Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con gente

La forja del herrero en paro

Hefesto, mi dios helénico favorito junto a Palas Atenea, era feo con cojones. El pobre era tan poco agraciado que la hija de puta de su madre, Hera, lo tiró al mar al nacer. Por suerte sólo se partió una pata y allí, lisiado, lo adoptaron Thetis y Eurynome, quienes criaron con mucho cariño al gachón.
Hefesto era un poco asperger y, como no tenía amigos, en un volcán se montó un tallercillo con una fragua para echar un ratico todos los días y tener algo con lo que distraerse. Resultó que gozaba de talento el mamón, y buena mano para trabajar el metal. No se hacen referencias a él explícitamente como mago; pero sus objetos, armas y accesorios tenían poderes sobrenaturales. El tío no paraba de crear, hasta el punto de que también le dió por los autómatas y por las criaturas.

Hefesto era tan bueno en lo que hacía que llamó la atención de ni más ni menos que Afrodita, la "Stacy" más potente por los lares del Olimpo, y con quien se unió en matrimonio. Aún así, las cosas eran como son y, al no ser sexualmente muy atractivo, pues ésta le puso los cuernos con Ares: un 'giga-Chad' mitológico con una polla casi del tamaño de su espada. El dios herrero se transformó en "doomer go-getter" y les hizo una pequeña putadilla a ambos, pero como a la hora de la verdad era muy 'apañao' y muy buena gente, pues todos se perdonaron y tan amigos al final. No obstante, por el trauma, se le fué la ciruela un poquillo y le echó un 'lefazo' en la pierna a mi musa Atenea. No estuvo nada bien, la verdad, pero así cuenta una de las versiones de ésta historia.
Como padres de los seres humanos a su imagen y semejanza, los Dioses no podían ser perfectos. Todos mis ídolos tienen un lado oscuro.

El ignorante no quemaba en la fragua, sino en Alejandría. El virtuoso usa el fuego para transformar y crear, como un alquimista.
Hace falta más hermenéutica y menos censura.