Nervios

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Narra Lucía:


Después de encontrarme con su balance, todo ese vacío que me perseguía desde ayer desapareció. Ni quiero recordar el desayuno con Héctor, fue un desastre, ni siquiera me presto atención, solo estaba enfocado en sus cosas y me trato como si fuese un fantasma.

¿Qué le pasa?

No lo entiendo y eso me inquieta.

Fuera de eso, estoy muy contenta después del excelente trabajo que realizo, se que falta mucho pero es un buen comienzo.

Le agradezco y el me ofrece una sonrisa que asienta muy bien sus facciones.

-Para eso me contrato, estoy para servirle.

Sus ojos negros brillan y dejo la carpeta sobre la mesa.

-Lo se pero lo hizo muy bien y merece que lo felicite.

-Bueno. -Asiente. -Muchas gracias.

El contador se retira y me deja sola en mi oficina, me quedo en mi despacho y procedo en escanear la hoja con los balances para enviárselos a los inversionistas.

En la mañana, estuve revisando el estado de las construcciones que están en manos de mi constructora y le pido a Milagros que le entregue unos papeles a Alfonso.

-Enseguida señora.

Le agradezco y sale rápidamente de mi oficina, me sirvo un poco de agua y tomo asiento mientras me relajo por un tiempo antes de seguir trabajando con el desfile.


Narra Marcos:


Estoy caminando de un lado a otro, tratando de calmar mi cabeza y pienso como decirle a Héctor mi decisión. Se que lo va a tomar muy mal pero no me puede hacer nada, no me pago nada asique no le debo nada de dinero.

Solo quiero quedarme tranquilo con mi conciencia y vivir mi vida en paz.

Toda la jornada del trabajo estuvo igual, me fui rápidamente de la empresa y al salir del subterráneo, en mi camino a casa, saco mi celular para llamarlo.

Me atiende rápidamente y trago saliva.

- ¿Qué paso, Marcos?

-Tengo que verlo, es urgente.

- ¿Paso algo con mi esposa?

-Es de eso lo que quiero decirle pero tiene que ser en persona.

-Estoy en el canal, dame unos minutos que ya salgo. Mientras tanto esperame en la calle Libertad al 400, es en uno de esos bares escondidos, nadie nos va a molestar.

Asiento y corto la llamada, me apuro y voy en su encuentro para ponerle punto final.

Tiempo más tarde, el señor entra al bar y se acerca, toma asiento y me mira con interrogación.

- ¿Qué paso? ¿Hubo un inconveniente con los exámenes?

-Nada de eso... es de otra cosa lo que quiero hablarle, lo cite para decirle que no puedo someterme a este engaño, señor. Quiero que sepa que me hare a un lado.

Su expresión es dura y aprieta la mandíbula.

-No harás eso, te vas a quedar y harás lo que yo te pedí.

-No lo hare, no puedo hacerle eso a su esposa.

-Lo harás porque yo quiero y punto. -Golpea la mesa con su puño. -Ni creas que voy a dejar que te despegues, tienes que cumplir con tu palabra o te vas a afrontar a las consecuencias.

-No le debo nada señor, no me pago nada asique esto se termina.

-No entiendes lo que te puede llegar a pasar... -Furioso. -No me conoces de lo que soy capaz, señor Natale. Puedo arruinarle la vida en un abrir y cerrar de ojos. -Aprieta los puños. -Si te atreves a irte, pienso dejarte en la calle y tengo los medios para hacerlo, nadie te va a emplear en tu maldita vida y te van a comer las ratas. No me retes porque vas a desear no haber nacido.

Héctor no deja de amenazarme y eso me pone peor, poniéndome entre la espalda y la pared porque si me dejo llevar por lo que siento, estoy completamente arruinado.

-No me hagas enojar. -Me advierte. -Ahora quiero que vayas a tu casa y sigas con lo planeado.

No parpadeo, solo me dejo llevar por el miedo que estoy experimentando y me pongo de pie, ya no puedo hacer nada, caí en la trampa y no tengo otra opción que seguir su capricho en engañar a una inocente.

Ya no tengo otra opción, tengo que seguir y embarazar a Lucía.

Más tarde, entro a mi casa estando bastante decaído y no se que hacer para poder levantarme el ánimo.

Me recuesto en el sillón y cierro los ojos, esperando obtener al menos una luz de esperanza en este momento tan horrible como el que estoy teniendo.

Al otro día, hay muchas chicas que van a hacer el casting para el desfile de Lucía e intento esquivarlas cuando una de ellas interrumpe mi paso.

-Disculpe. -Sonríe coquetamente. -¿Sabe cuándo nos va a dejar pasar la señora Dorrego?

-Dentro de poco, señorita. Permiso.

Por suerte me da paso y golpeé la puerta de la oficina de Lucía.

-Pase...

Abro la puerta y la veo con un montón de carpetas sobre la mesa. Agarra una de ellas y se me acerca.

–Me gustaría que me ayudes a escoger.

-No hay problema, señora.

Sonríe satisfecha y me ofrece asiento antes de hacer entrar a la primera.


Un mes después...


Los resultados de los análisis me dieron bien, poniendo contento a ese infeliz ya que puedo dejar embarazada a su mujer.

Las cosas en su matrimonio están muy mal y a Lucía se la nota bastante decaída, con los ojos llorosos y con una expresión que no me gusta ver para nada.

En las últimas semanas que estuve trabajando con ella para su proyecto y desfile, empezó a abrirse para contarme sus cosas y se me revolvió el corazón. No se como explicarlo pero es como si me sacaron el corazón y me lo rompieron en miles de pedazos al verla tan indefensa.

A pesar de que Héctor me lo pidió, me convertí en un amigo que está allí para escucharla y no lo hice por hacerle caso, lo hice porque así lo siente mi corazón.

Quiero ayudarla y me hace sentir tan bien verla sonreír que me borra esa amargura.

Se que todo es una actuación de ese hombre pero me duele tanto verla de esa manera y quiero hacer cualquier cosa para sacarle ese pesar.

Ahora Lucía está volcada con la gran noche en uno de los hoteles más lujosos de Buenos Aires, allí se dara el desfile y la veo tan nerviosa que quiero tranquilizarla.

Ambos estamos observando como quedo la pasarela para hoy a la noche y se muy bien que todo va a salir bien, vi como ella se dedico al cien por cien para que todo saliera bien, aguantando el sabor amargo de estas semanas.

-Está quedando bien, ¿no cree? -Ansiosa.

-Muy bien. -Animado. -Van a quedar muy satisfechos cuando lo vean.

La castaña asiente y sigue enfocada en la maqueta, estuvimos así por un largo rato, hasta que nos pasamos de la franja horaria y perdimos la noción del tiempo.

-Ay lo tarde que es, lo siento mucho. Nos tenemos que preparar.

Ella junta sus cosas y hago lo mismo.

-No tiene que disculparse, se que está muy nerviosa por el desfile pero todo saldra bien, tenga fe.

Me detengo para admirar su sonrisa y siento un latigazo en mi pecho, no puedo evitar sonreír al verla de esa manera y me siento mucho mejor. 

En carne vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora