía en mente eso de irme, quizás era el último partido que viera de los chicos y después hablaría con ellos, o con los que me faltaban en realidad porque parecía ser que ya se iban enterando, realmente no recordaba cuando se los dije en la noche, pero era bueno que comenzaran a saberlo. Tomé la pastilla y me apoyé sobre mi codo en la mesa, revolviendo el café e intentando ignorar el latente dolor.

Lo que sí quería recordar, era con quién me había acostado, ¿Fue una, o dos?, dos. ¿Sus nombres? Era mucho para recordar, ¿Usé preservativo? Sí, sin importar en qué estado me encontraba, usaba. ¿Dónde lo hice? Ahí mismo seguramente. ¿Me arrepentía? Sólo de no recordar sus nombres y de haberlas usado. ¿Por qué me arrepentía? Tampoco lo sabía, nunca lo hacía.

—Hola Alec. —me saludó Kasia ofreciéndome su mano, la acepté y me senté mejor, no sonreía reluciente como siempre, por lo que recordé el momento antes que decidí salir a la noche.

—Hola Kas, sentate. —le indiqué la silla frente a mí y él la abrió para subirse, se arrodilló en ella y sacó de su bolsillo algo que tuvo en su mano para darme.

—Mi hermana ya tiene unas nuevas zapatillas, bueno no son nuevas pero no están rotas, y ya no necesito esto. —dijo, miré los cien pesos que Uma no le había sacado por alguna razón y respiré hondo, que me doliera la cabeza por otra cosa era demasiado.

—No los quiero, te los regalé, ¿te acordas? —le dije y saqué de mi bolsillo la billetera para buscar su otro billete. —de hecho esto también te las regalé, no sé por qué rompiste tu promesa de no decirle nada a tu hermana, pero está bien, no importa.

—Yo no le dije nada a mi hermana, mamá me las sacó y tuve que dárselas, aunque le dije que eran mías y me las regalastes vos, no me las quiso devolver y creo que Uma se las sacó para dártelas.

Respiré hondo y negué frotándome la cara.

—Ok, mirá Kas, estos billetes son tuyos, por suerte volvieron a mí así te las devolvía, no dejes que nadie te las saque.

—Yo no la dejé a mi mamá, ella me las sacó y también me sacó el que me había traído el Ratón Pérez. —murmuró y noté la tristeza en su voz. —yo me porté bien, no sé por qué me las sacó.

—No sé entonces por qué hizo eso, ¿Kas para qué usarías esta plata?

—Quería unas zapatillas para mi hermana, pero ya tiene.

— ¿Y algo para vos? —le pregunté y se puso pensativo. Hizo una mueca encogiéndose de hombros. —vamos a hacer una cosa, para que no te la saquen, yo te las puedo cuidar y vos me decís cuando se te ocurra lo que querés, ¿te parece?

—Sí está bien.

—Casualmente anoche hablé con el Ratón Pérez y me contó tu situación, así que mirá, me dejó esto para vos. —le dije y miró ilusionado mi billetera cuando saqué los diez pesos que eran suyos.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora