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Manu llegó como un turista novato a España, con una emoción poco profesional y que a mí en lo personal me causaba gracia, porque ni siquiera podía mostrar seriedad hasta cuando hablaba con Pablo.

Demostrarles a ellos que podía hacer las cosas sincronizadas con un asistente permanente, suponía que logró que creyeran un poco más en mí y sabía que era un trabajo de todos los días, pero intentaría hacer lo posible para construir esa confianza que necesitaba así llegar nuevamente a Argentina, y la responsabilidad con mi carrera era lo principal.

Hablar con Uma por lo menos una vez al día durante la semana que pasó, me hacía fortalecer esas ganas que tenía de empeñarme en volver, quizá si no la hubiese conocido y la historia no fuera la misma, no me importaría quedarme en España, tampoco me encapricharía tanto para conseguir algo, pero las cosas eran diferentes teniéndola a ella, porque deseaba que estuviera conmigo y formalizar la relación como sentía que merecíamos, sin embargo la realidad era chocante por las responsabilidades de los dos.

Después de todo, la vida de Alec Klein no era tan fácil.

Mi pierna se sentía mucho mejor y respondía muy bien al tratamiento, pero ellos insistían en que tenía que estar perfecto, por lo que no podía decir nada ya que pretendía hacer las cosas correctas porque la distancia nos estaba matando a ambos.

Esperaba cada noche con muchas ansias para hablar con ella, pero por la última noche, eso no se pudo concretar y no tuve idea de porqué. Obviamente que no me dormí tranquilo, quería saber de su día y tener su saludo así como yo darle el mío, pero ni siquiera podía llamarla que su línea me daba fuera de red.

— ¿Le cargaste saldo a Uma? —le pregunté a Manu cuando tuve la oportunidad mientras él estaba sentando en la computadora arreglando cosas, al mirarme abrió los ojos de par en par. Se lo había olvidado. — ¿no lo hiciste no?

—Lo voy a hacer de inmediato.

—Ok. —suspiré y dejándolo en la sala, me fui a mi cuarto para poder conectar nuevamente con su teléfono, pero no lo logré.

Después que Manu se fuera y yo cenara con mis tíos, subí a mi balcón para despejar un poco mi mente, amaba ese lugar y creía que nada me relajaba tanto como mirar las estrellas y conectar con otro realidad, una en la que Uma pertenecía y el dolor en el pecho que sentía por no verla, era un poco menos fuerte.

El frío del invierno yéndose ya no me afectaba, todavía las estrellas se veían muy brillantes, tanto que me encandilaba si las miraba por mucho tiempo.

Mi teléfono sonó desconcentrándome de mi sueño estando despierto, y era un mensaje de Manu.

Alec no puedo cargarle saldo a Uma, dice que el número es inexistente.

Fruncí el ceño y enseguida marqué el número de Steff, era imposible. La preocupación empezaba a afectarme un poco.

—Hola hijo, al fin llamas, ¿cómo está tu tobillo?

—Hola, bien ¿qué sabés de Uma? —le pregunté y su silencio por unos segundos, me hizo preocupar aún más. —Seff...

—Eh... pensé que ya lo sabías.

— ¡No sé nada, qué pasa! —le pregunté alarmado levantándome para volver a mi cuarto. — ¡Steff!

—Su mamá falleció Alec, pensé que te lo había contado. —dijo y me sentí como su una balde de agua helada se me cayera encima, dejándome pasmado. —fue esta tarde, pero ella ya estaba mal, mañana va a ser su entierro.

—Dios mío...

—Hace un ratito llegamos de ahí y Uma se está haciendo cargo de todo, a veces su fortaleza llega a ser envidiable.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora