El disfraz del superhéroe

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Había sobrepasado las tres décadas y no era precísamente un niño ya. Los animales de compañía no le gustaban demasiado, pero en su lugar cuidaba de una extensa colección de cartas de bichos de pokémon. Tenía buen gusto, la verdad: Le encantaban los cómics. Su cabeza era una enciclopedia llena de personajes, tramas y subtramas de superhéroes, así como de aciertos y cagadas de sus creadores. En eso, indudablemente, era un 'crack' ─el mejor─; pero para otras cosas... como que le faltaba un 'hervorcillo'.
No había tenido mucho éxito en sus conquistas amorosas y quizá por eso probó suerte pagando. Se enamoró de una trabajadora sexual 3.0 a la que arropaba digitalmente en halagos ─a veces, hasta el límite del acoso─ y en la que invertía cada mes más de un tercio de su sueldo, razón por la que no solo no le constaba ninguna denuncia, sino que se le había concedido el privilegio de acceder a sus perfiles más personales. En uno de ellos, aquella chica puso un post donde ponía a parir a su pareja del momento. Él, indignado, se armó de valor y se aventuró en una guerra quijotesca sin sentido, en pos de rescatar a su "princesa Zelda" de aquella espiral de desafortunado e intermitente amor tóxico de la que era presa: se auto-invitaba como activista en campañas de desprestigio que ayudaba a difundir, participaba con entusiasmo en absurdas acciones para cancelar perfiles de aquel tipo e, incluso, llegó a ponerse en contacto personalmente con él para batirse ─hecho un guardaespaldas telefónico─ en un duelo que no podía ganar... porque él no fué el osado caballero que despertó y rescató a la bella durmiente.
Y tras una sucesión de patosas y ridículas embestidas de las que no obtuvo ventaja ni más beneficio, comenzaron a aflorar ciertas y peligrosas obsesiones a raíz de su frustración que, poco a poco, iban transformándolo en un misógino villano del club de los célibes involuntarios.

Se vistió de soldado moralista. Pero se le cayó el disfraz cuando el desenlace no fue el que esperaba.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora