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Mi hermana decidió visitarme el sábado a la noche en el hotel, cuando volví a presión de los chicos y Steff por un tiroteo que hubo cerca del club, no quería irme pero para no generarles más estrés, me fui donde Bárbara me esperaba con una amiga que invitó a visitarme también.

Ella estuvo sólo veinte minutos y todo ese tiempo me sentí un poco acosado por la mirada de su amiga, quien me daba cuenta que tenía un propósito, mi hermana otro y yo uno muy diferente.

Dejarme a solas con la chica fue peligroso, porque al principió me juré resistirme a sus notables intenciones, pero después ella empezó a seducirme y dejé de negarme porque no le estaba haciendo mal a nadie, no tenía con quién satisfacer la necesidad y que estuviese dispuesta a entender el código de confidencialidad, fue suficiente para dejarme llevar.

Llegué a pensar que había traicionado un poco la admiración que Uma despertó en mí, pero después que ella no se presentó en tantos días y cortó cualquier intento de mi parte por fomentar una amistad, me convencí de sacármela de la cabeza, disfrutar de lo que la vida me presentaba y así fuese circunstancial con la amiga de mi hermana, darme esa desconexión para pasarla bien y nada más.

El lunes, sin embargo fue diferente, después de tener la rehabilitación que según mi kinesiólogo estaba mucho mejor, fui al club para ayudar con el bar y los pedidos, hasta que Kasia se presentó a una clase de fútbol que no sabía que tenía y vi a Uma dos segundos.

— ¿Estás muy ocupada hoy?

—Los nenes están con mi tía, pero no quiero dejarlos solos mucho tiempo, tengo un minuto.

—Supongo que es suficiente, necesito que me hagas un favor. —le pedí implorando que lo aceptara y ella asintió. —y es un favor, no quiero que hagas más que cumplirlo, sin quejas.

— ¿Qué favor? —frunció el ceño y yo saqué mi billetera para darle cien pesos. —Alec...

—Es para que le pongas por mí a Kasia debajo de la almohada cuando se le caiga el diente, él no cree en el ratón Pérez y me parece horrible que no lo haga, todos los nenes creen.

—Sí pero con nosotros es diferente, no puedo ponerle cien pesos cada vez que se le caiga un diente Alec.

—Bueno por eso, yo le dije que si se lo pedía iba a ir, y es obvio que lo pidió porque tiene seis años. —le recordé con la obviedad que de por sí la edad le denotaba al nene. — así que cuando se le caiga ponéselo debajo de la almohada.

— Es mucha plata.

—Mirá te estoy pidiendo un favor, no es por vos, es por tu hermanito y la ilusión, cuando se lo pongas sacá el diente, ¿conoces el proceso no?

—Sí. —murmuró y yo le insistí con el billete, lo aceptó pero no me importaba su opinión con lo que le causara, no se trataba de ella. —no sé por qué haces esto, pero gracias.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora