22.

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Uma se durmió apoyada en mi pecho mientras yo la abrazaba y sentía que podía protegerla entre mis brazos, si ella quería. Lo difícil fue cuando tuve que despertarla para bajar en la parada más cercana al barrio y enfrentarnos al día, la gente yendo y viniendo por las calles, como si fuese todo normal y lo irónico es que lo era.

A pesar que llevaba la capucha y los anteojos puestos, tenía la impresión que la gente me miraba y por más que intentaba no darles atención me ponían incómodo, sin embargo dejé que fluyera como si nada importara, riéndonos por la avenida mientras hablábamos de alguna estupidez, con una bolsa que me cortaba los dedos pero que no quería que llevara ella.

El estomago me hacía ruido del hambre y aunque no quería bostezar, empezaba a tener sueño, no había dormido en toda la noche y era evidente, pero la energía de Uma me contagiaba y me olvidaba de mi pesadez de haberla mantenido cómoda a ella.

— ¿Podemos parar a desayunar?

— ¿Para qué?

—Porque tengo hambre, no sé, la gente normal desayuna en las mañanas. —dije encogiéndome de hombros al ver una de las cafeterías más conocidas y que personalmente, me gustaba sólo porque tenían comida que necesitaba ingerir. —yo invito.

—Vamos a tardar más Alec, y tengo que llegar a mi casa.

—Bueno compro rápido y vamos. —le dije mientras dejaba la bolsa en la puerta. — ¿qué querés?

—Ir a mi casa.

—Para desayunar, ¿qué querés?

—No quiero nada, no tengo hambre. —dijo pero sabía que estaba mintiendo, así que entré sin darle importancia y me apresuré a la caja. Pedí para llevar y en los nombres de los vasos respeté el suyo, en el mío elegí uno al azar.

— ¿Tenés algún teléfono para prestarme? Estoy de urgencia. —le dije a la cajera, ella miró a su compañero y éste asintió así que me pasó el fijo. Lo agarré y marqué el número de la casa de Steff. Atendió al segundo tono. — ¿Hola?

— ¡¿Dónde mierda estás?! ¡Te voy a matar Alec, me van a echar por tu culpa!

—No te van a echar, estoy en la avenida del Starbucks, vamos a ir caminando por la principal así que vení a buscarnos, por favor.

— ¡No tenés ni idea el lío que hay acá, tu papá está como loco! —me gritó y yo hice una mueca por el dolor de tímpano que me provocó y corté rápido para que no se escucharan sus gritos del otro lado del teléfono.

—Gracias. —le dije a la cajera y le devolví el teléfono aceptando mi pedido para volver a la calle donde ella me esperaba.

Empezamos a caminar un poco más atareados por estar comiendo y por la bolsa pesada, a propósito hacía tiempo para que Steff pudiera encontrarme ya que los dos íbamos concentrados en nuestros cafés y no hablamos mucho, pero noté enseguida la incomodidad que tuvo cuando vio el auto que a diferencia de mí, estuve contento de ver.

— ¿Vos lo llamaste?

— ¿Cómo podría llamarlo si no tengo teléfono? —redoblé levantando una ceja, saludé a Steff y él se estacionó en la vereda. —Dale vení, vamos.

El silencio fue rotundo en el auto, ninguno decía nada, ni siquiera mi chofer que parecía bastante tranquilo apretando con fuerza el volante, aumentando la tensión que inevitablemente se creó. Estaba seguro que lo hacía para que Uma no se sintiera mal porque ella se notaba un poco incómoda, y por eso esperé a llegar al club para hablarle.

— ¿Nos podemos ver hoy? —le pregunté en un susurro. —solos.

—Te aviso, quizá venga un rato a la tarde. —me dijo de la misma forma sin dejar de mirar hacia adelante para que él no escuchara. —Steff yo bajo acá, puedo ir sola.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora