Paseo kafkiano

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Hay ciclos en los que la vida transcurre una y otra vez como un día sempiterno, perdido entre el hastío del tiempo que no deja de correr en contra pero, a su vez, detiene instantes de 24 horas en un "déjà vu" insignificante y a la vez imposible de olvidar. Y cuando uno no tiene mucho que hacer, o bien lo que hace no goza de demasiado significado para él o los demás, entonces encuentra formas nuevas -que no buenas- con las que distraerse de esas navajas que no paran de vacilar dando vueltas, como afiladas y retorcidas alas de cuchillos mariposa, entre las marcas del reloj.
En el "click-clock" de ese metrónomo estándar que mide cómo de larga es la angustia de aquellos obsesionados con hacer algo y que acaban por no hacer nada, a veces se revela la esperanza como una jodida mancha de lejía en una camiseta negra, profanando ese luto que nos da por vestir cada vez que no encontramos la forma de matar, literalmente, los minutos que nos quedan por perder.

De reparar también se cansa uno... más aún si no para de equivocarse. Y es entonces, justo antes de pensar en volarse la cabeza, cuando es el momento de abrir la puerta y darse un buen paseo.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora