Hay momentos en la vida en los que atraviesas por un mar de traiciones. Y cuando lo sorpasas, entonces ves que te encuentras en un piélago de muertos que intentan no ahogarse y tiran hacia abajo de tu barca, en un plan desesperado por evitar su inmersión en los avernos, donde reinan sus propios monstruos de las profundidades... que al final no son más que un reflejo de ellos mismos, con sus crueles filias y sus fobias absurdas, con sus comedias y sus dramas; sumergidos en una incomprensible relación con la tragedia cíclica de sus emociones, naufragando en vaivenes que nos marean licuándonos el puto cerebro, hasta el punto de apetecernos degustar ese batido de sesos en el que convertimos nuestros razonamientos cuando formamos parte de su banquete. Les saben bien nuestros despojos. Quizá por eso soy tan visceral... para darles a degustar su aperitivo ganado por mérito antes de ser, una vez revelada mi fragilidad, devorado.
Siempre he pensado que el chantaje emocional es una de las formas más crueles de ejercer la violencia. Por eso amo a las bestias. Porque ni inventan problemas donde no los hay, ni demandan su merecida atención haciéndote daño, ni sabotean tu relación con ellos. Son fieles por naturaleza, honorables en la intimidad y desconfiados con los extraños.
El amor, en los animales, parece como un instinto. En las personas es tan complejo que a veces se entremezcla con el odio, para finalmente morir de hastío en la atroz indiferencia, tras un insoportable deriva entre preguntas con respuestas que acaban siendo estúpidas e incoherentes... como algunas formas de querer.
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Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con gente
Short StoryColección de mis primeros bocetos de escritura, microrrelatos y algo de prosa poética, en una marcha fugaz entre la narrativa y el ensayo corto. Escritos de diversos matices sobre un diario que transcurre en los caminos perdidos donde coexiste la cr...