El oficinista

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No estaba muy bien de la cabeza, era evidente. Lo encontré bañándose desnudo en el río donde desembocan las cloacas de la ciudad, asentado en una zona poco transitada. Cuando un viandante pasaba por allí, salía corriendo tras él con su miembro bailando al ritmo de sus patas abiertas, como un lagarto de pie echando una carrera sobre el agua; aunque viendo los rostros de la gente, para ellos era algo así como un monstruo de los pantanos.
̣─¡Disculpe señor! ¿tiene usted un momento para atenderme? ─me dijo entusiasmado y andando hacia mí.
̣̣─Sí, pero no voy a darte dinero. Si quieres te invito a un canuto. ─le respondí, curioso por escuchar y hecho ya a la idea de que soy un imán para estas personas.
─Gracias señor, pero no consumo mientras estoy trabajando ─me contestó aquel tipo en cueros. Me salió una risa espontánea. Dí una calada y, tras echar el humo a un lado, me dispuse a atenderle.
─Pues nada amigo, cuéntame.
─Usted algún día va a morirse, ¿verdad? ─me preguntó mirándome con los ojos muy abiertos.
─Claro. Pero no vas a matarme, ¿no? ─le contesté siguiéndole el juego.
─¡No! ¡Faltaría más! Pero, por la voluntad, si se muere antes que yo, le oficio una misa.
─No soy devoto y no me llevo bien con Dios. ¿Eres cura? ─me resultaba divertida aquella conversación─. Además, ¿Y si la palmo en otra ciudad?
─Soy un agente de seguros de los muertos a la vanguardia, un freelance globalizado. Trabajo on-line.
─¿y tu oficina?
─Ahí. ─El hombre me señaló en la otra orilla un lugar donde había un teclado roto de ordenador y una silla 'gamer' abandonada. Eché una carcajada.
─Está bien. ¿Qué voluntad me cobras por incinerarme y tirar mis cenizas a la basura? Esa es la ceremonia que quiero.
─Con el porrillo que me has ofrecido, para cuando termine la jornada, me basta.
─Trato, pero no le digas a la poli que te he pagado con droga. ─le dí una china generosa─.
─Soy un profesional, señor. Puede estar tranquilo.

Y tras despedirnos se tiró feliz al agua, panza arriba. Supongo que ya había echado el día.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora