El lunes después de la rehabilitación, hacer gimnasia y tener un almuerzo intenso con mi papá, le pedí a Steff que me llevara al club, necesitaba distraerme después de haber discutido con él por el barrio, su desinterés era tan evidente que me parecía asqueroso, su gestión era muy mala y se notaba hasta en mi casa con la cantidad de empleados innecesarios y seguridad como si fuese el rey de España.
Mi familia me exasperaba y era ahí cuando me acordaba por qué no nos veíamos seguido, ninguno era bueno compañía para el otro, y mi hermana mucho menos que al contrario de sentir preocupación con su supuesta vocación política, seguía el camino de sus progenitores, recordándome por qué me sentía tan ajeno con ellos.
Para peor, no podía sacarme de la cabeza como Uma me había pasado por alto, era como si no quisiera hablarme de repente, desde el miércoles que no la veía y el sábado fueron dos segundos que me hicieron poner de malhumor por todo el día, necesitaba verla y aclarar las cosas, pero parecía mentira que cuando más quería verla, menos lo hacía y no me preocupé de eso al ir al club porque ya sabía que no me la cruzaría.
— ¿Qué te pasa? —me preguntó Steff mirándome por el espejo retrovisor. Negué sin darle importancia. —estás en otro lado, como ido.
—Un poco cansado, no dormí bien anoche. —le dije con la verdad. Me costó conciliar el sueño y me quedé hasta tarde hablando con los chicos de Barcelona, incluso con Loana que no la extrañaba y para mi sorpresa, ni a lo que hacíamos.
Supervisé el entrenamiento de los adolescentes y todos se exaltaron por tenerme ahí, al igual que el entrenador que me pidió decirles algunas palabras de técnica y motivación, lo que hice con gusto porque era importante alentar a los chicos con el fútbol, más allá de la suerte que podían llegar a tener si jugaban en primera, lo más importante era tener fe en uno mismo, divertirse y entender el deporte como prioridad para la salud.
Me invitaron a participar en el partido, pero no pude porque si seguía jugando, mi recuperación se iba a retrasar mucho y no soportaba más que me doliera la pierna, tenía que darle un respiro. Lo que hice fue quedarme a verlos, y noté que todos se esforzaban para jugar mejor y hacerse ver, lo que me causaba gracia porque yo podía reconocerlo, pero no darles un contrato millonario.
Terminado el partido, hablé un poco más con los chicos y me fui adentro a ayudar a Coti y Steff con el bar-almacén, había mucha gente esperando para comer, era bueno que tuviera otro ingreso, ya que el estado les daba miseria para mantenerse.
— ¡Hola Alec! —me saludó entusiasmado Kasia, le reconocí la voz y cuando lo vi me acerqué a saludarlo con un abrazo.
—Hola amigo, ¿todo bien?
—Mirá se me está por caer un diente. —me mostró su dentadura con el diente flojo, yo sonreí al notarlo porque lo movió con su dedo.
—Preparate para el ratón Pérez entonces.
—Eso no existe Alec, ¿vos crees en eso? —se rió de mí como si yo fuese el chiquito, fruncí el ceño, era extraño que un nene no creyera en simples fantasías.
—Obvio que creo, te traen plata y se llevan tu diente.
—Nunca me trajeron plata ni se llevaron mi diente, ¿por qué? —me preguntó confundido, yo hice una mueca sin saber responder la razón.
—No lo sé, quizá porque no le avisaste, pero te aseguro que si le decís, te va a traer. —le dije y su mirada se iluminó, como si el dato que le acababa de dar fuese el motivo que podía cambiar su idea.
—Entonces se lo voy a pedir.
— ¿Vas a querer algo Kas? —le preguntó Coti, de repente pareció acordarse y se acercó al mostrador poniéndose en punta de pie para darle un billete.
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El partido más Difícil.
Teen FictionHISTORIA EDITADA BAJO OTRO NOMBRE. Para Alec volver a sus raíces siendo un famoso y reconocido futbolista, siempre es un buen motivo para poner los pies sobre la tierra, aunque volver también requiera de encontrarse con su remarcada verdad, ser hij...