El final de la carrera de la muerte

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Apenas arrancamos y, en frío, pisamos fuerte el acelerador. Éramos dos locos al volante: uno hacía unas veces de piloto y soltaba las manos, mientras el copiloto tomaba el control de la dirección. Curiosamente, ninguno era capaz de confiar en el otro, pero aún así salíamos al paso de las trampas y baches que nos encontrábamos... o que nos poníamos adrede.
Fuimos un par de enfermos mentales gilipollas, pero aquello era como un chute de óxido nitroso en nuestras almas, que volaban sobre una autopista de emociones.
Queríamos, pero no podíamos vivirlo de otra manera. Al límite... siempre al límite. Así es la autoescuela 'borderline'.

Jugábamos a ganar, compitiendo en una carrera en la que debíamos ser un equipo, no rivales. Tentamos a la suerte, pero se cansó de nosotros. Como yo de ella, y ella de mí. Hasta que al final nos fuimos a tomar por el culo, por última vez y de verdad.

Pese a todo salimos vivos y hoy estamos bien. Ninguno espera al otro, ni espera nada del otro, así que todo genial.

Valió la pena.

La gente normal se quiere bien... pero se aburre.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora