El escalador

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El mundo laboral es una jungla repleta de depredadores que comparten un mismo conjunto de atributos, definiéndose todos y cada uno de los competidores como integrantes de una única especie: el ser humano. Y como monstruos sociales, desarrollamos la política en pos de los postulados éticos que describen las pautas de la guerra en civilación y la violencia post-moderna, mediante el sutil arte de trepar a la cima de nuestros objetivos a cualquier precio.

Aquel tipo era un inculto, un vago y un jodido incompetente; pero supo ganarse ─al principio─ el beneplácito de sus superiores, como si realmente le hubieran pagado por ello y no por la labor que debía desempeñar. Entraba suave, como un guante de seda, haciendo el papel del tonto en "la cena de los idiotas"; pero terminó en un puesto de gran responsabilidad, mandando y dando órdenes, que es lo único que supo hacer en todo su exitoso recorrido escalando sobre los hombros de quien se prestara, con su mejor voluntad, a hacerle su trabajo. Asentado en su trono, no le importaba una mísera mierda fraguar el despido de eficientes padres y madres de familia, cualificados brillantes trabajadores o humildes empleados que sencillamente hacían bien lo que tenían que hacer. Delegaba las más absurdas y estúpidas decisiones meditadas en caliente sin dar un segundo de tregua a la sensatez ni a la compasión. No obstante, ahí sígue el hijoputa, en su feudo disputando el sitio, sutilmente, de otros como él; sin más razón de asiento que la estar en posesión de secretos e información sensible a disposición de salir a la luz públicamente si alguna ofensa o leve empujón de funciones lo precisa.
Y como no hay moraleja que me guste, concluyo con que Satanás no es un híbrido cabrón de color rojo con tridente: puede ser cualquier 'nerd' con un poco de mala leche y falto de escrúpulos (y también de un par de hostias).


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora