Último día

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Narra Héctor:


Después de la conversación con Lucía me dejo con tantas dudas que no puedo mantener la mente fría en estos momentos. Mi deseo de que mi esposa quede embarazada me está sacando de control y no lo puedo evitar, a medida que van pasando los días me va separando más y más de ella.

Tengo que hacer algo, tomar el control de mi vida y terminar con esto. No me está haciendo muy bien y ya me está matando la culpa. Además, ese estúpido no hizo lo que le pedí, se está tardando un montón y es más, no pienso compartirla con el, ni con nadie.

Se termino, cuando mi mujer regrese al país, le pediré que lo despida y así sacármelo de encima.

Ahora lo más difícil, como decirle la verdad de mi infertilidad a Lucía. No tengo idea de como va a reaccionar y ahí es cuando pierdo el foco.

Pierdo mi razón de ser de tan solo pensar que mi mujer me puede abandonar.

Todavía recuerdo con el deseo en el que me pidió ser madre, como sus ojos me rogaron para que termine aceptando.

Dios como lo intente, trate por todos los medios darle un hijo y el que no podía era yo.

Yo soy el que no sirvo para nada y me deje llevar por mis demonios, me deje vencer y ahora me arrepiento tanto de haberlo hecho.

Aleje a mi esposa, yo mismo me aleje de ella para acercarla a ese tipo y al final, ¿de que sirvió?

No sirvió de nada, todo sigue están igual o peor, porque no se lo que mi mujer estará pensando de mí, no obstante, voy a tomar las riendas y me comportare como éramos antes de la noticia de mi incapacidad de hacerle un hijo.

Ese matrimonio solido y lleno de amor.

Marcos será cosa del pasado.

Es de madrugada y no puedo dormir, me tomo una pastilla para poder dormir aunque sea unas horas y recuesto la cabeza en la almohada. Cierro los ojos y logro hacerlo luego de unos largos minutos.


Narra Marcos:


Lucía quedo dormida en cuestión de segundos y mis brazos la protegen con suavidad. Mis caricias en su espalda son tiernas mientras la adoro en silencio.

Es tan hermosa y se la ve como un angelito al dormir suavemente, su cabeza descansa en mi hombro y su respiración me hace cosquillas en mi cuello.

Está sensación es tan placentera, tan hermosa y me siento tan bien al sentirme tan enamorado de ella.

Quién hubiera dicho que me iba a enamorar así.

Soy consciente de que es una mujer casada pero de un maldito, de un tipo que la engaña y no pienso dejar que esté con el. Tengo que buscar la manera de protegerla de su esposo, no se cuanto tiempo puede aguantar y se de lo que es capaz cuando se de cuenta de que no tengo intenciones de embarazarla.

Eso puede significar mi final, es un hombre muy peligroso y me da pánico de que sea capaz de hacerle daño. La acerco más a mi cuerpo, protegiéndola hasta de sus sueños y una de mis manos se apoya en su cabeza, jugando con su cabello y beso su frente.

-Ese tipo no te va a tocar. -Le prometo. -Antes me va a tener que matar. -Susurro.

Beso de nuevo su frente y me quedo contemplando a la mujer que amo por un buen rato.


Narra Héctor:


Agarro mis llaves para abrir la puerta de mi casa, las coloco en la cerradura y luego de darle dos vueltas, la puerta se abre y el sentido de mi oído está en alerta después de escuchar un gemido bajo.

Cierro la puerta sin hacer ruido, no quiero avisar mi llegada y camino lentamente, mis pisadas no hacen ruido alguno hasta que me doy cuenta que los gemidos provienen de la habitación y ruego de no hacer ningún sonido al pisar los escalones de madera.

Me quito los zapatos y subo las escaleras, trato de apurarme y a medida que me acerco, los jadeos se hacen más intensos.

Son los jadeos de mi esposa, los conozco muy bien y el miedo me saca de balance, por lo que no puedo evitar emitir un sonido al llegar a la habitación.

La puerta está abierta y Lucía está sentada a horcajadas sobre un hombre del que todavía no le puedo ver la cara ya que está en medio de sus senos prominentes, satisfaciendo a mi mujer. Sus dedos gruesos se pierden en su cabellera castaña y Lucía echa la cabeza hacia atrás, disfrutando de las caricias que le está dando el hombre.

Otro hombre y no soy yo, siento unas ganas de matarlos a ambos. A ese hombre por estar con una mujer que me pertenece y a mi mujer por serme infiel.

No lo voy a tolerar y mi rabia va en aumento cuando sus ojos azules me miran con provocación, una sonrisa torcida aparece en su rostro y me guiña el ojo.

Mis ojos se ponen rojos al ver como se está comportando, empieza a cabalgarlo como ella lo sabe hacer y el hombre muestra su rostro.

Mi cara se pone blanco al ver a Marcos con ella, mis manos se convierten en puños y la sangre se estanca en mis venas. Las ganas de matarlos aumentan y al revisar mi mano izquierda, me doy cuenta que estoy sosteniendo un arma.

Primero apunto a Marcos, a quien le disparo sin mediar palabra, su cuerpo cae inerte en la cama y Lucía no se mueve, solo se me queda mirando con la misma sonrisa, solo que se ve maquiavélica y no lo pienso más, disparo a matarle y le da en el corazón, cayendo encima de su amante.

Mi respiración es pesada cuando me despierto de aquella pesadilla. Parecía tan real que todavía siento una furia asesina. Me llevo las manos a la cabeza para intentar tranquilizarme.

Fue solamente un sueño, mi mujer es incapaz de hacerme algo así. Lucía no puede engañarme.

Me estoy volviendo loco y todo esto es por mi culpa, no tendría que haberme dejado llevar por mi desesperación. 

En carne vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora