Buenos Aires

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Después de un rato, ya estamos en el avión y todavía no despego. Lucía está recostada en su asiento y con la mirada perdida. Mi mano toma la suya y sus ojos se topan con los míos.

- ¿Te encuentras bien?

-Si... -Suspira. -Solo que tenemos que volver. -Aprieta mi mano. -Hay tantas cosas que pasaron en estos pocos días y todavía no resolví nada. -Cierra los ojos y niega suavemente. -No me hace bien hacerle esto a Héctor pero me pasa tantas cosas con vos. -Baja la cabeza. -No se que hacer y no me gusta nada perder el control.

Mi mano libre se apoya en su mejilla y acaricio suavemente. Sabia que algo le pasaba, por eso se mostraba distante en la combi que nos llevo al aeropuerto.

Ahora la confusión irrumpió su cabeza y eso es lo que me da miedo, que lo siga amando y que yo no pueda hacer nada para cambiarlo. Después de todo ella es la que decide y no voy a obligarla a nada.

Lo único que puedo hacer es esperar a que Lucía tome la decisión, siento un hueco en el pecho y mi corazón está en carne viva. Trago saliva y cierro los ojos, está sensación no se la deseo a nadie, respiro hondo y sigo acariciando su mano con cuidado.

Ella me mira con los ojos llorosos y se recuesta en el respaldo del asiento.


Narra Héctor:


Todavía faltan tantas horas para que mi mujer llegue a Buenos Aires y me siento tan ansioso que no me puedo dormir, veo la hora y es de madrugada.

Tengo pensado ir a buscarla al aeropuerto y traerla a esta casa, estuve pensando en que hacer para agasajarla y tomar las riendas del matrimonio.

No pienso dejársela a ese estúpido un minuto más y Alfonso está de acuerdo conmigo, tendría que haberlo escuchado antes sino nada de esto hubiese pasado, no estaría en está situación que me ha estado inquietando en este tiempo.

Sin embargo, tengo la oportunidad de cambiar todo y lo tomare para recuperar a Lucía. Recuesto mi cabeza en la almohada y mi respiración es lenta, con ese sueño que tuve de ellos en mi cabeza, eso es lo que me tiene loco...

¿Paso algo entre ellos?

Espero que no y no quiero pagar ese precio por haberme dejado llevar por mi desesperación porque no quiero compartirla con nadie, mi mujer es mía y de nadie más.

Hare lo que sea para alejarlo de ella, ese imbécil va a renunciar y esto será cosa del pasado.

No tengo porque alarmarme, ya tengo todo pensado y no puede haber fallas.

Sintiéndome más tranquilo, poco a poco me estoy quedando dormido y encuentro el descanso.


Narra Lucía:


Llegamos al aeropuerto de Buenos Aires y siento una sensación que no me gusta para nada, al estar en este lugar me doy cuenta de que tengo que bajar al mundo real y dejar el paraíso que viví con Marcos.

Me muerdo los labios, estoy un poco cabizbaja y Marcos está de la misma manera, caminamos dando el mismo paso pero no nos tocamos y menos lo hacemos cuando veo a Héctor esperándome.

Mi esposo toma mis cosas antes de besar mis labios y no siento nada, no sentía esas mariposas en el estomago cuando Marcos me besa, ni siquiera me siento liviana cuando este me toma entre sus brazos.

Mi espíritu está vacío, entumecido y mis ojos se quedan fijos en el, me obligo a sentir algo por Héctor, me niego a confesar que nuestro matrimonio se separo porque ya no hay amor.

- ¿Cómo te fue, mi vida?

-Muy bien... -Seria.

Observo a Marcos, quien se mantiene serio y toma su distancia.

Dios santo. ¿Por qué me tiene que pasar esto? No me gusta que Marcos este de está manera y al mismo tiempo me da mucha culpa lastimar a Héctor.

-No los molesto más, yo ya me voy a mi casa.

- ¿Por qué no nos acompañas? -Le pregunto. -Te podemos llevar.

-No es necesario, señora O'Higgins. -Traga saliva. -Que les vaya bien.

Asiento lentamente mientras mi mirada lo sigue, mis ojos se llenan de lagrimas y los cierro por un instante para no ser evidente delante de mi marido.

- ¿Por qué no vamos a casa? -Sostiene mi mentón. -Prepare un rico desayuno para nosotros.

Picotea mis labios y respiro hondo. Emprendemos camino hasta el estacionamiento y guarda mis cosas en el baúl del auto, entramos enseguida y enciende el motor. Mi mirada se mantiene en la ventana y llevo una mano al pecho, mi corazón me pide por Marcos, me lo ruega a gritos y mi labio inferior tiembla al pensar en él.

Muevo mi cabeza para sacarlo de mi mente pero es imposible, ya lo tengo en mi alma y eso no lo puedo cambiar. Durante el viaje, le mando mensaje a Juliana para vernos hoy, me urge hablar con ella y me responde para almorzar juntas. Soy consciente de los reproches que me va a dar por no haberle hablado en estos días pero se le va a ir ese enojo cuando escuche todo lo que tengo para decirle.

Tiempo después, al llegar a la casa, Héctor me preparo una mesa especial en el comedor para que desayunemos y mi corazón no late de emoción, los latidos son normales y esto me está sobrepasando.

- ¿Por qué no nos relajamos y pasamos un lindo momento? -Besa mi mejilla. -Dejo tus cosas en la habitación y desayunamos juntos.

Asiento suavemente y este se aleja, caminando hacia las escaleras.

Me acerco a la mesa y siento un nudo en el estómago al recordar como se comporto Marcos en todo este tiempo, me hacia sentir tan especial en ese tiempo en que Héctor se comporto tan raro. En la forma en que me trato en estos días en Cancún... ese hotel fue el cielo y ahora con mi marido, mi espíritu está dormido, no hay nada en mi corazón y me doy cuenta de que ya no amo a Héctor.

Estoy enamorada de Marcos y no puedo hacer nada para cambiar mis sentimientos. 

En carne vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora