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Necesitaba autocontrol y con Uma no parecía existir en mis pensamientos, nada me haría mejor que relajarme y disfrutar sin tensión de cada beso, caricia e intención, pero al estar sobre el agua no me ayudaba mucho

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Necesitaba autocontrol y con Uma no parecía existir en mis pensamientos, nada me haría mejor que relajarme y disfrutar sin tensión de cada beso, caricia e intención, pero al estar sobre el agua no me ayudaba mucho. Estábamos los dos encima del inflable en forma de cigüeña mientras que ella estaba arriba de mí, nos besábamos sin parar y el sol ya era demasiado caliente para quemarnos con nuestros propios cuerpos.

—Estás logrando que mi autocontrol se vaya a la mierda.

—Si fuese posible querer dejar de besarte, no lo haría, lo juro. —dijo y los dos nos reímos. —creo que va a ser mejor que entremos al agua.

—Eso sería un gran favor de tu parte.

—Bueno entonces voy a bajarme. —sonrió y bajándose de mí se cayó a la piscina, también me bajé para que el agua me enfriara, ya que mi sangre no estaba nada tranquila bombeando y concentrándose en un solo lugar.

Caí encima de ella agarrándola de la cintura a propósito para hundirla conmigo y antes de escucharla gritar nos hundí a ambos con su agitada desesperación por soltarse y salir a flote, me tiró del pelo por lo que la solté y salí después.

— ¡Alec! —gritó entre la toz y la risa, yo no pude evitar reírme. — ¡No estaba preparada, tonto!

—Esa era la idea.

— ¿Querías ahogarme? —se quejó tosiendo y yo me reí agarrándola de la cintura para acercarla a mí.

—Un poquito nada más.

—Ay qué malo. —bufó pasando sus brazos por mis hombros así acercarse a besarme, pero antes que pudiera incluso preparar mis labios se apartó soltándose para caer al agua. —dije que no te iba a besar más, perdón.

— ¿Qué? ¿Cuándo dijiste ese castigo?

—Hace dos minutos atrás, hice mal ¿no?

—Lo peor que pudiste haber dicho. —asentí volviendo a buscarla y la agarré de la mejilla para atraerla a mi boca directamente, porque no me cansaba nunca, todavía no se cumplía un día siendo novios y ya no podía dejar de besarla.

— ¡Alec! —escuché y nos apartamos, pero no la solté, fruncí el ceño dándome la vuelta y vi a mi hermana terminar de subir las escaleras hasta llegar a acercarse. — ¡Hola!

—Mierda. —musité y Uma se soltó, no quise pero tuve que apartarme para mirarla de frente. — ¿Qué haces acá Bárbara? Dijimos que nos íbamos a ver en navidad.

—Siempre tan gracioso, me dijeron que alquilaste el piso y vine a pasar la tarde con mi hermanito, pero veo que tenés invitada. —inspeccionó casi de soslayo, lo que no me gustó mucho.

—Sí.

—Hola. —le dijo Uma y ella apretó los labios en una hipócrita sonrisa.

—No sabía que traías a tus amantes acá.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora