El simpático farfollas

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No había un puto día en que pasara caminando por detrás de la estación y a aquel tipo se le olvidara acercarse a pedirme dinero. En cada encuentro tenía una historia nueva que contar, una ciudad diferente a la que volver, unos meses más o menos de edad para su bebé pasando faltas, o una madre enterrada o zombi en función de sí se sentía sólo o echaba de menos andar por casa. El caso es que no le soltaba un céntimo, pero aún así me daba las gracias educadamente y por ello me caía simpático.
Una vez me vió con un cigarro en la mano y vino a demandar ─gritando desde lejos que no quería pasta mientras corría hacia mí─ un pico de nicotina para aliviarle el mono. Como estaba paseando y no tenía prisa, me senté en un banco y le lié un pitillo a aquel señor. Con la confianza de un amigo de toda la vida, se sentó a mi lado y empezó a contarme batallas por doquier: desde sus amores platónicos con prostitutas de carretera hasta sus paseos por los patios de la cárcel; y entre medias, los viajes de ida y vuelta de caballo, y otras luchas titánicas y quijotescas... como alguna victoria en solitario frente a una falange de policías nacionales.
A partir de entonces, cada vez que nos veíamos, en lugar de monedas me pedía tabaco. Me llamaba con total confianza con un nombre propio inventado según le daba; y yo le seguía el juego porque, en el fondo, hacía su trabajo que te cagas de bien: era tan 'pro' que acabé por echarle de vez en cuando algún que otro euro que pudiera servirle de limosna, para darle aceite a la vena y así pasar mejor el trago en sus síndromes de abstinencia.

Y un día dejó de estar. No sé si volvería a la jaula, pero apostaría a que no. Tampoco creo que un golpe de suerte llamara a su cartón a cantarle el bingo. Así que cuando vaya de paseo de nuevo al cementerio, saltaré la valla del osario para fumarme un cigarrillo a su salud y rendirle un homenaje, por si sus cenizas de crematorio 'low-cost' descansan tiradas por allí... al aire libre.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora