Investigación

30 4 0
                                    

Narra Lucía:


Mis ojos se abren poco a poco y me quejo al sentir un malestar en mi estomago. Otra vez las náuseas que amenazan con mi organismo y como extraño a Marcos, el trato que ejercía sobre mí cuando me sentía mal y como me mimaba.

Ahora estoy inmersa en medio de una pesadilla y ansío despertar de ella para que todo esto se termine, pero esto no es un sueño, es una realidad y tengo que ver cómo escaparme de esté lugar alejado de toda humanidad.

Respiro hondo para poder alejar las náuseas que viajan lentamente por mi esófago y empiezo a toser.

En medio del malestar, la puerta se abre y veo a Héctor entrando a la habitación con el desayuno preparado. Al oler la comida me hace sentir peor y las arcadas no se hacen esperar.

- ¿Te sientes mal, mi amor?

Como odio que me diga eso, no puedo tolerar que me diga mi amor y siento más asco.

Deja la bandeja sobre la cama y sin querer deja la puerta abierta. Mis ojos yacen en dirección a la sala y trato de pensar rápido para poder salir de aquí sin que Héctor me atrape.

No obstante, sintiéndome en esté estado no creo que llegue muy lejos.

- ¿Son las náuseas del embarazo?

Al escuchar su pregunta provoca que saliera de mi estado de trance y asiento cansada.

-Tengo que buscarte un médico para que te vea... -Duda. -No, no. Eso es arriesgado y pueden informar que estás aquí. Cuando estemos en Uruguay te llevaré a un hospital y vas a recibir todos los cuidados.

Respiro hondo al verme atrapada a un hombre al que le tengo tanto miedo y por el que no puedo escapar al sentirme tan débil. 

-Te voy a hacer un té y vas a guardar reposo.

Intenta poner su mano en mi vientre y la palmeó, sus ojos me miran con molestia y suspira con dureza. 

-Voy a dejarte sola, si quieres ir al baño o algo, avisame. -Serio.

Lo observo en silencio, conteniendo la respiración y sale de la habitación. Cierro los ojos cuando cierra la puerta con llave y respiro con dificultad. Mi cuerpo tiembla y mis lágrimas se desparraman en mis mejillas. 


Narra Marcos:


Mi cabeza está apoyada en el respaldo del sillón mientras el tiempo avanza de manera tan lenta... sin tener noción de que hora es, sin ganas de comer, desesperanzado y con tantos deseos de poder tener, aunque sea un indicio de mi Lucía.

Algo que me pueda ayudar a encontrarla. 

A pesar de los errores que cometió, Alfonso ofreció su ayuda pero no tiene idea de donde puede estar Héctor.

-La única que sabe dónde está es Graciela. -Suelta. - ¿La viste en estos días?

-No... no es tonta. -Suspiro.  -Ella es consciente de lo que podría hacerle si llego a verla pero ellos no se van a escapar de mi odio. 

La policía sigue investigando pero siguen sin encontrar nada, son tan inútiles. Me da tanta rabia no saber que hacer, me odio a mí mismo por ser tan inútil. Decepcionado de mí mismo porque le falle a mi familia, tenía que protegerlos, velar por ellos y les falle. Ahora están en peligro por culpa de esos enfermos y solo le ruego a Dios que mi familia esté bien. 

Solo deseo poder ser fuerte y resistir todo esté tiempo lleno de pesimismo.


Narra Horacio:


Hace dos días que estoy en Buenos Aires y mis hombres al fin pudieron tener acceso a las cámaras, ellos están con las computadoras y revisamos las grabaciones del día del secuestro de Lucía.

Después del mediodía, la vemos entrando en el hotel y observamos todo con detalle, segundo a segundo de sus pasos. Ingresa a una sala y no sabemos muy bien qué pasa allí porque en ese lugar no hay cámaras. Sin embargo, entran dos hombres a la sala y minutos después aparece Héctor Ibáñez antes de que la saquen desvanecida.

- ¿Hay otras cámaras? -Les pregunto. 

Revisan las grabaciones del estacionamiento y vemos una camioneta donde la hacen entrar.

-Detengan la grabación. -Les ordenó. - ¿Pueden hacerle zoom? Quiero ver la patente. 

Mis hombres me hacen caso y podemos ver la patente. Esto lo veo como un logro porque rápidamente la vamos a encontrar. 

-Avísenme cuando encuentren la camioneta. 

-Enseguida, señor. 

Sonrió satisfecho y sé muy bien que la vamos a encontrar muy pronto.


Narra Graciela:


Estoy esperando el momento de que Héctor saliera de la cabaña para poder ocuparme de está maldita. Todavía sigo pensando en que tengo que matarla porque sé muy bien que Marcos no va a descansar para encontrarla y lo que menos quiero es que ellos sean felices. 

No puedo dejar que la encuentre y me conviene matarlo lo antes posible antes de que la situación se escape de mis manos. 

No quiero a Marcos siendo feliz con ninguna mujer que no sea yo y mucho menos con esa atorranta le dé un hijo. Eso sí que no lo voy a permitir. 

Lucía Dorrego, la persona que odio tanto por haberme quitado al hombre que amo, morirá muy pronto y Marcos no podrá hacer nada para salvarla.


En carne vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora