20.

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La siguiente hora pude notar como cada vez había menos cuidad y más fabricas, no amanecía pero la gente que subía y bajaba del colectivo contantemente dirigiéndose a sus destinos, sin embargo no terminaba de llenarse y por algunos tramos éramos solo nosotros y un hombre que parecía haberse quedado dormido.

Yo no tenía sueño, me mantenía ilusionado el viaje a diferencia de Uma que se le cerraban los ojos, la llamé con el codo y me miró cansada por lo que me acerqué agachándome más para que se pudiera apoyar en mi hombro y no se resistió, lo hizo y se quedó dormida, lo que me dio la oportunidad de girar un poco mi cabeza e inspirar su perfume tan particular, el cual se le quedaba hasta en el pelo y por alguna razón emanaba de toda ella ese magnífico aroma que tanto me gustaba.

Volvieron a subir y bajar personas, el hombre del fondo se bajó también pareciendo haberlo hecho en el lugar que tenía que hacerlo como si lo tuviese incorporado, no hizo más que abrir los ojos, mirar y bajarse, no parecía preocupado ya que era su parada.

Algunas personas más estuvieron en el viaje, hasta que el colectivo quedó vacío y Uma seguía durmiendo en mi hombro, yo observé por afuera una continuación de fábricas y sospeché que podíamos estar cerca.

—Estamos llegando a la terminal. —me dijo el chofer, yo asentí y me moví despacio de costado para despertarla.

—Uma. —la llamé y se sentó de inmediato abriendo los ojos, para mirar el camino por las ventanas.

—Ya estamos llegando a la terminal, ¿dónde tenemos que bajarnos?

—Acá, vamos. —me dijo y le tocó el timbre al chofer para que nos abriera la puerta, me levanté rápido y bajé tras ella, en un parada poco alumbrada a pesar que estuviese por amanecer.

Ni en mis sueños más locos me imaginaba estar en la ciudad de esa forma, mi mamá podía morir mil muertes si le enviaba una foto de donde me encontraba y sin seguridad de ningún tipo.

— ¿Dónde estamos?

—Es una zona textil, hay que ir a la fábrica principal que no queda muy lejos de acá. —dijo y empezó a caminar hacia adentro del barrio. Yo la seguí mientras me sacaba los anteojos porque no había sol, pero era buena excusa para evitar las personas que podían reconocerme.

— ¿Siempre haces este camino?

—Casi siempre, a veces una vez a la semana o dos, no más de eso.

— ¿Y lo haces con las bolsas pesadas? —pregunté igualándome a su paso sin dejar de mirar todo a mi alrededor, ella asintió.

Hicimos algunas cuadras en un pequeño barrio muy humilde, todo era muy oscuro más que las débiles luces de las casas y lo único que había en la calle eran perros, vi un auto pasar por la otra cuadra y fue el primer individuo que vi desde que empezamos a caminar. En cuanto llegamos a una gran fábrica de chapa, noté lo grande que con muchas puertas y ventanas, en la entrada decía el nombre pero estaba tan tapado de tierra que no lo pude leer.

Nosotros fuimos rodeando el lugar hasta llegar atrás, en un callejón bastante oscuro y angosto, una pequeña lámpara iluminaba una puerta pero un poco lejos de donde Uma se sentó, en el suelo.

— ¿Y ahora?

—Hay que esperar a que abran, como a las seis empiezan a llegar las empleadas y después sacan lo que nos les sirve del día anterior.

— ¿Hace cuánto haces esto? —le pregunté sentándome a su lado. Todo el camino recorrido, para sentarse en una oscura calle, sola y a veces con frío me hacía pensar en que yo era afortunado a diferencia de ella que debía ganarse la vida de tal manera peligrosa.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora